Un día un campesino de los páramos andinos se consiguió un caballo deambulando solo y como no le apareció propietario al caballo se lo quedó para sí sin que le costara un centavo. Así que los vecinos empezaron a desfilar por su casa a felicitarlo: -¡Caray, don Pancracio! ¡que suerte la suya conseguirse así un caballo! A lo que el viejo contestaba: -Buena suerte… mala suerte ¡quién sabe! Pasaron los días, su único hijo varón se cayó del caballo y se fracturó una pierna, con lo que volvió la procesión de gente:
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