Las vacaciones de mi infancia, al menos la mayoría de ellas, las pasé en casa de mi abuela, en un pueblo del interior del país. Yo tendría unos 12 años la última vez que visité aquella casa, pero a pesar de la distancia temporal puedo recordar los más mínimos detalles. Era una casa de pueblo, y como toda casa de pueblo era un gran pasillo donde se alineaban de un lado los cuartos y del otro las distintas dependencias, el cuarto de mi abuela y la sala, el cuarto de los trastos y el comedor, un cuarto de invitados y la cocina, otro cuarto de trastos y el lavadero, el cuarto de “la muchacha” y el baño, al final de todo, el patio.
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