“¿Y ahora para dónde nos vamos?” dijo mi pobre padre, de 65 años, después de haber subido su ropa y pertenencias personales a su camioneta. Una camioneta que, lejos de ser lujosa, le da más quehaceres que el servicio que le presta. Es una Bronco, año 1996. ¿Qué si puede comprarse una nueva? No. Hemos pasado los últimos 6 años pagando una hipoteca al banco, adquirida para pagar por mi vida, y luego de 72 meses, de “apretarse el cinturón” para saldar la deuda recibe este duro golpe: Le quitan el negocio familiar que data de mediados de 1800.
continuar leyendo