Hoy empiezo a escribir una serie de artículos sobre traficantes de miseria. Y como anunciaba aquel programa de los años 80 en Venezuela, “no ocultaremos nada”. Este primer artículo describirá cómo empezó a formarse lo que, en mi opinión, es uno de los casos de corrupción más repugnantes que he conocido. Éste va de corrupción del gobierno español en Venezuela y, por desgracia, parece tener muy poca importancia para los españoles.
Primero quiero definir qué es un traficante de miseria. Un traficante de miseria es alguien que aprovecha su posición, bien sea política o social, para lucrarse con el dinero que en principio está destinado a mitigar las necesidades de personas en situación del vulnerabilidad. Un traficante de miseria es aquel que pide dinero para los enfermos, por ejemplo, y se lo mete en su bolsillo mientras deja que esos enfermos mueran como animales, sin poder cubrir sus necesidades más básicas siquiera para poder conservar su condición de ser humano.
Porque toda corrupción es censurable moral, legal y éticamente. Que una empresa desvíe fondos para pagar una campaña electoral con el fin de obtener beneficios políticos, es deleznable, pero robarse los fondos destinados, por ejemplo, de los pacientes oncológicos, es ya otro nivel de ejercer la maldad, es un grado superlativo de inmoralidad, ruindad y bajeza.
Por ejemplo, un caso que alguna vez conocí, un político que aprovecha el dinero y los recursos de una operación humanitaria para irse de putas, amén de corrupto, es un ser asqueroso y vil.
Este caso que inicio a contaros hoy comenzó en el año 2006. Eran los tiempos del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Y si bien hace poco nos informó un diplomático español que Venezuela siempre ha sido la caja B del PSOE, desde los tiempos de Felipe González, creo que el gobierno de Zapatero sirvió de piedra angular para cimentar la inmensa red de corrupción que tiene hoy extendida el gobierno español en Venezuela. Porque Venezuela es hoy la lavadora de la corrupción española.
Por supuesto, el servicio de lavandería no es gratis, Venezuela recibe favores a cambio, uno de ellos, por ejemplo, es la absoluta impunidad que le brinda España a los boliburgueses y bolichicos venezolanos.
Por eso en el nada humilde barrio de Salamanca, entre Cayetana y Cayetana vive más de una Yubiritzaida que coronó. Por eso el mercado de viviendas de lujo en Madrid aprecia tanto a los clientes venezolanos. Por eso el corrupto y drogadicto Lacava se da el lujo de vivir entre la Valencia de Venezuela y la Barcelona de España, mandando a sus hijos a escuelas privadas de 40 mil euros al año. Por eso Nervis Villalobos, uno de los venezolanos más buscados por la justicia estadounidense está a punto de ser puesto en libertad en España. Por eso Delcyta puede aterrizar en Barajas, a pesar de las sanciones europeas y dejar en España 40 maletas cuyo contenido y destino se desconoce. Por eso pudo volarse de la justicia el Pollo Carvajal. Todo con absoluta impunidad. Venezuela es la lavadora de España y España la de Venezuela. Tigre no come tigre. Una mano lava la otra y entre las dos lavan la cara. La Corporación Criminal Bolivariana, tiene filial en Europa.
Y volvemos al 2006. El embajador Morodo sentaba las bases de un inmenso entramado de corrupción, del que claramente se lucró a nivel personalísimo, pero eso fue solo un efecto colateral. Entre las vías de fácil recorrido para el dinero, estuvo una obra genial: La Fundación España Salud, conocida por los españoles en Venezuela como la FES.
La FES es, oficialmente, tanto aquí como allá una “fundación sin fines de lucro, radicada en Venezuela cuyo objeto es prestar asistencia médico-quirúrgica y farmacéutica a los emigrantes españoles”. Y a ella se destinan y se han destinado millones de euros sin la menor fiscalización, ni de España, ni de Venezuela.
No lo fiscaliza Venezuela, primero porque si hay un país en América que resulta un paraíso de impunidad, es Venezuela, pero es que además, es un asunto de España. Venezuela no tiene razones para fiscalizar, porque la FES no maneja un solo céntimo de organismos venezolanos, ni públicos, ni privados. Tampoco le presta servicios a venezolanos, así que es un asunto español.
Y tampoco la fiscaliza España, porque es que es un asunto venezolano, está registrada en Venezuela y está claro que España no va a interferir en algo que atañe a las leyes venezolanas.
Ante una petición de información sobre la FES, por medio del Portal de Transparencia, contesta el Subdirector General de la Ciudadanía Española en el Exterior y Retorno, lo siguiente:
En cuanto a la afirmación de que la Fundación España Salud es un sujeto obligado por considerarse una entidad de las previstas en el artículo 3.b) de la LTAIPBG, cabe señalar lo siguiente: La Fundación España Salud se constituyó en marzo de 2006, como entidad sin ánimo de lucro, y se encuentra registrada en el correspondiente registro venezolano de Caracas. En este sentido, sus Estatutos disponen lo siguiente: “En todo lo no previsto en los presentes Estatutos, se aplicarán las disposiciones del Código Civil y de toda otra Ley especial de la República Bolivariana de Venezuela que contenga disposiciones pertinentes”.
Como no soy abogado, tengo que confesar que desconozco qué dispone el Código Civil venezolano con respecto a una persona jurídica cuya directiva está compuesta en buena parte por altos cargos españoles…
¡Oh! Es que se me olvidó contaros que la directiva de la FES está compuesta en parte por altos cargos españoles. El Presidente ejecutivo, no honorífico, ejecutivo, del Consejo de Administración de la FES, es el embajador de España. Bueno, ahora mismo, el “encargado de negocios” y la verdad es que nunca un título había sido tan apropiado, negocios sí que hace y de los buenos, aunque para ajustarnos a la verdad, debería ser más bien “encargado de chanchullos”. El Consejero de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, es vicepresidente del Consejo Directivo. El director general de Relaciones Exteriores del Gobierno de Canarias, ocupa otra vicepresidencia ¡y así!
Así que por el tema de miradas incómodas, tiene la vía libre, no hay problema, no mirarán los venezolanos, porque es un asunto español y no mirarán los españoles porque es un asunto venezolano.
Pero esto no bastaba para hacer completo el negocio, se necesitaba una razón sólida para que, por un lado se mandara dinero español a Venezuela sin hacer muchas preguntas y por otro lado, sin que despertara sospechas. Se encontró y es redonda: razones humanitarias.
Venezuela es un país con una profunda crisis humanitaria, alimentos y salud son los temas más sensibles y afectados. Entonces ¿existe un motivo más loable que destinar recursos a ayudar a personas necesitadas para que reciban atención sanitaria? ¿es que puede alguien negar asistencia médica a un enfermo que encima está en la miseria? Y peor aún ¿qué clase de persona le negaría esto, no digamos ya a cualquier persona, sino a un compatriota que se encuentra lejos de casa y desvalido porque es un anciano o un enfermo? Eso solo lo haría un miserable.
Y justamente miserables de la peor ralea son los que están a cargo de toda la cadena de la FES. Personas que lavan millones de euros en compra de inmuebles a la par que le niegan atención médica a ancianos o enfermos.
Porque mientras se falsean informen médicos diciendo que personas enfermas están sanas, mientras se bajan pensiones de 400 a 100 euros, mientras se le pregunta a pacientes de la FES que si tienen contactos para ir a un hospital público, la FES destina dinero a comprar un edificio entero ¡en Altamira!, que viene a ser el equivalente caraqueño del madrileño barrio de Salamanca. Los traficantes de miseria tienen una parafilia con las zonas pijas, o como dicen en Venezuela, “sifrinas”. Ésa es la esencia del tráfico de miseria, que convierte la miseria ajena en opulencia propia.
Y claro, ya en este punto es donde la gente pregunta si lo que escribo es producto de una mente conspiranoica o si tendré pruebas. Pues sí, las tengo y las iré mostrando según avance. Pero hay cosas para las que las pruebas sobran cuando se usa el sentido común más elemental.
Cada euro que el gobierno español le concede a la FES, tiene un destino predeterminado, como es lógico. En octubre de 2019 el gobierno español firmó un convenio con la FES, en el que se estableció que se le daría a la FES 699,85 euros por cada español que atendieran. Es decir, que si la FES atendía a 1.000 españoles, se le enviarían 699.850 euros. No 700 mil, ni 698 mil, no hay redondeo de ni pa ti ni pa mí, 699.850 euros, por 1.000 beneficiarios españoles.
Entonces, si eso es así, si siempre ha sido así, ¿de dónde saca la FES el dinero para comprar un edificio en Altamira? Y una vez comprado ¿de dónde sale el dinero para remodelarlo?
Ignoro cuánto ha costado el edificio, no he tenido acceso al documento de compra, que por otro lado, recordemos que las oficinas del SAREN (Servicio Autónomo de Registros y Notarías) se han quemado. Es decir, justamente las oficinas de Chacao, las que están en Altamira ¡Divina Providencia! Me hace recordar esto aquella famosa coplilla: Vinieron los Sarracenos y nos molieron a palos, porque Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos.
Pero en realidad, aunque tuviera el documento, ya sabemos lo que es Venezuela, un papel no da garantía alguna. Cualquiera, con el dinero suficiente, puede cerrar la venta de un edificio o lo que sea, pagarlo con un maletín con 10 millones de euros y decir que pagó un millón de bolívares. Eso es Venezuela.
Dicen algunos que el edificio costó 8 millones de euros y otros 3 se destinaron a su remodelación, que no ha finalizado, aunque inició hace casi dos años, pero aunque se hubiera comprado por 1 euro ¿de dónde salió ese euro? ¿A qué español se le negó una aspirina porque un traficante de miseria decidió que era más importante comprar un edificio que su aspirina?
En la próxima entrega, empezaré a dar los nombres de los implicados en todo este tema. Uno de los nombres implicados en el nacimiento de la FES es muy conocido por los venezolanos: Juan Carlos Escotet. Sí, sí, el mismo, el banquero, el dueño de Banesco y hoy dueño del banco español Abanca, el mismo que el año pasado se compró un equipo de fútbol. Una mano lava la otra…