Opinión

Conciliación bajo maltrato

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Por circunstancias diversas he tenido contacto con personas maltratadas dentro del marco de una relación de pareja. Hablo de personas sin hacer referencia al sexo, porque la verdad es que he visto tanto hombres como mujeres maltratadores.

Una que con un ojo hinchado al punto de no poder abrirlo, se culpaba a sí misma por el golpe, otro ofendido por no perdonar “ooootra vez” las repetidas humillaciones de la mujer, otra que fue golpeada, anulada emocionalmente y que no se separaba porque la madre “no la dejaba”.

En fin, todos los casos que conozco tienen un punto en común, el maltrato brutal no aparece de la noche a la mañana, es gradual. Se inicia incluso con dulzura, con una actitud casi infantil, y va creciendo hasta hacerse peligroso, en algunos casos mortal, sin que la víctima se resista.

El caso de la niña que no se separaba porque la madre no la dejaba, fue bien curioso, y es al que voy a referirme.

Hablamos de una mujer joven, bastante bonita, la verdad, económicamente independiente, de clase media, de profesión contadora pública. Es co-propietaria de una firma auditora, y contrata a un también joven abogado, de aspecto desvalido, con muy poco éxito profesional.

La socia muestra su disconformidad con la contratación, el muchacho no tiene una buena hoja de vida, su forma de vestir, de comportarse, de hablar, todo reflejaba que era… pues lo que efectivamente era, un fracasado. Pero… vamos a llamarla Teresa, argumentaba que aunque efectivamente eso era cierto, a ella le daba lástima el pobre chico y apostaba por “darle una oportunidad”.

El desempeño del abogado no fue malo, tampoco bueno, no era precisamente brillante, pero era aceptable. Como compañero de trabajo sí que era sencillamente encantador, se desvivía por atender los más mínimos deseos de sus jefas, especialmente de Teresa.

Desde llevar a la abuelita de Teresa al médico, hacer mercado para la madre de Teresa, hasta cuidar de tenerle café a Teresa justo como a ella le gustaba.

Teresa manifestó, años después que fue cuando yo conocía de su historia, que ella realmente nunca se sintió enamorada, le tenía sí, simpatía, especialmente por el empeño que ponía… digamos que Rodrigo, en agradar, y si bien no era un gran profesional, tampoco era malo. Pero Rodrigo sí que anunció un amor inconmensurable por Teresa y puso todo su empeño en hacer “lobby” con la madre, la abuela, las amigas y todo el que la rodeaba, menos a su socia, que realmente nunca lo pasó mucho.

Teresa compra un apartamento y la socia le recomienda hacer capitulación de bienes, así que la joven se lo plantea a su futuro esposo, que se toma muy a mal la propuesta. Se siente ofendido ¿acaso no confía en él? llora y llega a proponer anular la boda, si no hay confianza en la pareja, no hay nada. Teresa terminar por aceptar no firmar la capitulación, le duele verlo tan devastado, termina incluso pidiéndole perdón, no fue su intención herirlo.

Así terminó Teresa casada con Rodrigo, convencida de que “era un buen muchacho, un muchacho noble”.

Rodrigo siguió siendo encantador con su recién adquirida familia política, aunque menos frecuente en sus atenciones, porque “unos recién casados necesitaban su espacio”.

Pero en las cada vez más esporádicas vistas familiares no deja de dar su punto de vista sobre las amigas de Teresa… son malas compañía, unas muy zafadas, demasiado liberales, no tienen los valores morales que tanto él como la familia de Teresa profesan, una incluso se puso a vivir con el novio ¡válgame Dios! ¡sin casarse! Otra llega a su casa a la hora que le da la gana, otra es maleducada con él, otra… todas parecían tener un defecto que las hacía inadecuadas como amigas de su esposa.

Sin embargo él nunca le prohibió salir con alguna de ellas, sencillamente se ofendía o se enfermaba, entraba en depresión cuando ella iba a salir y claro ¿prefieres salir con tus amigas que cuidar de mí que te necesito?

Teresa empezó a espaciar también las salidas con sus amigas, las llamadas incluso porque “¿te están hablando de mí, verdad? yo te noto distinta después que hablas con ellas”. Y en poco tiempo Teresa no tenía amigas.

Cuando Teresa sale embarazada las cosas empiezan a cambiar, y con el nacimiento del niño las “peticiones” pasan a convertirse en imposiciones.

En fin, que la cosa fue evolucionando, primero gritos cuando ella no hacía lo que él creía conveniente para “nuestra familia”, del grito se pasó al insulto tipo “eres una puta, sales con ellas a buscar macho”, y si Teresa se quejaba, pues él lloraba y pedía perdón… “es que te amo demasiado, no puedo vivir sin ti y siento miedo de perderte”.

Si no se quejaba, al insulto le sucedía un empujón, del empujón pasaron a las cachetadas, así fue subiendo el asunto hasta terminar en verdaderas golpizas e incluso violación.

La transformación de Teresa también fue gradual, de ser una mujer extrovertida pasó a ser tímida, no quería “dar motivos”, al principio porque no lo quería lastimar y de último por miedo simplemente. Empezó a utilizar otra ropa, no se maquillaba, no salía, empezó a trabajar desde la casa, hasta que le vendió a la socia su mitad de la empresa. Esto porque la socia de Teresa, según Rodrigo, era una mujer muy mala y envidiosa que “los quería separar porque ella nunca había tenido un hombre que la amara como él amaba a Teresa”.

Lo simpático es que la propia Teresa compró el argumento, basada en que “Ella siempre le hablaba mal de Rodrigo”. El hecho de que la socia, compañera desde tiempos universitarios, viera el deterioro de su amiga e incluso sus golpes, no parecían ser argumentos, porque “ella tiene que entender que todas las parejas tienen problemas”.

Entré en conocimiento de esto el día que recibimos una llamada a media noche, porque vivíamos muy cerca, y la madre de Teresa llamó para pedir que se auxiliara a Teresa, que estaba en la calle porque su marido la había botado de la casa.

¿Y cual fue la causa?

Bueno, ese día, después de que Rodrigo desayunara o terminara por botar lo que quedaba de comida a la basura, porque era una mierda de comida, Teresa llamó a su socia para “desahogarse”, es decir, para poner la queja, y Rodrigo había grabado la conversación, así que le dio una paliza. Pero ese no fue el motivo de la expulsión, sino que después de la golpiza, mientras Teresa lloraba en la cama, el hijo fue a hablar con ello: “pero mami, no llores, lo que tienes que hacer es portarte bien y no ser tan puta”.

Teresa espabiló un poco y fue a hablar con Rodrigo, y le dijo que si le seguía hablando mal de ella a su hijo, se divorciaría y al niño no lo vería más nunca.

Y ahí fue cuando Rodrigo la botó, advirtiendo que al día siguiente la acusaría de “abandono del hogar”.

La madre de Teresa estaba indignada… ¡con Teresa! evidentemente esa muchacha no ponía empeño en conservar su matrimonio, a la abuelita, la iba a matar del disgusto, el deber de una mujer es conservar su hogar y bla bla bla. ¿Rodrigo? es un buen hombre, tiene sus cosas, pero es que el pobre tiene mucha presión y “los hombres son así”.

Pero más allá de la madre, a mí me resultó impactante la propia Teresa. La mujer no salía de su estupor de que a mí, entre otras personas, nos pareciera inaceptable la actitud de Rodrigo, porque para ella, salvo hablarle mal de ella al niño, que era lo más reciente, todo era normal.

¿Los gritos? normal ¿Que pareja no discute y se grita? ¿y los empujones? ¡normal! llega es una reacción “del momento”, ¿y las palizas? ¡ah! es que si el me empujaba yo le golpeaba, entonces es natural que el reacciones golpeándome para controlarme ¿y la violación? ¡eso fue solo una vez! y además, es mi marido…

Básicamente ella pedía que él dejara de hablarle mal al niño de ella. Nada más. Todo lo demás era “cosa del pasado”, pasado que sea dicho de paso, era tan pero tan lejano que aún tenía la boca como negra barloventeña en un selfie “boca ’e pato”.

Al final se divorciaron, claro, después de muchas palizas más, y solo cuando Rodrigo le dio al niño una paliza que lo mandó al hospital, paliza que provocó que una de las “amigas putas” de Teresa lo denunciara y terminara preso un tiempito (no el suficiente, en mi opinión).

El detonante en realidad no fue ni siquiera que casi mata al niño, sino la vergüenza de lo inocultable: Estaba exponiendo la vida de su hijo y no había forma de pretender que aquello fuera “normal”.

¿Por qué cuento la historia de Teresa? porque le veo muchísima similitud con la de la Venezuela actual.

“El gobierno de facto de Maduro lleva ya 78 fallecidos en protestas” ¿ha escuchado usted esa frase? y probablemente hasta le parece espantoso y censurable, pero ¿se ha parado usted a pensar que Robert Redman no está entre esos 78? ni Geraldine Moreno,ni Génesis Carmona, ni Bassil Da Costa, ni ninguno de los 48 fallecidos del 2014.

Solo entre los fallecidos en medio de las protestas en 2014 y 2017, ya pasa de largo el centenar. Pero esos 48, esos… esos ya son “normales”, ya son “cosa del pasado”.

Veo con estupor que la oposición se dedique con toda su alma a luchar en contra de la ilegal constituyente de Maduro, pero ¿se ha parado usted a pensar que Jairo Ortiz murió en una protesta sin haber escuchado nada sobre una fulana constituyente?

La Asamblea se dedica a promover la lucha contra esta constituyente ¿y las sentencias del TSJ? ¡oh, es que la última la anularon! ¿y todas las anteriores? porque son, si mal no recuerdo, cerca de 50.

Ahora se le pide al gobierno de facto que “cese la represión” ¿y ya está? ¿si dejan de reprimir “salvamos el matrimonio”? ¿si dejan de reprimir ahora mismo el centenar de muertos no importa? ¿nos reconciliamos y pretendemos que eso nunca pasó?

Estamos ante un gobierno que ha violado la Constitución y lo que es muchísimo más grave, un gobierno de facto que ha violado masiva y sistemáticamente los derechos humanos, ha asesinado, ha violado, ha torturado, ha encarcelado y más, lo sigue haciendo, lo sigue haciendo porque “es normal”, porque “todos los países tienen problemas”.

¿Qué hay un sector de la comunidad internacional que como la madre de Teresa nos dice que tenemos que dialogar y entendernos? ¡oh, sí! y hay otro sector que es como las amigas “putas” de Teresa, y con la reciente adición de unos senadores chilenos, van hay ya tres demandas por delitos de Lesa Humanidad introducidas ante la Corte Penal Internacional contra Nicolás Maduro y su gobierno.

Me impresiona, me asombra, y me indigna ver que el propio parlamento venezolano, la ÚNICA institución que queda en pie, está tratando de “salvar el matrimonio” ¡vamos a una elección! ¡ooooh que bieeeen! ¿y si la mayoría dice que sí entonces podemos seguir matando, violando y torturando? ¿es eso lo que le quieren preguntar al pueblo venezolano?

No puedo entender que el pueblo venezolano, que el parlamento venezolano, no termine de entender que el régimen de Maduro traspasó, de largo, cualquier posibilidad de retorno, no puedo entender que LA OPOSICIÓN hable de los “78 muertos de Maduro” cuando la realidad es que son bastantes más de 100.

No puedo entender que se acepte que tras cada violación grave el gobierno de facto lo único que tiene que hacer para normalizar esa violación es cometer otra, usualmente más grave. No puedo entender que la paliza haga olvidar la gravedad del empujón, ni que la violación haga olvidar la gravedad de la paliza. No puedo entender que tras cada agresión el contador pasa a cero.

¿Qué carajos le pasa a los diputados? ¿cómo es posible que ellos se colaboren activamente en este sistema de normalización perversa y sangrienta? ¿Cómo se entiende que cuando ya el tirano y sus cómplices está desnudos y denunciados la Asamblea Nacional no haya sido capaz de destituir, COMO LO ORDENA LA CONSTITUCIÓN, a esos poderes violadores de los derechos humanos?

¿Cómo es posible que hayan llegado a La Haya tres denuncias por crímenes de Lesa Humanidad y nuestra Asamblea aún no se dé por aludida?

Nunca entendí a Teresa… no entiendo a Venezuela.

Otro día les cuento la historia de… Juana, otra que conocí y que intentó hasta la muerte salvar su matrimonio. Literalmente. Hasta la muerte, solo dejó de intentarlo cuando el marido, como era previsible, logró matarla.