Hace ya algún tiempo tuve una discusión con una tuitera llamada Inesita la terrible, inesita me acusaba de radical. Inesita se escandalizaba porque yo no daba mi nombre, porque me escondía detrás de un nick, porque según ella “el que no la debe no la teme”. Para Inesita yo solo era un ser deleznable que usaba el anonimato para hacer gamberradas. Inesita también agradecía a Capriles la cantidad de muertos y presos que se ahorraron al no reclamar en justicia el resultado de las elecciones. Y yo, claro está, era una bruta por no agradecer eso.
Pasaron los meses, creo que ya todos saben que Inesita está presa, aprendió de la peor forma que en una dictadura, aunque no la debas, la tienes que temer.
Mucho antes de eso hubo un problema en el colegio de mi hija. Todo comenzó cuando mi hija, a la sazón de 8 años, me llegó con una hoja escrita por su maestra donde se le explicaba que el cuello es lo que une el tronco “ala” cabeza.
A mí me iba dando un yuyu, porque ¿como es posible que una persona que no supiera escribir pretendiera enseñar a mi hija a hacerlo?
Donde quiera que comenté el asunto, incluido el colegio, recibí la misma respuesta: Yo era una intolerante al reclamar semejante nimiedad. Después de todo, cualquier se equivoca y comete un error.
Lo de la maestra evolucionó, claro está que no podía quedar allí, con el tiempo ya no eran solo faltas ortográficas, eran maestras que no sabían números romanos, pero los enseñaban, y muchas otras cosas por el estilo.
Llegó el momento, un par de años después de las “alas”, donde el colegio presentaba un gran problema de calidad educativa, los niños estaban pasando de grado con una pésima preparación, que claro, traía problemas.
Allí si convocaron a una reunión, me pidieron apoyo, porque el problema, ya mucho más grave que una falta ortográfica, había crecido y había que solucionarlo. Claro está que les dije que ese no era mi problema, que yo ya había tomado correctivos para que mis hijas se prepararan bien, y que sus hijos realmente me traían muy sin cuidado, que vieran ellos como resolvían su problema y a mí no me molestaran, que el mío ya estaba resuelto.
Ayer, se tocó un tema muy… extraño. En un foro una persona se quejó de que había ido a la marcha con un cartel de “votar no es la salida” y un señor se la había roto. Pues bien, la primera reacción no fue censurar al señor, no, la primera reacción fue culpar a la persona por haber llevado la pancarta, era su culpa, porque ¿a quien se le ocurre llevar esa pancarta? Vamos, que la agresión fue su culpa.
Esa es la reacción venezolana frente a todo abuso, si te roban, es tu culpa, porque a quien se le ocurre llevar ese carro, o ese teléfono, o lo que sea. O pasar por ese sitio, o salir a esa hora, da lo mismo, la culpa es de la víctima que “se lo buscó”. Si te llevan preso injustamente, también es tu culpa, porque es que provocaste a la dictadura.
Después de presentar ese argumento, entonces la cosa cambió, el problema pasó a ser que quizá la persona de la pancarta estaba mintiendo, cosa que es probable, pero ¿las agresiones que le dieron otros foristas también eran mentira? Porque esas sí que estaban allí a la vista.
Honestamente la cosa me sentó muy mal, no por la agresión del señor, que pudo ser mentira o una acción aislada, me preocupó la reacción de los demás que pasaron de inmediato a justificar la agresión.
Si yo acepto que ese señor tenía derecho a romper esa pancarta porque había sido provocado, tengo que aceptar también que yo, como oposición, no puedo pasar por la Plaza Bolívar de Caracas con una franela alusiva a la oposición, porque eso también es una provocación y con ello doy pie a ser agredida.
Tengo que aceptar entonces los argumentos de violadores y pedófilos que se excusan diciendo que han sido provocados para cometer sus asquerosos delitos.
El problema es que, gracias a Dios, en la ley no dice que usted puede violar si lo provocan, no puede agredir a alguien si ese alguien lo provoca. Dice con claridad que si usted agrede a alguien, comete un delito y punto.
Alguien más entró a decir que a un primo también le había roto una pancarta, pero que había sido un chavista, y se escandalizó de que sobre eso no me pronunciara.
Y ahí está el problema, yo de un chavista espero eso, justamente esa es la razón de que yo sea de oposición, que me opongo a esos actos de salvajismo y barbarie. Si yo me opongo a eso ¿Como puedo justificar que lo hagan “los míos” que se supone que también se oponen?
Mi preocupación es que hay cosas que pueden parecer tontas en un principio, pero dejarlas pasar es permitir que crezcan a puntos donde es más difícil e incluso imposible solucionarlas.
Si Inesita hubiese entendido en su momento que estaba frente a una dictadura y que dictadura no cree en más justicia que la que favorezca a la revolución, quizá no estaría presa, si en el colegio hubiesen entendido que una maestra que escribe “ala” en lugar de “a la” era el principio del deterioro de la educación de los niños, quizá los niños no tendrían hoy problemas por una mala preparación inicial.
Si la gente entendiera que no se pueden permitir agresiones a otras personas por razón de pensamiento, quizá dentro de poco no estaremos ante una sociedad sometida a los camisas pardas de un próximo dictador.
Claro, yo entiendo que la gente se siente a salvo, piensan que si no “provocan” no tienen nada que temer. Pero esta dictadura nos ha demostrado, como muy bien lo sabe Inesita, que una dictadura no requiere de provocaciones para abusar puesto que la sola existencia de las personas constituye una provocación.
Pero incluso eso lo aceptan como un precio que se puede pagar ¿que siempre cae algún pendejo inocente? ¡bah! Eso es normal… hasta que el “pendejo” es un hijo, un padre o ellos mismos.
Pero entonces ya será tarde, para entonces, cuando lo entiendan, Inesita ya estará pudriéndose en una cárcel teniendo daños emocionales y puede que hasta físicos que serán irremediables, para entonces ya los niños estarán a punto de entrar en bachillerato arrastrado carencias educativas, para entonces solo quedará llorar y lamentarse. Para entonces habremos de resignarnos a haber trabajado para cambiar una dictadura por otra.