Un día un campesino de los páramos andinos se consiguió un caballo deambulando solo y como no le apareció propietario al caballo se lo quedó para sí sin que le costara un centavo. Así que los vecinos empezaron a desfilar por su casa a felicitarlo:
-¡Caray, don Pancracio! ¡que suerte la suya conseguirse así un caballo!
A lo que el viejo contestaba:
-Buena suerte… mala suerte ¡quién sabe!
Pasaron los días, su único hijo varón se cayó del caballo y se fracturó una pierna, con lo que volvió la procesión de gente:
-¡Don Pancracio, que mala suerte! Mire que partirse así la pierna el muchacho, tan jóven y fuerte y ahora quedará cojito.
-Mala suerte, buena suerte ¡quién sabe!
Pocas semanas después llega la guerra, reclutan a todos los muchachos del pueblo, a todos, menos al hijo de don Pancracio, que por cojo les era inútil…
-¡Don Pancracio! ¡que buena suerte la suya! Se salvó su hijo gracias a la piernita coja.
-Buena suerte, mala suerte…
En estos días están pasando cosas, el país está más convulsionado que de costumbre, que ya es decir mucho, han tomado relevancia ciertos personajes y como siempre el personal los ha elevado al Olimpo de la perfección y el “buenismo”.
Se manosean con ansias de hambre atrasada conceptos abstractos como “patria” o “democracia”, cuando lo cierto es que aquí, a todos, y me incluyo, nos importa un pimiento la patria, que para empezar lo único que sabemos es que tiene un valor superior al papel para limpiarse el culo, y la democracia, que a fuerza de usar la palabreja no tenemos ya repajolera idea de que es.
Lo que sí sabemos es que estamos hartos, pero hasta la mismísima coronilla, de la realidad presente, que estamos hasta el gorro de hacer colas por comida, de la inseguridad, de la ausencia absoluta de la justicia, de los apagones, de la impunidad, de la pelazón, de… ¡todo! Y para peor, no hay ni elecciones a la vista que permitan mantener la esperanza de salir de “esto”, que vamos, sabemos que con eso no se sale, pero mantiene la fe, que es bastante.
En medio de todo esto aparece un nuevo salvador ¡Leopoldo López!…
Leopoldo López es un animal político de los que no abundan, tiene algo que debería tener todo político, pero que por paradoja pocos tienen: hambre de poder.
Pero no de esa que le hace feliz con una alcaldía o una gobernación, no de esa que se mitiga con un pacto o un bozalito de arepa, no, hambre de la dura, de la de darse un atracón, de la de comer sin límite.
Conjugado con eso tiene otra cosa, un olfato inmejorable para calcular el momentum, sabe cuando debe emplear los recursos y cuando no, sabe cuando avanzar y cuando retirarse.
En aquellas primarias de donde por lo visto pretendían sacar un líder vitalicio, dije a mis allegados que de todos los que estaban ahí, el más peligroso era Leopoldo porque ese hombre tiene metido en la cabeza que el será presidente, es de esos que aunque a veces desvíe el camino, no cambia el destino. Dará tantas vueltas como sea necesario, pero su puerto de llegada, lo tiene clarísimo.
Si Leopoldo hubiera continuado en aquel momento hubiera perdido las elecciones primarias de todas, todas, no tenía oportunidad, así que hizo lo más inteligente, se retiró y echó a Capriles a los leones. Porque él sabía lo que iba a pasar y más importante… conoce a Capriles.
A Capriles por su parte lo pierde la vanidad, él es… lo maisimo, lo más lindo de la casa, el más guapo, el más inteligente, un regalo de los dioses para el país y no le importaba perder frente al gobierno si conservaba el fervor del pueblo.
Así vimos las redes sociales llenarse de imágenes de Capriles decoradas con virgencitas, rosarios, velas y demás memeces.
Pero claro, lo que pasa siempre, la fe en los santos se debilita cuando no hay milagros. Tras dos oportunidades electorales sin milagros y sin elecciones a la vista que permitan creer que habrá uno, el santo se nos fue al garete.
Ahora todo el mundo le ve los defectos, defectos que siempre tuvo pero que la gente se empeñaba, por arte de enamoramiento, en ver como virtudes. La verdad es que Capriles no es un estratega que quería conquistar a los chavistas, ni que sea amante de la paz, la realidad es que es un niñato malcriado sin ideología ni personalidad y encima, con una vanidad que se lo come.
En aquel abrazo en televisión cuando Capriles y Leopoldo sellaron la “unidad”, en realidad lo que hubo fue un “jódete tú, yo espero mi momento”.
Puede que el momento haya llegado, o no, pero algo pueden tener por cierto, Leopoldo López no da pasos para quemarse. Igual que Maduro no es Chávez, Leopoldo no es Capriles ¡ni parecido!
¡Albricias! Dice el pueblo alborozado, eso es lo que necesitamos ¿qué lleva su tiranito por dentro? ¡Pero si eso es justo, justo, justo lo que queremos! una mano dura que acabe con estas lacras y bla bla bla.
Y me preguntan ¿y eso no es bueno?… bueno… malo… ¿quién sabe? ¿bueno como pa’qué?
Si salimos de “esto” quiero que estén claros, viene una tiranía, con mayores libertades económicas, muy probablemente con muchas mejoras materiales, pero de libertades civiles… ¡olvídense! Aquí lo que viene es el gobierno del “ordeno y mando” o dicho en venezolano: “plan y pa’l cuartel”.
Pero eso es lo que la mayoría quiere, estoy segura de que mientras leen se emocionan y suspiran un ¡ojalá! Quieren y sin duda apoyarán, cualquier tiranía “salvadora” que nos libre de esta tiranía “opresora”.
Con el tiempo padecerán los males, sentirán el látigo, y entonces, de nuevo, comenzarán a suspirar por otra tiranía salvadora.
Los he escuchado decir: “pues que venga una dictadura bien arrecha y si algunos caemos ¡caeremos!”, Vallenilla Lanz y su “gendarme necesario” más vigente que nunca, hasta que el que “cae” es un hijo, un nieto, un padre… y ahí empiezan los “ay ay ay”.
Esa ha sido la historia de Venezuela durante 200 largos años… y contando. Diría mi folclórica y sabia abuela que “cochino come mierda maunque le piquen la trompa”.
Y añado yo que hasta preguntará el cerdito si después de pasar hambre, comer mierda no será bueno, porque si algo tenemos por vicio los venezolanos es que pasamos largos períodos pensando sin hacer para al final terminar haciendo sin pensar.