Opinión

No es odio…

Crecimos juntas, mis padres eran, y son, muy amigos de los suyos, con lo cual la asistencia a cumpleaños, y reuniones varias eran de asistencia obligatoria, al menos para mí: “¡como no vas a ir! ¡Juanita que te quiere tanto! Vamos que ya vas a ver como te vas a divertir un montón”.

La diversión “por montones” siempre era la misma, Juanita tenía un grupete de amigos con los que hacía peña y del cual yo no formaba parte, ni se me invitaba a serlo.

Aún así, me seguían invitando religiosamente a las reuniones divertidísimas. Pero los años pasan, fue creciendo y desarrollando una personalidad que será buena o mala, pero es mía.

Un día me invitan a una fiesta… creo recordar que un cumpleaños de Juanita, y me di cuenta que no era yo la única “indeseable”, que existían otros que como yo, estaba allí por obligación y se aburrían a morir, y que tampoco eran parte del muy ameno grupo de Juanita.

Tengo que describir el “Juanita’s Gang”, eran todos criaturas muy lindas, vestidos de manera exótica, derrochando cultura por los cuatro costados, con conversaciones sobre la insoportable levedad del ser, en conversaciones plagadas de referencias a Nietzsche o Camus, contando la última película europea que vieron en el Ateneo de Caracas, películas que veían y de las que no entendían un cuerno, pero salían hablando maravillas de “la profundidad” y del “extraordinario mensaje del director”. Y si llegaran a hablar de política o cosas por el estilo, lo hacían lo superioridad moral de quien leyó a Marx y no lo entendió.

Los “desadaptados” eramos gente… normal, de esas que va a fiestas, miren que cosa más rara, con la firme intención de pasar un buen rato, y no a demostrar que tan culta e inteligente es.

En esa fiesta a la que me invitaron, como dije, vi que había varios que como yo, era excluida del grupo existencialista, y no es que nos importara, porque ser incluido era para aburrirse igual o peor que estando sentado en una silla sacándose la pelusa del ombligo.

Me acerqué a uno de ellos, comenzamos a hablar, y le conté un chiste, reímos y él me contó otro, se acercó otro de los excluidos, ya éramos tres contando chistes y riendo, al poco rato éramos un grupo nutrido y sí, algo escandaloso que se divertía.

El grupo existencialista nos miraba de reojo, a alguno le pudo la curiosidad (¿que era tan divertido?), se acercó y se quedó, luego vino otro, y al rato otro y otro. La última fue Juanita, y creo porque era eso o quedarse sola, que por más que sea se hubiera visto feo en su propia fiesta.

Esa fue la última reunión a la que me invitó Juanita, nunca más.

Pasaron los años, me llamó un día para pedirme una información técnica y en medio de la conversación me suelta una frase que me dejó de piedra: “Yo quisiera ser como tú”.

Muchos años le di vuelta a la frase, Juanita no es la única que ha pasado en mi vida con ese perfil, gente que sin haberles hecho yo nada, parecen detestarme, pero no es simple desagrado, es algo que se percibe como un odio irracional, creo que ni ellos saben porqué me detestan ¿que tengo que se les hace tan insoportable?, no es simple antipatía, es la negación total de mi existencia, no es que no les gusto y me apartan, es que quieren que desaparezca, su deseo es que yo simplemente no exista.

Uno puede estar tan ricamente ahí, en sus cosas, y de pronto llegan ellos, a atacar pero a degüello, usualmente en manada, te insultan, te agreden y si por alguna cosa llegas a defenderte, te acusan de hacer todo lo que ellos están haciendo.

Hace dos noches tuve una conversación exótica con un… ¿opositor? En fin, que insistía en la tesis de “Capriles-líder”, cosa que no comparto, pero vamos, es su asunto, comenzó a ponerse violento, cosa que tampoco es de morir, lo dejé ser, insistía en que yo tenía que dar la cara y decir mi nombre, tampoco le paré mucho. Pero cuando me preguntó sobre armas y si yo sabía como funcionan, me olió rarito y le bloqueé. Esas preguntas no se hacen nunca, y menos en regímenes como el que vivimos.

Anoche entró alguien, una de sus seguidoras, entró a insultarme sin jamás yo haberme dirigido a ella, alguien de mi TL leyó mi respuesta y le contestó. Al final, y por hacer el cuento corto, estos dos caprilistas terminan censurando a quienes se meten en las conversas de otros y empezaron a solicitar bloqueo para mí y varios de mis amigos, por “sospechosos”. No sin antes volver a preguntar si teníamos armas.

En resumen, que nos acusaron de meternos en conversa ajena, que fue justamente lo que ellos hicieron y nos acusan de sospechosos, cuando ellos son más raros que un perro a cuadros, porque no me negaran que eso de andar preguntando a la gente si está armada, es raro rarito.

No me quedó más que concluir que esto era una manifestación de la “Juanita’s Gang”, uno de tantos que ha pasado por mi vida.

Una amiga, después de ver el asunto, ya pasadas las carcajadas y las risas, me dice: “nos odian, y después del 8D nos odiarán más, nos harán responsables hasta de los apagones”.

Yo pasé muchísimos años haciéndome la pregunta ¿me odian? ¿por qué si nada les he hecho? ¿es envidia?

Hasta que un día recordé que Juanita no me invitó más a sus fiestas, y pensando en eso todo hizo “click”, todo encajó, no, no es envidia… es miedo, no es odio, es temor. Es una emoción atávica, que nace en el cerebro reptil y ellos mismos no saben de donde sale.

Son colectivistas, cuando cometen errores, lo hacen en manada, y las culpas se reparten igual, como cuando hay un linchamiento, son tantos que nadie se siente responsable, nadie se siente asesino, porque fueron todos, y lo que es de todos, no es de nadie.

Cuando encuentran una persona distinta, una persona que puede pensar por su cuenta, que no requiere de manada para pensar y actuar, cuando consiguen a alguien que es capaz de decir por su cuenta que algo no es correcto, por mucho que la manada diga que sí, entonces se atemorizan, porque esa persona es un peligro, esa persona es una amenaza para el sistema en el que viven, esa persona sería incluso capaz de obligarles a hacerse responsable de sus acciones, muy independientemente del colectivo.

Lo peor, es que ellos quisieran ser así, quisieran ser libres, quisieran ser independientes, mandar al carajo a la manada cuando jode mucho, pero no pueden afrontar el costo, que no es otro que la responsabilidad.

Cuando eres colectivistas, las culpas se reparten, pero también los triunfos, cuando eres individualista, tus triunfos son tuyos y los cobras solo, pero cuando fallas, la responsabilidad también es tuya, y tienes que pagar. Esa parte es la que no están dispuestos a afrontar.

No, amiga, no nos odian, nos temen y en la medida que se den cuenta que crecemos en número, nos temerán más y atacarán peor. Son fieras amenazadas y en manada.  Son hienas.