Opinión

La larga marcha

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La larga marcha es un libro de Stephen King, aunque escrito bajo el seudónimo de Richard Bachman. Un grupo de muchachos, adolescentes, participan en el gran deporte nacional, que es “La larga marcha”, una especie de concurso donde los participantes deben caminar ininterrumpidamente bajo algunas reglas, como no bajar la velocidad de seis kilómetros y medio por hora por más de treinta segundos, no salirse del camino, no perjudicar a otros participantes, etcétera.

A quienes incumplan con las normas del la Larga Marcha, sean participantes o simple público, recibirán “pasaporte”, que aunque en un principio es un término difuso termina por entenderse que es ser fusilados, simple y llanamente.

El final de la marcha es cuando lleguen a la meta, que es atravesando todo el país, o cuando solo queda uno de los particiantes con vida, porque ojo, al que deserte del juego, también “le dan pasaporte”.

Al final de la novela gana el protagonista, pero no se entera, porque se da a entender que se volvió loco y está ya desligado de la realidad, disociado, como diría un chavista, y empieza a correr continuando la marcha, sin entender que ya ha terminado.

Esa novela la leí hace un montón de años, teniendo unos quince o dieciséis años, sin embargo viendo la marcha de ayer y las posteriores reacciones la he recordado.

Aún recuerdo mi primera marcha, hace… una eternidad, fue antes del año 2000 ¿en el 2001 quizá? No me acuerdo, pero era por la educación, por un decreto que trató de imponer Hugo, y que encontrando resistencia en la ciudadanía no pudo concretar hasta muchos años después.

Yo aún no tenía hijos, pero suponía que los tendría algún día, ni siquiera estaba casada, pero fui a marchar, con mi padre y la madre de mi novio, que con el tiempo pasaría a ser mi suegra. Marchamos, bajo un sol radiante… demasiado radiante y terminamos agotados pero satisfechos, el objetivo, que era impedir la implementación de aquella ley, fue conseguido.

Luego vinieron muchas otras marchas, y ahora que lo pienso, a todas las que he ido, lo he hecho con mi padre, aunque él ha ido a otras sin mí.

Especialmente activo fue el 2002, el año con más kilometraje, e íbamos a ir a aquella concentración en Chuao en 11 de Abril de 2002, pero no recuerdo al fin la razón de no haber asistido ninguno de la familia.

Las marchas comenzaron a darse con mayor frecuencia e intensidad a finales del años 2001, con razón de una cantidad de leyes destiladas de la habilitante otorgada a Hugo, se esbozaban entonces las primeras expropiaciones y se podía ver en perfil, aún burdo, lo que sería la destrucción del país.

Luego se generó… corrijo, luego Hugo generó, según sus propias palabras, la crisis petrolera con el nombramiento de Gastón Parra Luzardo, vulnerando toda la normativa interna de PDVSA, violando todo principio de meritocracia, que hasta ese momento había sido la columna vertebral del funcionamiento de la petrolera.

Se suma entonces PDVSA a la protesta, al principio con protestas tímidas y hasta novedosas, como aprovechar la hora del almuerzo para cruzar la calle una y otra vez, generando congestionamiento, pacíficamente y siempre en el marco de la ley y el respeto.

Sin embargo, Hugo no estaba dispuesto a retroceder, sabía que tomar PDVSA era vital para el resto de sus planes, y da un paso más allá, al mejor estilo de matón de barrio sale en televisión para despedir a los gerentes de PVDSA, y luego cientos de empleados que no pertenecían a la gerencia. Ese fue sin duda el golpe mortal que se le dio a PVSA, de ahí en adelante lo que hemos visto es la agonía.

Estábamos en pleno paro cívico, toda la industria del país paralizada, y lo recuerdo especialmente porque estaba embarazada y di a luz en pleno paro.

¿Por qué protestábamos? Cada protesta tenía un fin concreto y definido, al igual que en aquella marcha primera, por la educación, en las otras había un objetivo, abolir las leyes injustas, restituir la meritocracia en PDVSA, garantizar la propiedad privada… siempre con un objetivo.

Se marchó contra aquel decreto 1.011, se marchó y se protestó hasta que el Hugo echó para atrás, y el paro llevaba el mismo objetivo, protestar hasta que aquellas leyes infames retrocedieran, hasta que pudiéramos imponer la voluntad ciudadana.

Lo demás es material para otro artículo en exclusiva para el tema, se comenzó a protestar para conseguir la renuncia de Hugo, se consiguió y… comenzó el pirañeo de una casta política que cumplió aquel refrán de mi abuela de “la avaricia rompe el saco”. Tanto trabajo, tanta sangre, terminó siendo moneda de negocio y acuerdo en una infame mesa de negociación y acuerdos.

De ahí en más nunca una marcha ha tenido un objetivo ni un fin definido, se marcha por… por costumbre, por vicio, por… porque es un deporte nacional, marchar, marchar sin fin, sin meta, solo marchar, marchar y marchar, para… ¿para qué?

Ayer pude ver otro capítulo de este reality show, una variante interesantísima que podríamos llamar “Political Idol”, pero también “La Larga Marcha”.

Al igual que en la novela de King, la marcha no tiene objetivo, hay que marchar indefinidamente, hasta que solo quede uno, y entonces volver a comenzar, igual que en la novela, los participantes entran por voluntad propia, pero si deciden que el concurso no es lo que vende la publicidad, no pueden desertar o recibirán “pasaporte”, al igual que en la novela se prohíbe pensar y se prohíbe aún mas expresar los pensamientos si conllevan alguna crítica al sistema.

Y lo peor, al igual que en la novela, ni repuerca idea de porqué se marcha.

Ayer decenas de miles de personas salieron a la calle, se reunieron, marcharon, y se fueron a sus casas después de conseguir… ¿que?

Cuando yo, soltera, sin hijos, marchaba de la mano de mi padre en contra del decreto 1011, no logramos nada la primera vez, y por eso hubo una segunda, y una tercera, muchas, hasta que logramos el objetivo.

Cuando se marchó para conseguir la renuncia de Hugo, no se marchó un día, ni dos, ni tres, fueron meses, a diario, estilo farmacia de turno permanente, y si uno salía un día, otro salía otro día, y siempre estábamos en la calle, peleando, gritando, con pancartas que no eran las que nos hacían los partidos, sino aquellas que nosotros mismos, con cartulinas y marcadores hacíamos.

Cualquier forma de protesta es válida ¡CUALQUIERA! Sé que hay quien se queja de que en las marchas no se puede bailar, claro que se puede, eso no tiene nada de malo, SI SE HACE TODOS LOS DÍAS, con constancia, para conseguir un objetivo, el objetivo que sea, pero que exista UNO, una meta, un fin concreto.

Y como digo bailar, digo rezar, se puede salir a la calle a rezar el rosario, o sentarse en la acera frente a la casa, o cruzar el semáforo una y otra vez, imprimir papeles para inundar la ciudad al dejarlos abandonados por ahí “accidentalmente”, ciberdisidencia, colocando un hashtag con un tema hasta conseguir que levante polvo ¡lo que sea! No importa, no existen protestas “bobas”, pero tiene que haber, primero, un objetivo, y segundo, constancia.

Si hay objetivo pero no constancia, no conseguiremos nada, y si hay constancia pero no objetivo, no sabremos cuando llegamos a meta, entonces, como el protagonista de la novela, seguiremos marchando eternamente.

Lo siento… es lo que hay.