Hace años, pero muchos años, le escuché al humorista Álvarez Guedez un chiste muy simpático. Un cubano va caminando por las calles de La Habana, ve una cola, y como los cubanos tienen que hacer cola para comprar cualquier cosa, se paró a hacer su cola. Pasado un buen rato, cuando llega al mostrador, pregunta:
-¿Tú que vendes?
-Arroz
-¡Ah, bueno! ponme ahí una libra de arroz.
-¡Como no! ¿me da la bolsa?
-¿Que bolsa?
-La bolsa para despacharle el arroz, si no tiene bolsa no le puedo vender, porque nosotros no tenemos bolsa.
El hombre se va todo decepcionado, pero ve otra cola y se para, lo mismo, llega al mostrador:
-¿Tú que vendes?
-Aceite
-¡Ah, bueno! ponme ahí un litro de aceite.
-¡Como no! ¿me da la botella?
-¿Que botella?
-La botella para despacharle el aceite, si no tiene botella no le puedo vender, porque nosotros no tenemos botellas.
El hombre está ya realmente molesto, pero no quiere llegar a casa con las manos vacías, así que ve otra cola y se para, sin embargo esta vez, para no perder el tiempo, le grita al vendedor desde su puesto en la cola:
-¿Tú que vendes?
-Papel higiénico -grita el vendedor.
-¡COÑO, CHICO! ¡MENOS MAL QUE ME TRAJE EL CULO!
Aunque hoy nos resulte casi increíble, el papel higiénico, o “toillette” (tualé) como le decimos en Venezuela, es un artículo de primerísima necesidad hoy en día, en realidad su uso masivo es bastante reciente.
Ya se comercializaba por allá por 1857, pero como producto medicinal, en 1880 los hermanos Scott (no, no era un perrito) idearon fabricarlo en rollo, como lo conocemos hoy. Pero era considerado un producto “inmoral” ¡tal cual! Además, de muy mal gusto exponerlo a la vista del público, y si no se exhibía, pues se vendía poco.
Y conste que no seré yo la que culpe a la gente de no querer comprar el producto, porque no sería sino hasta 1935 que el papel sanitario daría un salto tecnológico para meterse en nuestras casas, cuando la tecnología permitió lanzar un novedoso papel… ¡libre de astillas! (¡ay!) que no quiero yo imaginarme lo que sería usar el otro.
De ahí en más el papel higiénico se coló en nuestras casas hasta ocupar un espacio protagónico a nivel familiar y social a pesar de su triste destino.
No hay familia en el mundo que no haya pasado por la escena del grito espeluznante del ¡Paaaapeeeel! No decimos nada más, no es “No hay papel, tráiganme un rollo por favor”, ni “Fulana/o se acabó el papel”, no, nada de eso, es un grito corto y concreto… ¡paaaaapeeeeel! Y todo el mundo entiende. Y ahí viene la segunda parte del acto, que también se repite idénticamente en todas las casas, cuando la puerta se entreabre y aparece por ella un rollito de papel, primorosamente nuevo, agitándose graciosamente como una marioneta, porque es así, ignoro por qué pasa eso, pero el rollito siempre se da así, agitándolo en la puerta.
Pero la cosa no para allí, luego vienen las connotaciones sociales. Por ejemplo, estamos en crisis, pelando cable durísimo, y compramos un papel que parece lija, ¡que vamos!, no viene con astillas, pero casi. Sin embargo, cuando viene una visita de no mucha confianza, pelamos por un rollito suavecito, del caro, para no pasar vergüenza con las visitas, ida la visita, el suavecito vuelve a un closet y sale el papel de lija.
Hay extremistas, como los que colocan papel higiénico decorado en fechas señaladas, como navidad (pobre San Nicolás), o los que se decantan por el papel perfumado.
El papel higiénico, al menos en Venezuela, es un indicador económico importante para las familias, si estamos en la abundancia, capaz que hasta desaparece al ser destronado por una elitesca toallita húmeda, si estamos bien, aunque no abundantes, el elegido será el “extrablancosupersuavedediezhojas”, si estamos regular, uno normalito, blanco, suave, pero no tanto y con dos hojitas, si estamos pelando, el rústicocasiconastillas, pero si no hay papel… ¡estamos en la carraplana! Vamos, que ya no se puede caer más bajo.
Y es que quizá no tengamos para comprar comida en forma, pero para papel ¡hay!
Estemos claros, una nevera vacía, es indudablemente una crisis grave, pero un baño sin papel… eso cruza de largo el umbral de la pobreza, no tener papel en el baño es lo que viene justo antes de irte a vivir bajo un puente.
En Venezuela hemos estado viviendo una crisis grave de desabastecimiento, y una crisis económica de aupa, y en eso ya llevamos años, agravado de dos años para acá. No hay café, harina PAN, harina de trigo, aceite, azúcar, leche… medicamentos faltan por montones, para los diabéticos, para los hipertensos, para los asmáticos ¡hasta el suero ha faltado! Y seamos sinceros, la tan mentada “comunidad internacional” no parece haberse preocupado mucho por lo que pasamos.
Pero hoy se lee la prensa internacional, de cualquier parte del mundo, y si se menciona a Venezuela, se hace con el mismo titular: “Venezuela importará 50 millones de rollos de papel higiénico”. La noticia los tiene impactados y no los culpo, yo estoy impactada.
Es como si usted ve a su vecina, esa misma que el marido tenía un super trabajo, la envidia de la cuadra, comprando un rollito de papel… el de lija y en empaque individual, la conclusión está de cajón: ¡la vecina está pasando aceite! ¡y con los reales que tenía esa gente!
50 millones de rollos… para 28 millones de habitantes, eso no da ni a dos rollitos por persona, o en este caso, por culo. En otras palabras, estamos comprando un rollito, pero del detallado.
Déjense de pendejeras de indicadores macroeconómicos, reportes del BCV, opiniones de sapientísimos economistas y demás hierbas, el indicador está clarito, esto es peor que la nevera vacía, peor que hacer mercado con la tarjeta de crédito, peor que el “présteme compadre para las medicinas”… ¡no hay papel para limpiarse el chiquinay!
Así que, querido lector ¿se trajo el culo? ¡pues meta la cabeza entre las piernas y dele un beso! Porque Venezuela no está quebrada, es peor que eso, no hay papel “tualé”… estamos en la indigencia… ¡y con los reales que tenía esa gente!