Opinión

País de 5 estrellas

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Es un hotel de esos de 5 estrellas, en realidad son más, pero no les caben en el letrero. Un hotel de esos donde cualquier clase media con cierta formación, por muy bien vestido que esté, no deja de sentirse casi fuera de lugar.

Unos llegan, otros se van, pero el centro de todo es una mesa donde comparten afablemente unos señores que se gastan en bebidas lo que la mayoría de las familias venezolanas en un mes de comida.

Hablan, planean, pactan, negocian. Pero no solo de negocios, también de sus cosas personales, a veces como para darle argumento a los negocios: “yo estoy muy jodido. Mi mujer está arrecha conmigo porque este año no pudo ir a Miami a comprarle los útiles a los muchachos” o bien “ya tengo 2 años con el mismo carro…”

¡Jodidas! Las vainas están muy jodidas. Al final, queda la cuenta, una tardecita, una nochecita, y se fueron veinte o treinta mil bolívares… ¡muy jodidas!

Pero no es mucho, no es mala inversión, en esa reunión se negociaron miles de millones, situados, gobernaciones, alcaldías, se traficó con el erario público, pero sobre todo, con el destino de millones de personas.

Eso lo he visto yo, con mis ojitos, y siento… tristeza, impotencia, rabia. Para algunos, estar jodido es no cambiar el carro en dos años, para otros, estar jodido es pensar de donde saldrá el dinero para llevar el carro al mecánico, para otros, ajustar el presupuesto midiendo el pasaje mensual de una camionetica o el metro…

Los segundos y terceros, se ganan la vida con sus manos, con sus ideas, con su trabajo, con su esfuerzo, los primeros… con al vida de los segundos y los terceros.

Para esos primeros ¿el país está jodido? ¡para nada! El país está maravillosamente, nunca había estado tan bien, claro, que puede estar mejor, pero como son tantos y todos con tanta hambre, no merece la pena correr el riesgo de perder esto, tan bueno, por algo que podría ser mejor, pero es posible que no se dé.

En las pasadas elecciones tuve amargos enfrentamientos con muchos amigos, siempre más o menos en la misma tónica: “¿Pero no ves que por muy malo que sea no es peor que Hugo, que además, podremos salir de él más fácil, que…?” y mi respuesta también igual: “Sí, eso lo sé, pero ¿si no quieren ganar como los obligo?”

Y ahí terminaba la conversa, me miraban como quien mira un perro a cuadros, como si les hubiera dicho que he sido secuestrada por extraterrestres, o que creo en conspiraciones planetarias.

¡Como no van a querer ganar! Eso es absurdo, es loco, es… ¡imposible!

Y sin embargo, es.

Cuando estás en esos sitios de cinco estrellas, Hugo, la dictadura, Cuba, la pérdida de libertades, la inseguridad, la inflación, la escasez de alimentos y medicinas, las fallas eléctricas ¡el país! Es algo tan, pero tan lejano, tan… irreal.

A mi me afecta mucho la escasez de café, y de leche, pero cuando voy a esos sitios, eso no existe, puedo pedir café y me lo sirven, y leche, y no hay problemas para servirme unas papas que se frieron en océanos de aceite, ni tortas hechas con esa harina que yo poco consigo ¡si hasta puedo pedir pollo! Y la frase “no hay” no existe.

Luego, claro, yo a mi cruda realidad, al peregrinar detrás de alimentos, al contar de los centavos que salen de mi cartera de forma expedita como si mi monedero tuviera incontinencia intestinal, al miedo hasta para llevar a mis hijas al colegio, por si se desata un tiroteo, al vivir con el corazón en la mano mientras mi familia no esté en casa resguardada del hampa, a… a vivir en Venezuela, pero mientras estoy allí, nada de eso existe, Venezuela es un país próspero donde dinero, comida y lujos corre como agua.

El problema no soy yo y mis “oasis” de realidad, el problema es aquellos para los que eso no es un oasis, sino una forma de vida, es su cotidianidad, es su vida real y para ellos… las cosas no están tan mal.

¿Que la gente se queja? ¡sí! Pero esos son loquitos, loquitos extremistas, como las viejitas de El Cafetal que tocan cacerolas porque les van a quitar a sus hijos ¡ja ja ja! O locos radicales que dicen que Hugo es comunista ¡jo jo jo! Necios que piensan que aquí hay una dictadura ¡ji ji ji! ¡que dictadura! ¡mira a tu alrededor! ¡Mira los lujos! Mira lo que hay ¿Que comunismo ni que cuernos! ¡cuentos de viejas histéricas!

Y cuídate de hacer notar que hay algo que no te cuadra en esa percepción de país perfecto, porque serás silenciado con un lapidario “tú no sabes de política”.

Luego, claro, llegan las elecciones, y como dijo Hugo, la función debe continuar, y para continuar requerimos del voto de esa bola de pendejos que en su inocente paranoia creen que el país está mal. Cada uno juega su papel, unos juegan a la revolución… daremos de comer a los pobres y probos pobres ¡cuidado con la derecha! Y los otros también juegan… ¡es la última oportunidad de salvar el país! (ya perdí al cuenta de cuantas últimas oportunidades van), o el impepinable “no podemos perder los espacios”.

Pero lo cierto es que los pobres siguen sin comer, y por el otro lado, los “espacios” no se ven en ningún lado cuando la tiranía hace lo que le viene en gana sin que nadie se lo impida.

Verbigracia, Hugo DICE que está enfermo, y con ese DICE nos tenemos que conformar, porque ni a él le da la gana de rendir cuentas, ni a la oposición le da la gana de pedírselas y exigir una junta médica que nos termine de decir que carajos tiene y que tan grave es. Eso a pesar de los “espacios ganados” en la Asamblea Nacional. Aunque claro ¿como carajos le van a exigir nada? Si es que no van ni a marcar tarjeta por montar el paro.

¿Es mala esta gente? ¡para nada! Hacen lo correcto, hace lo que la gente les dice que es lo correcto ¿no tienen años haciéndolo? ¿y no tienen años recibiendo recompensas por hacerlo? ¿no les están diciendo que no importan las traiciones, ni los pactos a costa del país, igual tendrán su “situado”?

Y ese ciclo se seguirá repitiendo hasta el infinito, mientras haya respaldo y premio a esa conducta, seguirá esa conducta.

Un ciclo apoyados en clichés vacíos, al estilo de “el voto es un arma” para acto seguido pedir que le entregues “el arma” a un bolsiclón que no aguanta media pedida para entregársela al malandro que te va a atracar. O “perderemos espacios” cuando lo cierto es que nunca los hemos tenido, porque ni diputados, ni gobernadores, ni alcaldes han tenido acciones conducentes a pararle los pies al tirano.

En realidad, cuando te dicen “perderemos espacios” no te están diciendo “no voy a poder defenderte” porque igual no lo hacen, lo que están diciendo es “la vaina está jodida, tengo ya dos años con el mismo carro”.

A mí me queda el triste consuelo de poder decir que al menos no fue con mi colaboración, que preferí amarrarme los pantalones y aguantar el remordimiento de no votar, que prestarme al mantenimiento de un sistema perverso solo por hacer catarsis y sentir que “hago algo”, aunque a efectos prácticos solo sea pisar un botón que sepulta el país milímetro a milímetro.

En fin, es lo que hay, que son 3 países, el de 8 estrellas, el de 7 estrellas y el de 5 estrellas, que vive de los dos primeros.

Lo siento, pero es lo que hay.