Les voy a contar un chiste, se lo escuché hace muchos, pero muchos años, al humorista cubano Álvarez Guedes. Como no quiero cambiar nada la narración del chiste, tengo que aclararles que, en Cuba, el ave que nosotros conocemos como pavo, es llamado guanajo.
Esta es una familia que está pasando mucha necesidad, y deciden paliar en algo la situación económica vendiendo un guanajo que tienen en el corral, a los efectos, la abuelita de la casa llama al nieto, un muchachito bastante travieso, y le dice que tome al guanajo y salga a ofrecerlo por las casas vecinas. Afectivamente así hace el niño, va de casa en casa con su grito. “¡vendo guanajo! ¡compre barato el guanajo!”. Así llega a una casa que tiene la puerta abierta, entra llamando a la dueña de la casa, ofreciendo su guanajo, pero la señora se encontraba muy distraída en plena faena con su amante. Justo en el momento en que el niño los ve, entra a la casa el marido, se arma un barullo y van a dar a un armario el amante, el niño y el guanajo, claro está.
Oscuridad total dentro del armario, apenas se escuchan las respiraciones de los ocupantes y fuera la voz del marido y la mujer, en eso el niño tiene una idea brillante y en susurros le dice al amante de la señora de la casa:
-Señor, señor, le vendo este guanajo.
-¡Pero habráse visto! ¡que guanajo ni que guanajo! ¿a ti te parece que yo estoy para comprar guanajo ahora? -dice el amante también en susurro.
-Pues… si no me compra el guanajo, yo grito -amenaza el niño revelando su pillería.
-¡Coño! Está bien ¿cuanto quieres por el guanajo?
-10 pesos.
-¡Diez pesos! Pero si un guanajo no cuesta más de 5 pesos…
-Si no me lo compra… ¡grito!
-¡No, no! Está bien, toma los 5 pesos y dame el guanajo.
Pasa un rato, ya el hombre tiene el guanajo bajo el brazo y vuelve el niño a susurrar:
-Señor, señor, le compro el guanajo.
-¿Como que me compras el guanajo si me lo acabas de vender?
-¡Grito!
-¡No, coño! Te vendo el guanajo, dame los 10 pesos.
-No, 10 pesos es muy caro, se lo compro en 5.
-¡Pero…!
-¡Grito!
-¡No, no!, toma el guanajo y dame los 5 pesos.
Así pasa un buen rato, el niño extorsionando al hombre, le compro el guanajo, le vendo el guanajo, le compro el guanajo, le vendo el guanajo… Hasta que al fin, el marido de la señora se va, se abre el armario y el niño sale corriendo con el guanajo y 50 pesos en el bolsillo.
Llega el niño a su casa, le da a la abuela los 50 pesos, el guanajo y le cuenta lo sucedido muerto de la risa, a lo que la abuela monta en cólera, le regaña y le manda a confesarse.
Entra el niño a la iglesia, se acerca al confesionario y comienza:
-¡Ave María Purísima!
-Sin pecado concebida.
-Padre, mire, yo tengo un guanajo…
-¡COÑO! ¿VAS A SEGUIR JODIENDO CON EL GUANAJO?
Escribí este chiste como punto de reflexión hace ya unos 6 años, y hoy, al pueblo venezolano le siguen vendiendo y comprando el guanajo. Triste, pero es lo que hay.
Cada vez que hay elecciones, pasa más o menos lo mismo, no queremos votar porque sabemos que toparemos con un árbitro electoral absolutamente parcializado, una magistratura, más que obediente, servil al tirano. Sabemos lo que va a suceder, peeeero… si no votamos entonces estamos cediendo espacios, Hugo ganará y será dueño de todo el país, y para impedirlo, votamos, con asco decimos, pero votamos… y ahí vamos a comprar el guanajo.
Luego, claro, como es natural perdemos, a pesar de todos los pronósticos, a pesar de lo que se siente, en contra de toda lógica, perdemos, y salen nuestro líderes a explicarnos porque perdimos, y lo hacen excusando de todas las formas habidas y por haber el poder del tirano, lo que es un fraude con todas sus letras, pasa a ser una “triquiñuela” (Capriles dixit) o una “burusa” (Rosales dixit)… y he ahí que nos han vendido el guanajo, el mismo que nos acaban de comprar.
Pero vienen más elecciones, y nos piden de nuevo el voto, ese mismo voto que ya les dimos y que se pasaron por el fino forro de los dídimos. Claro, no queremos votar, ya sabemos lo que hay, estamos pelados, esto es una estafa, pero si no votamos Hugo ganará y será dueño del todo el país… te compro el guanajo y no me lo vendes… ¡grito!
Así hemos pasado los últimos 10 años, sí, 10, otro día les explico porque son 10 y no 14.
¡Diez años! 10 años comprando y vendiendo el guanajo, 10 años soportando la extorsión con la cabeza gacha, porque lo que nos aterra es que el niño grite ¡atrapados!
En una conversación post electoral con mi madre, ella me decía que yo tenía razón, que estaba clarísimo que eso era así, pero que ¿que podíamos hacer? Una sola persona no puede hacer nada. Le dije que quizá tenía razón, que una sola persona no podía hacer nada, pero una sola persona tiene una responsabilidad individual, y la mía consistían en no permitirme colaborar con ese sistema perverso.
Al final, si lo racionalizo, no importa si voto o no voto, el resultado es el mismo, Hugo ganará e irá devorando lento, pero sin pausa, mi país, mi modo de vida y mi libertad.
Ahora bien, para que quede registro y no tener que repetir cada vez que sale un gilipollas a preguntar “¿y tú que propooooones?” Voy a adelantar que este círculo vicioso sí tiene solución.
Nuestros representantes políticos lo hacen mal, muy mal, representan sus intereses, más no los nuestros, sin embargo, por esa actitud perversa nosotros los premiamos, votamos por ellos y les permitimos negociar sus intereses aportando NUESTROS votos como capital. En otras palabras, el perro se mea en la alfombra y nosotros le damos una galletica, con lo que el perro termina por concluir que mearse en la alfombra es correcto.
¿Que hacer? ¿voto o no voto? Pues bien, el voto es una decisión INDIVIDUAL que no atañe, a nadie, absolutamente a nadie, más que al individuo, y YO, que soy un individuo, hace mucho decidí no votar. YO no pienso premiar al perro por mearme la alfombra, ni pienso permitir que el niño siga comprándome y vendiéndome el guanajo.
Pero lo hago dejando muy en claro mi posición, yo quiero votar, entendiendo que votar implica necesariamente elegir, pero para que yo vote es necesario que mis representantes políticos me representen, y eso empieza por defender mi derecho de elegirlos a ellos, en libertad y sin extorsión, que no se la acepto a ellos, muchísimo menos se la pienso aceptar a Hugo.
Exijo voto manual, auditoría del 100% de las urnas, testigos internacionales realmente imparciales, que con mis impuesto no se pague ninguna parcialidad, o bien que se paguen ambas, en la misma medida. Fuera la captahuella, control por parte de las fuerzas de seguridad de esos llamados “colectivos” que en fechas electorales salen a disparar y hasta matar cuidadanos. Y alguna cosita más que se me queda fuera del tintero.
Mientras mis expectativas no sean cumplidas, que le vayan a vender y comprar el guanajo a otro más pendejo.