Opinión

Otra vez

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Esta historia la conté hace varios años, pero como es bastante curiosa la voy a repetir.

Vivía yo en una de esas urbanizaciones caraqueñas que por lo nueva y apartada era bastante silenciosa.  Y en el edificio vivían bastantes parejas jóvenes y otras no tan jóvenes, como mis tíos y mis padres. Tenía este edificio, como es natural, también unos conserjes, una pareja joven y aceptablemente atractiva.

En fin, que había una pareja que era el centro de atención, por lo modélica, el prototipo ideal de jóvenes emprendedores, que se casan recién graduados y respiran ese aire de modernidad y progreso.  Pero por lo que más llamaban la atención era por el tórrido romance que mantenía la mujer con el conserje, cosa que como suele suceder, sabíamos todos en el edificio… menos el marido y la mujer del conserje, los cornudos, vamos, que como es normal se enteran de último.

Un día la linda parejita (la mujer infiel y el conserje) salieron a… ¡qué sé yo! Tampoco es cosa de inventar, el asunto es que justo ese día cambiaron la llave de la puerta de entrada del edificio y se encontraron con que era bastante tarde y no podían entrar.  También llegó mi tío, que tiene un yo-no-sé-qué espectacular para estar en el el sitio equivocado en el momento erróneo. Y nada, que ninguno tenía la fulana y vital llave.

Entonces empezó el cuchicheo, que como hacemos, que a quien llamamos, que si me salto la pared, que no porque así entras tú pero yo no, que…

Cual novela, la conserje, que ya hacía tiempo se olía los cuernos, escuchando por el intercomunicador, y baja la mujer convertida en un cruce de mapanare con tigra parida ¡y empezó la función!

La conserje salió (ella sí tenía llave) y agarró a la mujer por los moños, le dio la paliza de su vida, y no conforme tocó el intercomunicador y llamó al marido cornudo, para comunicarle con elegancia: “Mira, aquí te dejo a tu mujer coñaceada ¡por puta! ¡por robamaridos! y te lo digo pa’ que después no te diga que fue que la atracaron”.

Baja el marido, le da cuatro carajazos al conserje, le arranca la cartera a la mujer, tira el contenido al piso, se queda con las llaves de la casa, mira a la mujer casi con lágrimas en los ojos y suelta una frase que quedaría para la posteridad: “Fulana, yo nunca creí que tú serías capaz de hacerme esto a mí… otra vez”.

¡Chan chan! ¡momento culminante de la novela! ¿otra vez? ¡¿otra vez?! ¿Es decir, que la muy so puta ya  le había montado los cuernos antes? Pues sí, parece que así era.

En fin, que el escándalo (sobre todo el “otra vez”) fue material de pasillo por muchos días. Al conserje lo maleteó la mujer y se fue a vivir con la esposa del otro. El marido cornudo vendió el apartamento y se mudó no solo de urbanización, de estado… con “Fulana” ¡Sí! Se mudó con la mujer que “otra vez” le había montado los cuernos, a lo mejor por aquello de que a la tercera va la vencida, o no hay quinto malo ¡a saber!

No sé si la historia les ha parecido divertida o triste, a mí me parece muy triste, extremadamente triste, porque como dije, ya la había contado hace años, específicamente hace 6 años, cuando ya habíamos vivido la experiencia de ver a la “oposición democrática” trapicheando con nuestros derechos en una mesa de negociación y acuerdos, cuando ya nos habían sometido a la humillación de reparar las firmas del llamado “firmazo”, cuando después de habernos dichos que éramos más 4 millones de firmas resultó que dizque que no llegamos ni a tres… Lo publiqué en pleno furor del ¡ATREVETE TE TE TE!… y antes de que a Rosales se lo llevaran secuestrado a Fuerte Tiuna para obligarlo a reconocer la derrota antes de que los testigos de mesas hubiesen terminado de contar. Antes de que eligiéramos con el 52% de los votos a 65 diputados que resulta que no van a trabajar, que no se oponen a las leyes rojitas porque “¿pa’ que si no somos mayoría?”. Aunque curiosamente, no han renunciado al sueldo bajo el mismo argumento, porque yo sí que me pregunto ¿y pa’ que les pago si no trabajan?

Y aquí estoy, 6 años después, escribiendo exactamente lo mismo, contando la misma historia… ¡otra vez!

He visto en las últimas dos semanas, el trapiche antichavista en plena acción, como suele suceder antes de las elecciones, al primero en barrer fue a Yon Goicoechea, que no duró nada en cartelera, porque en lo que canta un gallo fue sustituido por Rafael Poleo, que duró un poquito más, pero que ya está siendo opacado por Leocenis García.  Pero esos son solo los que han saltado a cartelera, hay muchos más, tal cual como lo dice el propio Leocenis, es Poleo, es Milagros Socorro, es Carlos Blanco, es un sinfín de comunicadores, de opinadores que han fijado su posición, que han hecho críticas válidas, y que inmediatamente son lanzados al foso de las fieras bajo pena de “traición a la unidad”.

Es como si “Fulana” le hubiera reclamado a su marido el escándalo público con el argumento de que eso lesionaba la unión familiar.

Así toda crítica, toda observación, es tachada de traición, y lejos de llamar a la reflexión lo que genera es una cacería de brujas.

Es una pena que yo, a diferencia del marido cornudo, no me asombre de la traición cuando me la hacen ¡otra vez!