Opinión

Las oscuras golondrinas ¡no volverán!

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En estos días me encontré con un amigo en la Av. Urdaneta, nos íbamos a ver después de muchos años. Con tan mala suerte que justamente ese día los chavistas hicieron su marcha, aquello fue la locura, no se podía ni caminar. Sinceramente, no veía tanta gente desde aquellas marchas gloriosas de la oposición en el 2002.

Con una diferencia bien notable. En aquellas marchas nuestras del 2002, yo veía familias, hombres, mujeres, que estábamos allí porque queríamos, no porque nos pagaran, ni porque nos obligaran, estábamos por un ideal, por una convicción. En esta marcha no vi una sola persona que se viera que estaba allí por motivación propia ¡ni una! vamos, que no dudo que la hubiese, pero yo no me la tropecé.

Vi todos los ministerios que conozco y algún otro que no tenía ni zorra idea que existía, vi camiones, todos de instituciones oficiales.

Y vi a las FAN… marchaban a la par que gritaban “Chávez, amigo, la FAN están contigo”, y por hablar de la dignidad militar… pues uno me gustó mucho, uno que iba marchando, sin mucho entusiasmo la verdad sea dicha, a la par que sacaba manzanas de una bolsita plástica y… ¡masca y masca! Muy marcial el asunto.

Hoy pasé por una institución del gobierno, y vi un hermoso letrero que en letras muy, pero muy grandes, decía “Pisotiemos”… del verbo pisotiar, supongo, yo pisotio, él pisotía, nosotros pisotiamos.

Aún dando por descontado que Hugo desaparezca, bien sea por la vía democrática o la biológica ¿cuando volverá este país a ser lo que alguna vez fue?

Yo recuerdo, y lamentablemente soy una minoría que tiene memoria histórica y no memoria histérica, aquellos tiempos en que escandalizados hablábamos de las “colitas de PDVSA”, y más atrás, el escandalazo de los famosísimos Jeeps de Ciliberto.

Pero recuerdo también ver construcciones que podía ser un colegio, un hospital o unas viviendas y jamás vi otro letrero que no fuera aquel que nos informaba el costo, los ingenieros a cargo y el instituto bajo el cual estaba la construcción. Jamás ¡JAMÁS! Vi en esos letreros el nombre ni mucho menos la cara del gobernador, el presidente o el alcalde.

Los primeros días de enero, creo que el día 1ero, el presidente hacía una memoria y cuenta al Congreso Nacional, un discurso que se nos hacía larguísimo, a pesar de no durar más de una hora, donde con cifras en la mano decía que había hecho y que quedó por hacer, que siempre era más lo segundo que lo primero, eso sí.

Había una Fundación del Niño, siempre a cargo de la primera dama del país, figura relevante y notoria donde las haya. Recuerdo las casas de cuidado diario, el inolvidable (y hoy destruido) Museo de Los Niños, y como no, el cuartico de leche escolar.

Nos quejábamos entonces de algo que se llamaba CORPOMERCADEO, y la queja no era por los precios, ni por la calidad de los productos, era por “la roscas”, al menos eso escuchaba yo, que era demasiado joven para entender o querer saber de política, pero lo que nunca escuché es que la comida de CORPOMERCADEO se pudriera.

En mis tiempos mozos me jubilaba para dos cosas, o me iba a mi casa, cosa bastante frecuente, o me iba sola como la una a pasar la mañana entre el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber, o al de Ciencias, o a cualquiera de esos, si no me metía en la hemeroteca o la Biblioteca Nacional.

¿Cómo olvidar las tardes en el Ateneo de Caracas? Tuve en aquellos tiempos un novio al que mandé al carajo por baboso, porque no hacía más que leerme poemas, y eso a los 16 años, da ladilla, por mucho que te gusten las bellas artes, pero no sé cuantos cafés me tomé allí, o cuantas veces desgasté la alfombra de la librería del Ateneo.

Varios años después nos serviría el Ateneo hasta de trampolín financiero, porque allí estuve con mi novio, hoy mi esposo, alquilando un salón para dar lo que sería nuestro primer curso de Internet que no era moco de pavo, no crean, que en aquella época no existía la WWW, se navegaba por medio del “shell” y era todo un pastel, Internet era entonces cosas de la élite. Porque yo pertenecí a una generación que aprendió, de la peor manera posible, que escribir “FORMAT: C” es una muy mala idea.

Les cuento todo esto con la propiedad de quien es hija de un par de “excluidos sociales” ¡sí! Así mismo, mis padres se casaron siendo pobres como ratas, no tenía nada más que su trabajo, que era mucho en aquellos tiempos. No tuvieron acceso a la universidad, no sacaron títulos ni mucho menos, y sin embargo trabajaron para tener una “vivienda digna”, cosa que obtuvieron, y luego con más trabajo, compraron otra, que no sé si era más o menos digna, pero servía para pasar los fines de semana. Igual y bajo el mismo esquema compraron carro y me educaron a mí. Nada, absolutamente nada, salía de la teta de “papá gobielno”.

Hoy, comparando el presente con el pasado, no deja de causarme angustia pensar ¿cómo volver a ser lo que fuimos? ¿cómo, si ni tan siquiera recordamos lo que fuimos? Es que hoy nos parece normalísimo ver un vehículo oficial en una marcha electoral del gobierno ¡a nosotros! Nos parece normal a nosotros, que nos escandalizamos con los 20 Jeep de Ciliberto, nos parece normal ver, no uno, ni veinte, sino flotas completas puestas a la orden del caudillo de turno.

Nosotros, que nos quejábamos amargamente por los programas de Luis Herrera Campins, 15 minutos a la semana en su programa “Habla el presidente”, nos callamos tan ricamente ante las horas y horas de un “Aló presidente”, no para saber de la buena o mala marcha del país, sino para enterarnos que al presidente le dio una diarrea o que vendía arañas en su natal Barinas.

Nosotros, que ya ni pensamos en la utilidad de una primera dama, que nos parece secundario y hasta estúpido pensar que tenga algo que ver el ser una persona que pueda llevar una vida familiar normal, con gobernar un país.

Nosotros, que ya vemos y llegamos a celebrar ver la cara de un gobernador en una valla anunciado algo insólito: ¡hizo su trabajo! ¡vaya por Dios! Hay que premiarlo, es ciertamente algo peculiar que alguien haga aquello por lo que le pagan.

Nosotros, que ya ni siquiera lamentamos que nos hayan quitado el derecho a producir para comprar, con nuestro trabajo, una “vivienda digna” y que nos limitamos a agradecer que no nos quiten la que ya tenemos.

Nosotros ¿podríamos escandalizarnos y pedir la cabeza del presidente, como lo hicimos hace años, por haber mal utilizado 250 millones de bolívares (Bs. 250.000,ºº de los actuales)? ¿nos enojaríamos por el mal uso dado a 20 vehículos? ¿conmocionaríamos porque a un museo le falta una mano de pintura?

Puede parecerles tontería, pero recuerdo cuando estaba recién casada que compraba solo Mayonesa Hellman’s, y hoy, soy sincera, me siento servida si encuentro mayonesa, ya no importa la marca y eso me recuerda, cada vez que voy al mercado, como he cambiado yo, como he aceptado la miseria y la escasez como parte funcional de mi vida.

Y es allí, como ese día que vi esa marcha del gobierno (¿antes el gobierno marchaba?) que me acuerdo de mi novio ladilla cuando me recitaba todo empalagoso:

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y, otra vez, con el ala a sus cristales

jugando llamarán;

pero aquéllas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha al contemplar,

aquéllas que aprendieron nuestros nombres…

ÉSAS… ¡NO VOLVERÁN!