Mi abuela materna fue una mujer excepcional, nacida y crecida en una época cuando la educación, aunque en teoría era “obligatoria y gratuita” para todo el mundo, en la práctica era reservada para unos pocos con posibilidades. En consecuencia era una mujer sin educación formal, que aprendió a leer ya llegada la cuarentena, pero era sin duda alguna, una mujer extremadamente inteligente y sabia. Cuando alguien hacía el mal y veía que la justicia humana no le alcanzaría, decía: “Arriba está el que pa’ abajo mira” y llegado el momento en que a esa persona que mal había obrado le ocurría algo malo, sentenciaba: “es que Dios castiga sin palo ni rejo”.
En el año 2009, si mi memoria no falla, tuvimos la oportunidad de ver al presidente Hugo Rafael Chávez Frías, dictar órdenes al Tribunal Supremo de Justicia, y exigirle una pena de prisión de 30 años para la juez María Afiuni. Saltándose uno de los primeros principios de la democracia, ordenó al poder judicial que le dictara pena de prisión, y de allí en más comenzó el viacrucis de esta venezolana. Más allá de la privación de su libertad, comenzó la privación de sus más elementales derechos humano. De haber estado viva mi abuela, seguro hubiera dicho: “arriba está el que pa’ abajo mira”.
La juez fue efectivamente encarcelada, y sometida a múltiples abusos, pero en julio de 2010, la juez manifestó los primeros síntomas del deterioro de su salud, unos bultos se habían hecho presentes en su axila y mama derecha, que por fortuna demostraron que eran benignos, aunque igual requerían tratamiento, mismo que le fue negado.
En diciembre del mismo año, comenzó un cuadro febril, hemorragia y aceleración del ritmo cardíaco, que no fue objeto de tratamiento médico hasta el mes siguiente, cuando hubo de ser operada y se le realizó una extracción total de su útero. Como gran concesión, le otorgaron medida de casa por cárcel.
Pero la gracia no podía ser mucha, así que al tiempo le negaron la posibilidad de salir, aún dentro de las áreas comunes de su edificio, a recibir sol y hacer ejercicio, aún cuando este es un derecho humano de los reos.
Los quistes han seguido creciendo, ya ocupan una cuarta parte de su mama derecha, a la par que presenta una descalcificación ósea, producto de su imposibilidad de recibir sol y su obligatorio sedentarismo.
Pero pareciera que en ese 2009, lo único que sentenció Hugo no fue la prisión y enfermedad de María Afiuni, a la luz de los acontecimientos, parece que otro juicio fue puesto en marcha.
En el primer trimestre de 2011 el presidente le anunció al país que tenía una lesión en una de sus rodillas, que habría de ser operado, y que la lesión era una secuela de su pasado, al menos en lo de “secuela de su pasado” creo que no mintió.
Pospuso un viaje a Brasil, donde habría de entrevistarse con la presidente Dilma Rousseff, y tuvimos oportunidad de verlo caminando con bastón, mismo que usaba aleatoriamente a la izquierda o la derecha.
Cuando por fin realizó el viaje toca la isla de Cuba, donde, según el relato oficial (u oficioso, a saber) el expresidente Castro, con su ojo clínico, le detecta un mal que habría de ser examinado con máquinas menos avanzadas que el ojo del tirano antillano, un cáncer amenazaba su vida… y diría mi abuela, de estar viva: “Dios castiga…”
En menos de dos meses vimos la evolución del enfermo, perdió el cabello y se hinchó como un globo y en cuanto a su “evolución” espiritual, a lo más que llegó fue a suprimir la palabra “muerte” de sus consignas, haciéndome recordar una camiseta que le vi a un muchacho, casualmente cubano. En la camisera resplandecía el lema de la revolución: “PATRIA O MUERTE”, pero la palabra muerte se encontraba tachada, y en letra cursiva fue sustituida por la frase “heridas leves”.
Lo vimos en procesiones, encomendándose a cuanta figura divina existe, José Gregorio Hernández, el Santo Cristo de La Grita, el Sagrado Manto de La Virgen, y hasta las ánimas de la sabana fueron invocadas y posteriormente les fue agradecida la curación milagrosa.
Y ahí de nuevo, vimos al Hugo de siempre, amenazante, violento, apocalíptico, nos mostró un ejército cuyo fin era amedrentar y atemorizar al todo venezolano que osara a contradecirle.
El presidente nos dice que le han sido hechos unos exámenes, y que no ha sido conseguida una sola célula maligna en su cuerpo… ¡Estoy curado! gritaba, y más que un grito de júbilo, lo entonaba como un canto de guerra, “estoy curado, he vencido a la muerte, y ahora, vosotros, mis enemigos, sentiréis mi ira, os destruiré”.
El 21 de Febrero de 2012, el guerrero aparece de nuevo, menos virulento que de costumbre, y nos comunica que le ha aparecido una “lesión”, esta vez no le fue conseguida una sola célula maligna, sino dos centímetros enteros de ellas. Y mi abuelita, de estar viva, habría completado la frase: “… sin palo ni rejo”.
Un tuitero al que aprecio me comentó en estos días su malestar, ante las múltiples peticiones que nos ha hecho para rezar a Dios por la salud del presidente, el tuitero @radiocacharro se preguntaba si ese Dios al que hemos de rezarle por la salud del presidente, es el mismo Dios al que hemos de rezarle por la salud de la juez Afiuni, y la misma juez le respondió: ¡Sí, es el mismo!
Se molestaba él y me decía; ¿Como va a ser el mismo? A Hugo le dan toda la atención médica posible, mientras que a Afiuni la tiran al abandono, negándole hasta los más elementales auxilios.
Tardé días en procesar su indignación, pero por fin tengo la respuesta, gracias a mi abuela que aún fallecida, sigue estando presente en su gran sabiduría de vida, esa que no aprendió en un pupitre, sino en la brega diaria con la vida misma.
Por Hugo se ha prendido la Cruz del Ávila, el Ángel del Amparo en Maracaibo, se han destinado recursos económicos infinitos para gastos médicos, se han comprado los mejores médicos, los más avanzados aparatos de diágnosis, y sin embargo…
Por Afiuni no se prende la cruz del Ávila, ni el Ángel del Amparo, pero en muchos hogares venezolanos se prenden velas y se hacen oraciones, anónimas, sin presencia de cámaras, sin cobertura de prensa alguna. A Dios gracias que por ahora, la salud de la juez, aunque bien deteriorada, es “acomodable”.
Sí mi querido @radiocacharro, es el mismo Dios, ese que, según Doña Carmen, está arriba, mira pa’ abajo y castiga sin palo, ni rejo.
Como el tema está muy serio, y aún me quedan unas líneas libres, voy a animar esto con un chistecito.
Este era un vasco (tienen fama de tozudos) que iba por un camino, cuando de pronto escucha una voz atronadora y sin origen cierto, que le pregunta con dulzura:
*-¿A donde vas, Patxi? *
-¡A Bilbao!
-Si Dios quiere, Patxi, si Dios quiere.
-¡Y si no quiere también!
Y ¡zuas! Se abre en la tierra un hueco que se traga a Patxi, hueco del que tardó medio día en salir.
Al día siguiente se repite la escena:
-¿A donde vas, Patxi?
-¡A Bilbao!
-Si Dios quiere, Patxi, si Dios quiere.
-¡Y si no quiere también!
Y ¡Zuas! El pobre Patxi cae de nuevo en un hueco. Así pasa una semana, hasta que un día:
-¿A donde vas, Patxi?
-¡AL HUECO!
Y es que, querido @radiocacharro, el Dios de Patxi ¡también es el mismo Dios! Que no tendrá palos ni rejos, pero visto está que le sobran huecos y “lesiones”.