¡Bueno! Aquí estamos, ya pasaron las primarias, faltan ahora ocho largos meses para las elecciones presidenciales. Como siempre me preguntan como veo las cosas, especialmente mis amigos, pues hoy las digo, pero aviso, si son de los que andan celebrando y contentos, y si quieren seguir con la nota, ahora mismo cierren esta página y no lean.
De entre todos los candidatos que había, dos eran terribles para la oposición, uno más que otro, pero ambos terribles, uno era Diego Arria, el otro, Capriles Radonski, los dos por el gran rechazo que producen.
Hoy votaron casi 3 millones de personas, opositores todos, de esos 3 millones, 1.800.000 son los votos duros de la oposición, los que votaron por Capriles. Esos votos duros son, ni más ni menos, que los que mantienen la posición de “cualquiera que no sea Chávez”.
Lamentablemente esa posición no se limita a los duros, hay otros, menos duros, que también la mantienen, y eso es… espeluznante.
En 1998, Venezuela estaba hastiada de la corrupción, de la delincuencia en aumento, de la inflación, de la pobreza, de la impunidad, y fue cuando por primera vez escuché aquello: “Cualquier cosa es mejor” ¿que vienen a robar? ¡más que estos no será! ¿que es comunista? ¡paja, eso lo dicen por echarle mierda! ¿que mira como habla, que es violento y ordinario? ¡hay que entender! ¡eso lo hace por ganarse a los cerros, que son al final los que eligen! Y si no funciona, pues en 5 años lo sacamos y ya ¡cualquier cosa es mejor! ¡Y ya! decían, cualquier cosa es mejor, decían.
Luego… luego vino la candidatura de Arias Cárdenas, se pusieron muchos peros, muchos reparos, pero… ¡cualquier cosa es mejor! volvieron a decir.
Años después llegó Rosales, una candidatura falsa que hacía agua por todos lados, una candidatura vendida, apostada al fracaso, también se avisó, se dijo, yo por lo menos hablé mucho al respecto, y me dijeron ¡cualquier cosa es mejor que Chávez!
Henos aquí, 13 años después, los que era niños hoy son jóvenes luchadores, los que ya éramos adultos empezamos a peinar canas cuando no es que los mozalbetes de mi generación no pasan trabajo para peinar las canas, sino para simplemente peinar los pelos cada día más escasos. Deberíamos ser más sabios, por los años, por las canas, por la experiencia, y sin embargo, aquí estamos, para mi horror escuchando que: ¡cualquier cosa es mejor!
Esa frase no es nacida de la razón, es nacida de la desesperación más profunda, y se entiende, pero hay veces…
Cuando era niña mi papá puso su empeño en enseñarme a nadar, pero el miedo no me dejaba, apenas llegaba a flotar y en cuanto dejaba de sentir las manos de mi padre, empezaba a patalear y a hundirme. Ya estaba resignada, yo nunca nadaría.
Un día me fui a una piscina con unas amigas, y yo ahí, flotando agarrada del murito, me soltaba y estiraba la mano para agarrarme de nuevo ¡muuuuuy relajante! Hasta el momento en que fui a agarrar el murito ¡y no estaba! Tal cual como cuando estaba mi padre enseñándome, me fui al fondo con la autonomía de flotación de un plomo de pesca. Medio saqué la cabeza… los adultos parloteaban a un lado de la piscina… ¡al fondo de nuevo! Volví a salir… mis amigas jugaban echándose agua entre ellas, y mientras todo el mundo estaba en lo suyo, ahí estaba yo, viviendo lo que ya me imaginaba como mis últimos minutos ¡ahogada como una pendeja en una piscina por no saber nadar!
No crean, pensé en gritar y pedir ayuda, pero hacer eso con el morro lleno de agua es rejodido. En ese momento me pasó lo que suele sucederme en momentos de crisis, tuve un desdoblamiento de personalidad, me salió “el otro yo del Dr. Merengue” y en ese desdoblamiento me dije. “Ernetinas, no te está viendo nadie, nadie sabe que estás ahogándote, así que o sales de esta sola ¡o no sales! Tú sabes flotar, así que flota, ya después vemos si pegas gritos o como carajos haces para que te saquen de aquí” ¡y floté! Sencillamente traté de superar el pánico y me dejé llevar a la superficie. Una vez que pude respirar, allí tendida en el agua, empezar a gritar se me hizo muy vergonzoso, así que con muchísimo cuidado, empecé a mover las manos… luego los pies, y de pronto ¡gloria a Dios! tenía a mano de nuevo el puto murito de los cojones y ya sabía nadar.
Venezuela se ahoga, más o menos desde hace 200 años, y cada vez que medio saca la cabeza, mira a los lados, ve que nadie se da cuenta de su situación ¡y grita! grita durísimo ¡CUALQUIER COSA ES MEJOR! Y vuelve a sumergirse, a llenarse los pulmones de agua… hasta la próxima oportunidad, cuando el chapoteo le permite medio respirar de nuevo y va con su desesperación… ¡CUALQUIER COSA ES MEJOOOOOOR!… glup glup glup…
No, amigos, no, cualquier cosa no es mejor, haber aceptado y seguir aceptando que cualquier cosa es mejor, es lo que nos ha hundido cada vez más, cada vez se llena más los pulmones, no llega oxígeno al cerebro, cada día nos desesperamos más y nos hacemos más tontos, y contra todo sentido común, contra todo raciocinio, contra toda experiencia pasada, nos convencemos de que “cualquier cosa es mejor”. No lo es, ese convencimiento no viene de la razón, viene de un cerebro víctima de la apoxia que nos tiene a punto de dejarnos vegetales.
Del señor Capriles, hoy puedo decir lo que no pude en los meses anteriores. En primer lugar, el mito de que es un buen gerente, es falso, y eso lo saben quienes tuvieron la oportunidad de padecer su gestión en Baruta. Miranda hoy tampoco es precisamente un icono de la buena gestión gubernamental. Desde el punto de vista político, tampoco es que sea una estrella, y haciendo una análisis ideológico… ¿que ideología? Yo le he visto una sola, la ideología de ver como se agarra el coroto.
Honestamente, no creo que le gane a Chávez, si es que a Hugo, Dios le da licencia para llegar hasta allá. A pesar de todo el dinero invertido en esta campaña, lo cierto es que Capriles apostó al chavismo, al voto chavista, y al voto de los duretes opositores, de los “cualquier cosa es mejor”. Fue una campaña muy dura y radical, una campaña… chavista, y un sector de la oposición no es dura, no están dispuestos a tomar cualquier cosa, no creen que cualquier cosa sea mejor, y ese sector es, ni más ni menos que el 33% de los venezolanos. Esos no votarán por Capriles. Unos votarán, como no, otros lo harán, como ya es tradicional, “con un pañuelo en la nariz”, pero otros… sencillamente no votarán.
Pero aún dando por descontado que ganara, que sé yo, Hugo puede pelar bola, nos enfrentamos a grandes y variados problemas, entre ellos el siguiente… y esto va especialmente para dos de mis amigos que conocen personalmente a Capriles y a su partido, PJ. Tendremos a un déspota, entrando a gobernar en un sistema de libertades abolidas por otro déspota ¿como creen que pinta ese panorama? ¿será que una vez que llegue al poder la humildad le atacará a traición y se apoderará de él?
Me encontré en estos días, por una peli que vi, que en los mapas medievales se describían las zonas especialmente peligrosas o inexploradas con un dragón con la leyenda: “Hic sunt draconis”…aquí están los dragones.
Julio César, el gran emperador romano, cruzó el río Rubicón para rebelarse contra el senado, iniciando así una guerra civil que duraría algunos años, antes de cruzar dijo: “Alea iacta est”… la suerte está echada.
Y bien amigos… el “SS Venezuela Cualquiercosaesmejor” ya ha zarpado, como todo barco que no sabe a donde va, es difícil que le soplen buenos vientos… Alea iacta est sed hic sunt draconis.