Opinión

Los ninis

Anoche, ya tarde… o esta mañana muy temprano, depende de como lo vean, me tuiteó la amiga @AcuarelaAriana a quien de paso recomiendo seguir, es la cosa más dulce que podrán conseguir en el nido del pajarito. El asunto es que me hace una pregunta bien interesante: “¿Como se convence a un nini?".  Algo hablamos al respecto, pero Twitter tampoco da para mucho análisis ni explicación, así que le prometí escribir lo que ahora escribo.

Lo primero es definir que es un nini.  Nini es un mal nombre para definir personas que no están políticamente alineadas, ella me dice que son nini también aquellos empresarios que critican al gobierno pero hacen negocios, esos no son nini, esos están indiscutiblemente alineados, con el gobierno, evidentemente.

La función de la política es solucionarnos a los ciudadanos aquellos problemas que por alguna razón no podemos solucionar por nosotros mismos.  Viene a ser lo mismo que hacemos cuando elegimos una junta de condominio, lo hacemos porque hay problemas que nos son comunes y que no podemos resolver de forma individual, verbigracia arreglar los ascensores, contratar personal mantenimiento o seguridad y cosas por el estilo.  En el caso de un país son más asuntos a resolver, por ejemplo, administración  de justicia, suministro de servicios públicos básicos, resguardo del territorio e interacción con otros miembros de la comunidad internacional.

Usamos la política para esto, tanto en el condominio como en el país, por los mismos motivos, necesitamos que esas cosas funciones y funcionen bien para poder nosotros dedicarnos a nuestros asuntos individuales, que no son otros que producir y mantener un nivel de vida cómodo para nosotros y los nuestros.  Esa es la función de la política.

En el momento en que la política deja de cumplir con el objetivo de solucionarnos esos problemas, deja de tener sentido, y es cuando muchos ciudadanos, percatándose de la inutilidad de la política, la abandonan como medio de interacción con la sociedad.

Así tenemos que entre 1958 y 1973 la abstención tuvo un promedio de 5,87%, elevándose a 12,43% en 1978, siguiendo una curva ascendente que alcanza su máximo en 1989 con un 54% y alcanzando su pico más bajo en 1998 con 36,54% (según datos CNE).

Quiero aquí hacer un paréntesis para señalar que nuestra Constitución Nacional, pacto social de importancia donde los haya, fue aprobado con un espeluznante 55,53% de abstención, es decir, ni aún cuando todos los votantes hubiesen votado aprobando la Constitución, esta cuenta con una mayoría.

En resumen, los mal llamados “nini” son de un mensaje claro y contundente, aunque dicen que el abstencionista no dice nada, a mi juicio transmite un mensaje: “El sistema no funciona”.

Tiene el no alineado la certeza de que el gobierno no le soluciona sus problema, pero tiene también la certeza de que la oposición tampoco lo hará, la desconfianza va más allá de la ideología, los partidos o las personas, la desconfianza es en el sistema propiamente dicho.
¿Como invertir esto? Bueno, como ya hemos visto la desconfianza en el sistema se destruyó progresivamente, y revertir la tendencia tiene que hacerse de la misma forma, la única forma es que llegara al frente de la administración del estado un grupo de personas que, primero, entendieran las necesidades de la gente, y segundo, que las solucionara.

Ahora bien ¿cuales son esas necesidades? Los requerimientos son universales, la gente quiere lo mismo aquí que en cualquier otro país:

TRABAJO:
En los actuales momentos quienes trabajamos lo hacemos no gracias al estado sino muy a pesar del estado.   Esto empieza por emprender una idea, cosa bastante difícil y llena de trabas burocráticas, hasta el ejercicio de esa idea.  A los emprendedores se les asfixia con permisos, licencias, impuestos, patentes y demás necedades, sin descontar por supuesto, la corrupción.
Eso lo sabemos todos, quien tiene un negocio ya está acostumbrado a la larga peregrinación de funcionarios, INCE, IVSS, SENIAT, gobernación, alcaldía… a veces pidiendo papeles y a veces en simple y llanos actos de corrupción.
Por descontado que estas dificultades al libre emprendimiento va en detrimento de la creación y mantenimiento de puestos de empleo.

SEGURIDAD PERSONAL Y PATRIMONIAL:
Quien trabaja genera un dinero que quiere disfrutar o invertir, y quiere hacerlo con seguridad.  Lo mismo quien decide comprarse por gusto un par de zapatos muy caros, o un teléfono, está en su pleno derecho a hacerlo, lo hace con dinero que ha producido honestamente y debería poder hacerlo sin tener que preocuparse por si ese gusto le puede costar una lesión o su propia vida.
Lo mismo si invierte, debería poder invertir o ahorrar sin preocuparse de si ese ahorro le va a ser arrebatado bien sea por malvivientes o por el estado (que hoy día viene a ser más o menos lo mismo).

ESTABILIDAD DEL VALOR DE LA MONEDA:
Si una persona genera un dinero en exceso, que pueda ahorrarlo sin preocuparse de si ese dinero perderá su valor a lo largo del tiempo.  Que quien quiera, por decir algo, comprar un carro que cuesta 100 mil, y no lo tiene, pueda ahorrar en dos años ese dinero,  para esa fecha a lo mejor ya no le costará los mismos 100 mil, pero tampoco de le elevará a 300 mil.

Entonces, tenemos que básicamente lo que pide un ciudadano es paz, paz para producir, para disfrutar de lo producido, y una economía estable que le permita la planificación de sus finanzas, ahorro incluido.  Eso es todo.

Muy lamentablemente lo que tenemos en los actuales momentos son candidatos (salvo honrosas excepciones) que nos presentan como aval para llegar a la presidencia en haber comido mortadela cuando eran jóvenes y destrozar el idioma como demostración de su pertenencia al “pueblo”.  Por otro lado, sus ofertas electorales se limitan a ofrecer casas, escuelas, hospitales y carreteras.

No hay forma posible de convencer a un “nini” de que quienes ofrecen eso puedan significar un cambio, porque lo cierto es que ni una casa, ni una escuela, ni un hospital le resuelve en lo más mínimo el tema del trabajo, ni la seguridad, ni el valor de su dinero.

Un ciudadano que produce, que no teme por su vida y que tiene un dinero estable, puede perfectamente comprarse una casa de acuerdo a su gusto y posibilidad, puede pagar un seguro médico que le permita cubrir las necesidades sanitarias de su familia, puede pagar una educación de calidad para sus hijos, lo que no puede es hacerse el entorno donde esto sea posible y esa debería ser la función de la política, pero no lo es hoy día.
Anoche, ya tarde… o esta mañana muy temprano, depende de como lo vean, me tuiteó la amiga @AcuarelaAriana a quien de paso recomiendo seguir, es la cosa más dulce que podrán conseguir en el nido del pajarito. El asunto es que me hace una pregunta bien interesante: “¿Como se convence a un nini?".  Algo hablamos al respecto, pero Twitter tampoco da para mucho análisis ni explicación, así que le prometí escribir lo que ahora escribo.
Lo primero es definir que es un nini.  Nini es un mal nombre para definir personas que no están políticamente alineadas, ella me dice que son nini también aquellos empresarios que critican al gobierno pero hacen negocios, esos no son nini, esos están indiscutiblemente alineados, con el gobierno, evidentemente.
La función de la política es solucionarnos a los ciudadanos aquellos problemas que por alguna razón no podemos solucionar por nosotros mismos.  Viene a ser lo mismo que hacemos cuando elegimos una junta de condominio, lo hacemos porque hay problemas que nos son comunes y que no podemos resolver de forma individual, verbigracia arreglar los ascensores, contratar personal mantenimiento o seguridad y cosas por el estilo.  En el caso de un país son más asuntos a resolver, por ejemplo administración justicia, suministro de servicios públicos básicos, resguardo del territorio e interacción con otros miembros de la comunidad internacional.
Usamos la política para esto, tanto en el condominio como en el país, por los mismos motivos, necesitamos que esas cosas funciones y funcionen bien para poder nosotros dedicarnos a nuestros asuntos individuales, que no son otros que producir y mantener un nivel de vida cómodo para nosotros y los nuestros.  Esa es la función de la política.
En el momento en que la política deja de cumplir con el objetivo de solucionarnos esos problemas, deja de tener sentido, y es cuando muchos ciudadanos, percatándose de la inutilidad de la política, la abandonan como medio de interacción con la sociedad.
Así tenemos que entre 1958 y 1973 la abstención tuvo un promedio de 5,87%, elevándose a 12,43% en 1978, siguiendo una curva ascendente que alcanza su máximo en 1989 con un 54% y alcanzando su pico más bajo en 1998 con 36,54% (según datos CNE).
Quiero aquí hacer un paréntesis para señalar que nuestra Constitución Nacional, pacto social de importancia donde los haya, fue aprobado con un espeluznante 55,53% de abstención, es decir, ni aún cuando todos los votantes hubiesen votado aprobado la Constitución, esta cuenta con una mayoría.
En resumen, los mal llamados “nini” son de un mensaje claro y contundente, aunque dicen que el abstencionista no dice nada, a mi juicio transmite un mensaje: “El sistema no funciona”.
Tiene el no alineado la certeza de que el gobierno no le soluciona sus problema, pero tiene también la certeza de que la oposición tampoco lo hará, la desconfianza va más allá de la ideología, los partidos o las personas, la desconfianza es en el sistema propiamente dicho.
¿Como reinvertir esto? Bueno, como ya hemos visto la desconfianza en el sistema se destruyó progresivamente, y revertir la tendencia tiene que hacerse de la misma forma, la única forma es que llegara a frente de la administración del estado un grupo de personas que, primero entendieran las necesidades de la gente, y segundo, que las solucionara.
Ahora bien ¿cuales son esas necesidades? Los requerimientos son universales, la gente quiere lo mismo aquí que en cualquier otro país:
TRABAJO:
En los actuales momentos quienes trabajamos lo hacemos no gracias al estado sino muy a pesar del estado.   Esto empieza por emprender una idea, cosa bastante difícil y llena de trabas burocráticas, hasta el ejercicio de esa idea.  A los emprendedores se les asfixia con permisos, licencias, impuestos, patentes y demás necedades, sin descontar por supuesto, la corrupción.
Eso lo sabemos todos, quien tiene un negocio ya está acostumbrado a la larga peregrinación de funcionarios, INCE, IVSS, SENIAT, gobernación, alcaldía… a veces pidiendo papeles y a veces en simple y llanos actos de corrupción.
Por descontado que estas dificultades al libre emprendimiento va en detrimento de la creación y mantenimiento de puestos de empleo.
SEGURIDAD PERSONAL Y PATRIMONIAL:
Quien trabaja genera un dinero que quiere disfrutar o invertir, y quiere hacerlo con seguridad.  Lo mismo quien decide comprarse por gusto un par de zapatos muy caros, o un teléfono, está en su pleno derecho a hacerlo, lo hace con dinero que ha producido honestamente y debería poder hacerlo sin tener que preocuparse por si ese gusto le puede costar una lesión o su propia vida.
Lo mismo si invierte, debería poder invertir o ahorrar sin preocuparse de si ese ahorro le va a ser arrebatado bien sea por malvivientes o por el estado (que hoy día viene a ser más o menos lo mismo).
ESTABILIDAD DEL VALOR DE LA MONEDA:
Si una persona genera un dinero en exceso, que pueda ahorrarlo sin preocuparse de si ese dinero perderá su valor a lo largo del tiempo.  Que quien quiera, por decir algo, comprar un carro que cuesta 100 mil, y no lo tiene, pueda ahorrar en dos años ese dinero,  para esa fecha a lo mejor ya no le costará los mismos 100 mil, pero tampoco de le elevará a 300 mil.
Entonces, tenemos que básicamente lo que pide un ciudadano es paz, paz para producir, para disfrutar de lo producido, y una economía estable que le permita la planificación de sus finanzas, ahorro incluido.  Eso es todo.
Muy lamentablemente lo que tenemos en los actuales momentos son candidatos (salvo honrosas excepciones) que nos presentan como aval para llegar a la presidencia en haber comido mortadela cuando eran jóvenes y destrozar el idioma como demostración de su pertenencia al “pueblo”.  Por otro lado, sus ofertas electorales se limitan a ofrecer casas, escuelas, hospitales y carreteras.
No hay forma posible de convencer a un “nini” de que quienes ofrecen eso puedan significar un cambio, porque los cierto es que ni una casa, ni una escuela, ni un hospital le resuelve en lo más mínimo el tema del trabajo, ni la seguridad, ni el valor de su dinero.
Un ciudadano que produce, que no teme por su vida y que tiene un dinero estable, puede perfectamente comprarse una casa de acuerdo a su gusto y posibilidad, puede pagar un seguro médico que le permita cubrir las necesidades sanitarias de su familia, puede pagar una educación de calidad para sus hijos, lo que no puede es hacerse el entorno donde esto sea posible y esa debería ser la función de la política, pero no lo es hoy día.