Estando mis padres recién casados se fueron a vivir al interior de la República, donde posteriormente nacería yo. Allí armaron lo que fue su primer hogar, en una capital de provincia que reflejaba fielmente aquello de “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra”.
En fin, el asunto es que empezaron las mujeres de la urbanización a revolotear alrededor de la joven recién casa, dizque para ponerse a la orden, eufemismo usado por las viejas chismosas de cualquier vecindad para averiguarle la vida a los recién mudados. Pero sirve esto para que los recién mudados conozcan las mañas de sus nuevos vecinos.
Así entre le tocó a mi madre conocer a la indiciadas, y allí que llegó una de ellas, en medio de una conversación y sin venir a cuento, a lanzar su proclama: “porque mi marido me quiere mucho, y cualquiera que venga a decirme que me es infiel, se convierte en mi enemiga”. Aparentemente a nadie sorprendió el extraño comentario, solo a mi madre, que luego se enteraría que a frase la repetía la señora a todo aquel a quien le dirigiera la palabra por primera vez y con quien tuviera expectativas de relacionarse a largo plazo, que era el caso de mi madre.
Pues nada, como se lo imaginarán, la señora era la cornuda más grande de toda la urbanización, el marido no solo le montaba los cuernos, sino que lo hacía sin pudor ni recato.
En dos platos, que la buena señora no era que no quería enterarse de aquello que ya sabía de sobra, era que no quería llegar a la tesitura de enfrentar ante un tercero su condición de cornudidad, que el marido no era solo que le montaba los cuernos, sino que lo hacía con total desaprensión de que ella se enterara, lo cual no era precisamente una demostración del gran amor que, según ella, él le profesaba.
Bueno, quien diría que esta es una actitud tan corriente en el venezolano, que teniendo un poquísimo respeto por sí mismo, porta los cuernos con orgullo, y lo que considera ofensivo son los cuernos, sino que se los recuerden.
En estos momento veo algo que hace unos 5 años hubiera sido impensable, la oposición defendiendo con uñas y dientes, nada más y nada menos que al primer impulsor del programa Maisanta, sí, aquel mismo que no fue más que la versión mejorada y ampliada de la lista Tascón. El mismísimo programa que sirvió para desunir familiar, para lanzar a miles de padres de familia a la desesperación, aquel programita que se usó para segregar a una parte de la población. ¿Será que se acuerdan? No creo, aquel horror que se daba en todos sitios, que podía ser lo mismo para sacar un crédito que para conseguir trabajo o atención médica, y hasta para comprar las divisas que por derecho corresponden a los venezolanos, se escuchaba entonces la terrible frase: “¿Tú firmaste? ¡ay, vale! ¡estás fregado!”.
Hoy resulta que aquello ya no importa, y hoy, paradojas de la vida, defienden a Ismael García como si fuera el Santo Niño de Atocha, y lo defienden precisamente de quien fue su compinche de correrías.
¿Y que ha hecho el señor García para merecer tan sentida defensa? ¿como es que pasó de victimario a víctima? ¿pidió acaso perdón a sus víctimas? ¿explicó siquiera que lo motivó a promover aquello? ¿dio alguna razón de por que se arrodilló a los pies del Moloch que tenemos por presidente y le ofreció gozoso la vida de su compatriotas?… ¡NOP! Nada de eso.
La cosa fue sencilla, después de haber servido a sus propios hermanos en bandeja de plata, el Moloch le pidió algo que era mucho más valioso, le pidió que le pusiera a su disposición su cuota de poder, que renunciara a su partido, a ese músculo político que le permitía hacer negocitos varios, dentro y fuera de la política, y ¡acabáramos! ¡hasta ahí podíamos llegar! Porque una vaina es entregar a una cuerda de güevones y otra muy distinta entregar lo que me da el bibullo parejo.
Y en fin, que aquí estamos, defendiendo a Ismaelito, el jefe máximo del Comando Maisanta, ese que arrojó muy serias sospechas sobre unas elecciones, que esa es otra jamás explicada.
Entonces, le pidieron el culo de su hermana, y dio el culo de su hermana, le pidieron el culo de su hermano, y dio el culo de su hermano, le pidieron el culo de su madre, y solo le faltó ponerle una flor en el ojete para dar la ofrenda en bonitas condiciones, pero cuando le pidieron su propio culo ¡oh! ¡despertó! Entonces ese día se dio cuenta que el tirano es un abusador bastante sátiro que quería cogerse a todo el mundo.
Lo cómico es que cuando les recuerdo esto, la respuesta es… el silencio más absoluto. No hay siquiera una disculpa inventada, nada, lo único que hay es el gesto de bajar la cabeza, pero no por vergüenza, sino simplemente para apartar la vista de esos cuernos de los que sabiéndose portadores, no quieren que nadie les recuerde.
Hablaba en estos días con un cliente sobre una trabajadora que fue sonsacada por una empresa de la competencia y que le robó información a él para llevarla a otro lado, parece que es práctica común. Yo jamás emplearía a alguien así, porque alguien que así actúa demuestra su desprecio más absoluto por el concepto de lealtad, y tener a mi lado, como amigo, a un traidor, no se me hace nada sensato. Si encima la traición ha sido contra mí misma, ya no digamos nada.
Se puede perdonar una traición, como no, eso es quizá cosa de seres evolucionados espiritualmente que no sucumben a emociones tan bajas como el rencor o el resentimiento. Pero olvidar de plano que el traidor fue traidor, ya es directamente y sin duda alguna de imbéciles redomados.
¿Que si Venezuela saldrá de Hugo algún día? Puede que sí, pero definitivamente no será ahora, aún cuando Hugo muera, cosa que pareciera probable y cercana, no nos libraremos de Hugo, porque Hugo, y lo he dicho varias veces, no es ya un hombre, es una institución, es una idiosincrasia, es una forma de hacer política y negocios, cuando vemos episodios como el que nos ocupó la tarde de ayer, no vemos otra cosa que un Hugo Vs. Hugo, son huguitos tirándose los puñales como liguita, es todo. Salir realmente de Hugo, más allá de su desaparición física del plano político, requiere de un pueblo que tenga por lo menos la dignidad de recordar a sus traidores.
Viriato fue un valiente militar lusitano, que logró derrotar varias veces nada menos que al imperio Romano, así una vez tras otra les forzó a firmar acuerdos de paz. Un día envió a tres de sus mejores hombres a firmar uno de aquellos acuerdos, pero a esos hombres, Audax, Ditalcos y Minuros les ofrecieron un soborno para matar a su jefe. Así lo hicieron, y cuando volvieron a reclamar su pago recibieron una sola respuesta antes de ser degollados: “Roma traditoribus non praemiat”… ¡Roma no paga traidores!
Venezuela sí que los paga, y más aún, los defiende y cuida con mimo, aún cuando la traición haya sido en su propia sangre.
En cuanto a Ismael ¿que puedo decir? Que se consuele de la traición de su panita-compinche-casi-hermano, recordando el placer que sentía y los réditos que sacó de traicionar a su propio pueblo. Lo mismo y eso le hace la pena más llevadera.
No espero muchos comentarios, bajar la cabeza y apartar la vista es lo mejor. Después de todo lo que duele no son los cuernos sino la jodedera de los amigos. Queda así demostrado que en la política venezolana son muchos los que tienen la suerte del cabrito que si no lo matan de chiquito, crece pa’ ser cabrón.