Opinión

Puentes al abismo

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Para evitar que mis escritos se conviertan en un suerte de colección epistolar, esta respuesta no será modelo carta, pero sí que será una respuesta que espero ilustre un poco mi punto de vista.

Cada vez que yo escucho la expresión “tender puentes” referida al chavismo, me da un yuyu, porque me parece el colmo de la falta de sentido común, y peor, expresado justamente como si fuera la exaltación del mismo.  La última vez que lo pensé fue al ver a los chavistas en Anzoátegui, pidiendo fusiles “si se prende el peo”.

El problema es, precisamente, el concepto que ellos tienen de “prender el peo”.  Por ejemplo, el día 5 de Julio, día del bicentenario de la firma del acta de nuestra independencia, la diputada María Corina Machado, por quien sea dicho de paso no siento simpatía alguna, asistió al acto del desfile conmemorativo y a su salida fue agredida por simpatizantes del oficialismo ¿la razón? Bueno: “es que su asistencia fue una provocación”.

Como dije, la diputada Machado no me inspira la menor simpatía, vamos, que no votaría por ella, pero lo cierto es que tenía tanto derecho a estar allí como cualquier venezolano, y quizá más puesto que ella puede hacerlo en representación de muchos venezolanos que por ella votaron.

Pero el caso es que para muchos chavistas, su sola presencia es una provocación, ergo, es “prender el peo”.

Durante muchos años me he dedicado al estudio de la Guerra Civil Española (GCE), y aunque lamentable el hecho, desde el punto de vista historiográfico es muy afortunado, pues nunca (ni siquiera hoy) una guerra había sido documentada tan ampliamente por todos los bandos en conflicto, y quizá la descripción más sucinta y ajustada a la realidad que he escuchado jamás de aquella guerra es que: “la Guerra Civil Española fue la mitad de un pueblo queriendo matar a la otra mitad, y esa otra mitad, negándose a morir”.

En realidad de eso se trata todo, empieza con un sector que niega la existencia de un sector, pero la guerra comienza cuando ese otro sector se niega a dejar de existir, cosa humana por demás.  Para evitar la guerra se necesita una de dos cosas, o que los primeros acepten la existencia de los segundos, o que los segundos acepten mansamente su exterminio.

Por supuesto, como dice el refrán, “después que uno se casa, le sobran novios”, y la GCE no podía ser la excepción, hoy llueven teóricos que sacan mil hipótesis de como se pudo evitar la guerra, pero lo de siempre, si mi abuela tuviera ruedas, yo sería bicicleta.

Aquella guerra se pudo evitar, claro está, si uno de los bandos, específicamente el republicano, hubiera aceptado que los otros existían, y que tenían todo el derecho del mundo a hacerlo, pues después de todo, todos eran españoles. Se hubiera evitado si la CEDA (suerte de MUD de entonces) hubiera tenido una posición más frontal y de alguna manera hubiera hecho imperar el respeto y las leyes.  Pero como dije, “si mi abuela tuviera ruedas…”, el asunto es que no lo hicieron, y en medio de la desesperación de un pueblo, o la mitad de un pueblo, que sentía en riesgo su modo de vida, y más aún, su vida misma, surgió un movimiento mucho más radical, dispuesto a defender su vida con sangre, si era necesario. Y vaya si fue necesario.

La misma guerra mundial fue el producto de la llamada política de apaciguamiento que no era otra cosa que “tender puentes”, fue el proceder sensato, lógico y civilizado del que tan orgulloso se sintió Chamberlain, que apenas llegando a Inglaterra declaró orgulloso: “he traído la paz del siglo al mundo”, frase que le haría pasar a la historia como un solemne gilipollas, porque no había pasado aún un año cuando estallaba la ya inevitable II Guerra Mundial.

Pero como cosa curiosa, después de Hitler haberse merendado media Europa, Wiston Churchill pronunció en un discurso lo que sería una de sus frases más famosas: “¿Qué les puedo ofrecer? Solo puedo ofrecerles sangre, sudor y lágrimas. Y la victoria final, porque sin victoria no hay supervivencia”.  Paralelamente, y en un sorprendente acto de cinismo que sin duda se tragarían enterito los “tiendepuentes”, Hitler dijo: “Dios sabe que he querido la paz”.

Aun que puede sonar poco piadoso y menos civilizado, a veces la mejor forma de evitar males mayores es pararlos a tiempo, y eso no siempre se consigue “tendiendo puentes”, sino al contrario, cortando caminos antes que la cosas lleguen más lejos.  Dicho de otro modo, un coñazo bien sentado a tiempo, muchas veces evita una puñalada.

¿Tender puentes? ¿con quién? Porque yo, y esto es muy particular, no puedo, y honestamente tampoco quiero, tender puentes con alguien que me amenaza.  Yo no puedo tender puentes a quien me dice que mi sola existencia es una provocación, porque lo cierto es que no hay una sola razón para evitar ir a un evento público solo porque mi presencia incomoda, igual que tengo derecho a expresar mi pensamiento, a tener y usar mis propiedades, a disponer de ellas, a buscar la felicidad del modo que yo la entienda, siempre que esto no signifique lastimar a nadie, tengo derecho a desarrollarme,  crecer como persona, sin limitación alguna. En resumen, tengo derecho a existir, y mientras ese derecho no me sea reconocido, no hay puentes que tender, porque ese puente no conduce a otro lado que no sea mi propio exterminio, y a eso creo que muy poca gente esta dispuesta.

La paz, cuando se basa en la suspensión de los derechos fundamentales, que no son otros que la vida, la búsqueda de la felicidad y el derecho a la propiedad del propio ser y de sus bienes, no es paz, es esclavitud y oprobio.

Señores, no sé si lo entienden o no, pero estamos al borde de una guerra fratricida, así de crudo, estamos a pelo de rana calva de matarnos unos con otros, aquí hay un sector del pueblo que le está negando la existencia al otro sector y solo falta que ese otro sector se niegue a morir para que la guerra estalle.

Si hay una forma de evitar que eso pase, no es “tendiendo puentes”, no es dejando pasar las cosas bajo la mesa con el argumento de “ay, pobrecitos, hay que mostrarles benevolencia y cortesía porque sino se pueden asustar”, muy por el contrario, la forma de evitar esto es hacerles entender que las acciones tienen consecuencias, que si le pretenden negar a alguien el derecho a la existencia, ese alguien puede y debe defenderse, que si sueltan un carajazo, en justicia recibirán otro, que no puedes robar lo de otros sin que ese otro actúe en defensa de su propiedad.

La única, entiéndase bien, la única forma de conseguir la paz, es que todos entendamos que aquí o vivimos todos y nos respetamos, o no vive ninguno.

Por otro lado, veo ya los comentarios de algunos, “los venezolanos no somos así, este es un pueblo pacífico”. ¡Por Dios! No hay más recordar que tuvimos la guerra de independencia más larga y violenta de todo el continente, mucho más cerca, recordar el Caracazo, o ver las estadísticas de muertes violentas para entender que de pacífico no tenemos nada.

Así que cada quien que piense como quiere acabar esto, si imponiendo el respeto a como dé lugar, o dejándose exterminar.

Me despido, amigos, con otra frase de Churchill: “no dejéis el pasado como pasado, porque pondréis en riesgo vuestro futuro”.

Lo siento, es lo que hay.