Opinión

La renuncia

Bien, a lo largo de los años he paseado por todas las ideologías, muy joven fui comunista, y esto lo digo sin sonrojo. Fui comunista porque es una ideología que si uno no profundiza mucho, es bonita. Lo agradezco, de ellos aprendí el arte de la dialéctica, que no deja de ser útil e interesante. Pero pasado el tiempo me di cuenta que es absolutamente imposible que se imponga un comunismo por otra vía que no sea la de la fuerza, puesto que el comunismo va en contra de la naturaleza humana.

De ahí pasé al socialismo, y me duró muy poquito, porque no tardé en darme cuenta que era inviable e insostenible. El socialismo obvia lo mismo que obvia el comunismo, que todo tiene que ver con todo, que la riqueza es creada por el hombre para su propio beneficio y que aún siendo así, termina por beneficiar a otros. Destruir riqueza no es una forma viable de mantener una sociedad, y si la sociedad dice que hay que proteger al desempleado, al anciano que no ahorró, al pobre, al sin techo, y esto se hace en detrimento de quien trabaja por tener sus ahorros, su techo y todos sus necesidades cubiertas, pues la cuenta no es difícil de sacar, lo que conviene es trabajar menos y que lo mantengan a uno los pendejos que trabajan.

También tuve mi etapa fascista, o para ser más específica, nacional católica, y de nuevo me duró muy poquito, al final me di cuenta que era más o menos la misma pistolada que las anteriores, inviable.

Encontré entonces que lo que más se me acomodaba era el liberalismo, al menos en su teoría, su máxima teoría: ¡la libertad de elegir!

Más andando un largo camino me tropiezo con los liberales, los que quieren o pretenden llevar esto a la práctica. Conocidos estos, me veo obligada a mi última renuncia ¡tampoco soy liberal! Y llegados a este punto, se me acabaron las opciones. Todos los nombres están tomados y ninguno se adecúa a lo que pienso y siento.

Pero me siento de alguna manera obligada a decir porque ya no me llamaré liberal.

Yo me llamé liberal no porque leyera a Adam Smith, Hayek o Friedman, sino porque tengo unas creencias muy arraigadas en torno a La Libertad, y que coincide en gran parte con lo que ellos proponen, yo no leí La Riqueza de las Naciones y me convenció, sino que la leí y me pareció muy acertada, porque eso mismo pienso yo.

Pero se me complica la cosa cuando veo que los liberales aplican su amor por la libertad especialmente en el ámbito económico, y que están muy dispuestos a sacrificarla en las demás áreas siempre cuando sea en beneficio del dinero.

Yo no puedo compartir esa filosofía, ¿que clase de creyente es aquel que permite que se profane al santo siempre que no se metan con la limosna?

La Libertad es UNA, así, con todas sus letras en mayúsculas, y tiene derivados, la libertad de expresión, la libertad económica, la libertad de consumo, la libertad de pensamiento, la libertad de creación… todas derivadas de una sola… ¡La Libertad!

Si hay algo que me convence de la existencia de Dios, es precisamente esa relación que tiene todo con todo, aunque en un principio no sea evidente y esto mismo pasa con La Libertad, que sea dicho de paso, es tan, pero tan maravillosa, que es sagrada, siendo que el mismo Dios la dio a los hombres, para bien y para mal. La llamó libre albedrío, o lo que es lo mismo, libertad de elegir.

Supongamos que vivimos en una dictadura, de esas que maravillan a muchos porque permiten la libre empresa. Y supongamos que en esa dictadura yo decido que es una buena idea formar un partido político de corte corporativo, un partido político que amén de partido sea una empresa productiva, de la que me puedo lucrar yo, y sus militantes también. Pero eso no lo permite esta dictadura, porque prohíbe los partidos políticos y con eso ya mi idea empresarial se va al caño, o al coño, como prefieran.

Entonces, eres totalmente libre de comerciar con cuanto plazcas… menos con ciertas cosas. ¡Que contrasentido! Ahí el “totalmente libre” se va al carajo, porque es paja, no eres totalmente libre, eres parcialmente libre. Y ahí se me enreda el papagayo con los liberales, porque defienden la libertad que les atañe, porque las restricciones de una eventual dictadura no les afectan, pero mi libertad se puede ir a comer un nabo.

A mi juicio estos no son liberales un carajo, pero como aunque viven soltado pestes de la democracia la usan a placer, y como quiera que ellos son más y yo menos, pues la que no soy liberal soy yo. Porque algo es cierto, en ese patio no cabemos los dos, o no son liberales ellos o no soy liberal yo, pero los dos, no puede ser.

Otro tema en el que no comulgo con los liberales es en su pacifismo extremo y condena absoluta de la violencia. Para mi la violencia es legítima cuando se ejerce en defensa propia. Si alguno me ataca para despojarme de mis bienes, sea este un bien tangible o intangible, estoy en mi derecho total y absoluto de devolverle el ataque para impedírselo, es más, no solo es un derecho, sino hasta una concordancia con mi ideología, yo tengo que reconocerle a quien me ataca el derecho de acabar con la única vida de la que puede disponer ¡la suya!

Así que no, tampoco soy liberal, seguiré sin nombre, tampoco creo que el nombre sea tan importante, es solo un accesorio.

¡Renuncio! Renuncio a llamarme liberal, pero no renuncio en modo alguno a La Libertad, así como la conozco, como la amo, plena, completa, sin restricciones, honesta, pura, sin estar nunca dispuesta a la prostitución. Renuncio al liberalismo en nombre de mi libertad, no puede ser de otro modo.

Bueno, al final resulta que lo que esto me recuerda es el poema de Andrés Eloy Blanco, La renuncia

He renunciado a ti. No era posible
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.

Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño…