Opinión

Pues sí, Carolina, es una intromisión

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Mi amiga Carolina Gómez Ávila me dice que soy una exagerada, lo mismo y tiene razón, eso no lo dudo, pero vamos a desarrollar la idea.

Todo empezó por una afirmación que hice: “La relación laboral es entre patrón y empleado, cualquier intromisión de un tercero, es inaceptable”, ella lo pone en duda, o mejor dicho, cuestiona mi radicalismo, pues si lo pongo así, entonces toda legislación laboral sería una intromisión, bajo mi punto de vista, inaceptable. Ese es su argumento.

¿Son las legislaciones laborales inaceptables? ¡sip! Yo sostengo que lo son, y no solo son una intromisión, sino que por regla general van en detrimento del trabajador más que del patrón ¡no me defienda compadre!

En manos del socialista más socialista que ha ocupado la presidencia de Venezuela, padrino espiritual y político de nuestro actual presidente, se hizo una reforma que recuerdo especialmente, la de protección para la mujer trabajadora.  A la sazón a una mujer embarazada no se le puede despedir, hay que darle seis meses libres y pagados por cada embarazo y alguna cosa más que no recuerdo por los momentos.

¿El resultado? Pues bien, una prima mía, ingeniero químico para más señas, hizo un magister en petróleo, gas y petroquímica, y con semejante titulazo se fue a buscar trabajo, para recibir una respuesta lapidaria: “tienes una excelente formación, justo lo que estamos buscando… ¡peeeero! ¡eres mujer!”, para completar la burla le preguntaron si no tenía algún amigo, hombre, que pudiera cubrir el cargo.  Y ojo, esto fue en una empresa del estado, ya saben cual.

Cuando un patrón introduce en su empresa un empleado, invierte en él algunos recursos, entre otros, tiempo de formación para que esta persona esté más capacitada para el ejercicio de su cargo y resulta que le dicen que por ley, esos recursos se van a la basura durante seis meses si la mujer sale embarazada, que tiene que pagarle no solo a ella, sino a quien habría de suplirla (en quien también tiene que invertir tiempo de formación aunque solo ocupará el cargo por seis meses).  La cuenta no es difícil de sacar, emplear a una mujer en edad fértil, no es rentable.

La conclusión es la lógica, gracias a la “protección” de la ley, es más difícil para una mujer conseguir un empleo que para un hombre. Y ojo, la cosa no es negociable, no podría la mujer decir que renuncia a sus seis meses de baja por maternidad, porque como todos sabemos, los derecho de ley, al menos en este ámbito, son irrenunciables.  Con lo cual la mujer queda atada de pies y manos para administrar de la forma que mejor le parezca su capital, que no es otro que su capacidad laboral.  Al final tenemos que un tercero, que ni vela tiene en el entierro, decide en una relación de dos, donde los dos implicados terminan por ser invitados de palo al manejo de sus propios intereses.

Vamos a otro punto básico de las legislaciones laborales, el salario mínimo.  Es indudable que es mejor ganar 100 que 50, pero hay empresas que bien por sus costos operativos o por cualquier otra razón no pueden pagar 100, sino 50, y la ley se los impide, con lo cual pues no contratan a ninguno.  Entonces tenemos a unos posibles empleados, que pudieron ganar 50, pero como es de ley que ganen 100, quedan ganando 0, porque no tienen el empleo que les pudo dar los 50.

Aquí pierde el empresario, que no puede emprender y el trabajador, que no puede trabajar… insisto ¡no me defienda compadre!

En los EEUU de hoy, tomada por muchos como la Meca del libre mercado (y nada tan falso), la legislación laboral se ha ido endureciendo a lo largo del tiempo, y los resultados no han podido ser más desastrosos, las empresas, incluso empresas típicamente useñas, como General Electric, se han mudado a países con legislaciones laborales más flexibles, como la India o China.

No hablaré de China, donde su régimen político es el que todos sabemos, pero por ejemplo la India ¿han salido favorecidos o perjudicados los trabajadores indúes? y la contraparte a esta pregunta, los trabajadores estadounidenses ¿han salido favorecidos o perjudicados con sus propias leyes de protección laboral?

La respuesta no puede ser más contundente.  En los últimos 10 años más de 60 millones de indúes han salido de la pobreza para formar parte de una pujante clase media, mientras que los estadounidenses no cesan de empobrecerse y depender cada día más del estado, perdiendo así su autonomía legendaria que les llevó a hacer de su país una referencia de progreso, libertad y bienestar.

Cierto es que 60 millones de entre mil y tantos de millones, no parece mucho, pero sin duda es un gran comienzo, sobre todo cuando parece que la tendencia es a seguir saliendo de la pobreza, y no ingresar en ella.

Entonces sí, amiga Carolina, las legislaciones laborales son una intromisión inaceptable en una relación que debería corresponder a solo dos entes, el trabajador y el empresario.  Lo peor es que la más grande de las lesiones no se le hace al empresario, aunque también, pero el mayor daño se le hace al propio trabajador al que se busca, en teoría, favorecer y que en la práctica termina desempleado y más pobre.  Siendo esto a su vez la causa de un gran deterioro social.  Así tenemos que donde se buscaba “el bien superior” lo único que se consigue es el “malestar general”.

Y todo lo anterior corresponde a los aspectos materiales y prácticos, porque si nos vamos a la parte moral, creo que concordaremos en que cada individuo es dueño de sí mismo y por ende, de todo cuanto pueda producir con sus manos y su cabeza, resultando que la primera propiedad privada que tiene un trabajador es precisamente su trabajo ¿y quien es el estado para decidir lo que puede o no puede hacer un individuo con su propiedad? ¿quien es un burócrata que ni me conoce para decidir en que términos he yo de negociar mi propiedad?

Si amiga Carolina, mi argumento es extremista, porque la defensa de mis derechos, del derecho que tengo como individuo a ser yo misma y disponer de mi, de mis bienes, de mis ideas y de mi trabajo y sus frutos, es extremo.  Dicho lo cual me reafirmo en lo dicho: “La relación laboral es entre patrón y empleado, cualquier intromisión de un tercero, es inaceptable”.