Ayer, por desgracia, leí algo que me reavivó una inquietud muy vieja, y como quiera que por haber leído algo con anterioridad ya venía mascando el asunto, pues ya se me hace inevitable escribir sobre el tema. Voy a exponer los casos y luego doy mi opinión sobre ellos.
CASO Nº 1: Yo de niño robaba ¿y qué?
Este señor relata que siendo niño, su abuela la enviaba a robar las palomas de su vecina para comerlas, ante la acusación obvia (eres un ladrón) no cabía en sí de asombro, pues según él ¿acaso no es normal que un niño robe?
CASO Nº 2: Sí, se desvían los recursos públicos ¿y qué?
Un policía, damos por sentado que fuera de su horario laboral, se muestra montado en una moto de la fuerza en la que trabaja, lo hace vistiendo un camisa del PSUV, partido de gobierno. Alguien lo xcusa diciendo que ¿cual es el problema? El policía tiene todo el derecho a tener una ideología política y expresarla como le de la gana.
CASO Nº 3: Se enseña a los niños a disfrutar de bienes malhabidos ¿y qué?
Este otro señor critica que se critique que a unos niños se les lleve a una piscina en un propiedad robada, pues los niños no tienen la culpa de nada, y dado que ellos no robaron el bien, pues es de lo más normal y hasta beneficioso que se les permita disfrutar de lo robado.
CASO Nº 4: Te plagiaron ¿y qué? ¿encima te vas a quejar?
Un señor hace una traducción del inglés al español de una noticia que le parece interesante, añade además algunos comentarios propios y los publica en un sitio. Uno de los periódicos más importantes de circulación nacional plagia la nota casi sin molestarse en hacer ni modificaciones cosméticas, apenas cambiando la firma y poco más. ¿La reacción? ¡bueno! Pues lo ha plagiado un periódico importantísimo ¿y encima se queja? ¡orgulloso es que se tiene que sentir!
Son cuatro casos, hay más, pero vamos a dejarlo hasta allí. Si quien me lee ha comenzado a pensar que “es que estos chavistas…” ¡párese ahí! ¿Donde he dicho yo que todos son chavistas? La verdad es que para ser justa he apostado a un 50/50, dos casos corresponden a simpatizantes del oficialismo y dos a opositores.
La constante en todos es la tolerancia hacia el delito, el sentir, pensar y aceptar que robar es una cosa normal y aceptable, es más, no solo es normal, sino que lo anormal es censurarlo, si censuras el robo es porque obviamente eres un estrecho de miras, un puritano, un fascista anticuado, o como me dijeron por ahí, es que tienes una moralidad más propia de los tiempos victorianos que de los modernos.
Y la cosa no para allí, sino que si por esas cosas de la vida eres tú el robado y te da por defender lo que es tuyo… no es solamente que el ladrón será indultado y hasta enaltecido, sino que tú serás censurado porque defender la propiedad no es una cosa de principios morales, sino de vanidad y arrogancia ¿quien carajo te has creído tú para exigir que no te roben tu “pedazo ’e mierda”?
¿Será que es cierto? ¿será que el séptimo mandamiento es una cosa demodè?
Volvamos a los casos.
CASO Nº 1
Ciertamente que un niño robe puede ser normal, el instinto existe, un niño, al no tener aún claro el derecho de propiedad ajeno (porque el propio lo tienen clarito desde muy temprano), lo que no es nada normal es que los encargados de la educación de ese niño le incentiven a robar, y que le digan que robar no solo no es malo, sino que es un acto de “viveza”. En dos platos, que si no robas es porque eres pendejo.
CASO Nº 2
Si bien un funcionario es un ciudadano como otro cualquiera, con todo el derecho del mundo a expresar sus pensamientos políticos, religiosos y de cualquier índole, no es menos cierto que no tiene ningún derecho a hacerlo con el dinero de los demás, que pueden o no compartir su pensamiento. Usar los bienes públicos, costeados con los dineros de TODA la población, constituye un delito y un delito grave, tipificado en la ley. No entramos ya en la inmoralidad y el abuso que representa usar el dinero que te han dado para resguardar a un colectivo en un objetivo personal.
CASO Nº 3
Expropiar una propiedad sin que medie una sentencia judicial firme y se produzca un pago oportuno, esto es “toma tus reales dame el bien”, es un delito, es ir en contra de la Constitución, que es, como sabemos hasta los más legos, la primera ley de la nación a la que TODOS estamos sometidos. En dos platos, expropiar de esa forma no es expropiar, es robar. Que cualquiera lleve a sus hijos a disfrutar de un bien robado es, por decir lo menos, enseñar al niño que robar está bien, que no tiene nada de malo. La cosa se pone aún más fea cuando se argumenta que “los niños siempre habían estado excluidos y así disfrutan de algo que no había podido disfrutar”, porque entonces no es solo que robar está bien, sino que encima se les transmite la noción de que robar es una forma aceptable de progresar en la vida.
CASO Nº 4
La justicia, en teoría al menos, debe decidir en base al delito, y no al delincuente, porque, en teoría, todos somos iguales ante la ley. En teoría, no debería importar si el delincuente es rico, pobre, blanco, negro, prestigioso o un perfecto don nadie. El caso es que el diario cometió un plagio por medio de un empleado, la palabra clave es “plagio”, no es si el diario es prestigioso o es un pasquín. Pretender que encima la persona afectada, el que ha sido despojado ilegítimamente de su propiedad intelectual, tenga que sentirse agradecido en vez de agraviado, porque ha sido robado por un ente de gran prestigio, nos pone en la época de los derechos de pernada, donde la novia había de sentirse halagada de que el señor feudal le hiciera el honor de romperle el virgo antes que su novio.
Somos humanos y “pecadores”, todos en algún momento, por alguna razón, justificada o no, hemos robado aunque haya sido poca cosa o hemos mentido o hemos envidiado y puede que hasta hubiéramos hecho todo esto, pero lo que jamás podemos perder de vista es que hacerlo no está bien, hacerlo no es correcto, aún teniendo justificativos, no es correcto.
No pretendo yo convertirme en un faro de moral, ni ponerme de ejemplo de virtuosidad, en mi vida he hecho muchas cosas malas, cosas dignas de la mayor censura, de algunas me he arrepentido, de otras no. Pero lo que jamás he perdido de vista es que el haberlas hecho no es correcto. Colocarnos más allá del bien y del mal es tirarse a los brazos de la barbarie.
La civilización toda se basa en a la propiedad, no solo en la propiedad de los bienes tangibles, sino los intangibles, entendiendo que una persona es dueña de su vida, en primer lugar, de su cuerpo, de sus ideas, de su reputación y de todo cuanto como individuo produzca, invente, y le atañe.
Cuando una sociedad, como la venezolana, tiene grabado en la impronta personal que robar está bien, que es normal, aceptable y algunos casos hasta digno de elogio, las cosas están muy mal, un pueblo que así piensa no es un pueblo civilizado, es bárbaro. Y no se trata de colectivos, sino de individualidades, cuando una persona, seas tú o yo, o cualquiera, como individuo, acepta el mal como un bien, entonces mal puede llamarse ciudadano, no es más que un bárbaro, que vive, acepta y se siente cómodo con la barbarie.
Basada en esto, pregunto ¿se pueden imaginar a un caudillo más idóneo que Hugo para un pueblo bárbaro? ¿Cuanto falta? ¡falta muuuuucho! Que falte menos depende más de ti y de mi, de dejar de ser bárbaros, que de los factores políticos que nos rodean. La crisis de Venezuela no es política, es moral, porque el problema es que vivimos en un país donde para rojos y azules, la amoralidad es “excesivamente normal”.