Ayer vi la película “Taita Boves”, basada en el libro de Herrera Luque. Algunas actuaciones más bien medianeras, otras, como la de Daniela Alvarado y su madre, tan buenas como siempre. En cuanto al hilo conductor, pues yo lo entendí, pero es que me leí el libro, parece que quien no lo ha leído no se entera mucho de que va la cosa.
Yo siempre he buscado en la historia de los malos, quizá por eso he indagado en la historia de Franco, Hitler, Boves y similares, encontrado que usualmente los malos no son tan malos, o que tuvieron razones, justificadas o no, para ser malos. Boves es uno de estos malo, que como suele suceder, tuvo una evolución en su maldad. Fue un producto de su época y de su sociedad ¿quien dijo aquello de que el hombre es el hombre y su circunstancia?
José Tomás Boves nació en Asturias, la España más española si tomamos en cuenta el decir asturiano de “España es Asturias, lo demás es tierra conquistada a los moros”. De origen muy humilde, huérfano de padre a los 5 años y de madre lavandera, se aproxima bastante a la definición de “blanco de orilla”. Dicen que al padre lo mataron por putero, mientras cortejaba a una moza, porque cuando andaba tras una mujer se volvía ciego a todo lo demás, como los urogallos, lo que dio oportunidad de matarlo sin mucho esfuerzo.
Se hace marino mercante, y decide seguir carrera militar en El Ferrol, tanto por su origen como por su carácter no logra grandes avances y se da cuenta que el ejército no es lo suyo. Boves es demasiado pobre y demasiado rebelde para ser un militar español.
Despreciado por su sociedad decide viajar a América, donde se dedica al tráfico de ganado y por ello llega a pagar cárcel, lo que no le quita las ganas de seguir comerciando. Monta una pulpería con bastante éxito, llega a hacer algún dinero y se siente cómodo con su vida de comerciante, hasta que estalla la guerra. Viendo sus dotes de liderazgo Bolívar en persona lo invita a formar parte del ejército libertador, Boves rehúsa, el ejército no es lo suyo, él es comerciante. De aquí en adelante poco se sabe a ciencia cierta de la vida de Boves, de aquí en adelante predominan los “dicen”.
Dicen que el mismo Bolívar le mandó matar al hijo, dicen que en la guerra le violaron a una novia y la pasearon por todo el pueblo montada en un caballo con un palo de escoba en el culo, dicen que le quemaron la pulpería y lo llevaron a la ruina, dicen…
Pero en lo que todos coincidían, realistas y patriotas, es que Boves era un traidor. A fuerza de querer tener un sitio al que llamar suyo se deshizo de su acento y se convirtió en el más criollo de los venezolanos, pero a pesar de eso nadie podía olvidar que era un “godo”. Demasiado español para ser libertador, demasiado venezolano para ser realista.
Lo cierto es que en un guerra pasa que… bueno, como he dicho varias veces, cuando el llano coge candela, no hay palo pa’ encaramarse. O como dicen en la película, en tiempos de locura, el más loco es el que gana.
Despreciado y peor aún, odiado por uno y otros, y lanzado irremediablemente al horror de la guerra, Boves empieza a liderizar a sus pares ¿y quienes son su pares? Otros como él, otros despreciados, los mulatos que eran demasiado blancos para ser negros, demasiado negros para ser blancos, los zambos que eran demasiado indios para ser negros, demasiado negros para ser indios, los pardos que eran demasiado indios para ser blancos, demasiado blancos para ser indios. Que de haber estado en esa época el inolvidable Boby Capó, lo hubiera llamado “los malqueridos”. Una montonera que no tenía preparación militar alguna, pero que suplían esa carencia con un odio descomunal, odio a todo y a todos, a los blancos, a los negros, a los indios, a los mantuanos, a los indios y negros que servían a los mantuanos, al dios de la cruz, al dios negro, al dios indio, a todos los dioses que les habían abandonado. Y se abrazaron a lo único que jamás los abandonaba, el odio y el asco. De nuevo, odio y asco por todo y por todos. Al frente de ese odio y de ese asco, se puso el Taita Boves.
Eso era, el “Taita”, el padre que les abría los caminos para darle rienda suelta a esos sentimientos.
Al final perteneció, sin duda, al ejército realista, pero no es menos cierto que su crueldad no se limitaba al enemigo libertador, para él, enemigos eran todos, menos los que como él podían odiar absolutamente todo. Del resto, mataba realistas y libertadores por igual.
Cruel y sanguinario a cotas inimaginables, enterraba sus enemigos en nidos de bachacos previo untado en miel, toreaba a los prisioneros para matarlos como bestias, mataba niños, curas, monjas, del mismo modo que mataba soldados, y tan majara estaba que dicen que cuando le costaba conciliar el sueño, mandaba a fusilar prisioneros, porque el sonido de la muerte le servía de nana.
¿Quién mató a Boves? ¿quién logró desterrar de la tierra al demonio encarnado? ¡a saber! La verdad es que tuvo tantos y tan poderosos enemigos, tantos y tan intensos “odiadores”, unos con razones y otros sin ella, que no sabe cual de ellos fue.
Al final, más de 200 años después, no sabemos si por lo que hizo, o por lo tanto que dicen, el nombre de José Tomás Boves, sigue poniendo la piel de gallina, tanto fue su odio que el hombre sigue inspirando miedo traspasando el tiempo.
Y volvemos al hoy ¿cuantos semilleros de “Boves” hay? ¿cuantos que son demasiado chavistas par ser opositores? ¿cuantos demasiado “escuálidos” para ser chavistas? ¿cuantos demasiado pobres para ser ricos? ¿cuantos demasiado ricos para ser pobres? ¿cuantos que le dan la espalda a esta locura porque lo suyo es vivir y no pelear? ¿cuantos que solo quieren correr para escapar de esto?
Cuando alguien que vive en un barrio, que se para a las 4 de la mañana para ganarse el pan, que no es chavista, escucha decir que lo que pasa es que esa gente de los barrios lo que quiere es que los mantengan, que son vagos y mendigos, que no quieren trabajar ni hacer nada ¿que siente?
Cuando alguien que ha trabajado toda su vida, que tiene una empresa y muchas veces sacrifica su propio bienestar por pagarle a sus trabajadores, que acumula años de trabajo y hasta haber pasado hambre por tener un apartamento extra, una empresa o lo que sea, y escucha que todos los empresarios no son más que unos malditos explotadores ¿que siente?
¿Que se siente cuando quieres caminar por la calle del medio, porque no te gusta lo que hay de un lado ni del otro y ves que la calle del medio se hace cada vez más estrecha? ¿que pasa cuando el “enemigo” son todos y todo?
Y la pregunta que realmente me para los pelos, ¿cuanto tiempo falta para que Boves se sienta acorralado, obligado a salir a la luz para sembrar la oscuridad? ¿cuanto para que la calle del medio se convierta en la calle del miedo, y encabezando la procesión aparezca un Boves? demasiado rojo para ser azul, demasiado azul para ser rojo.