Opinión

¡FURIA!

Acabo de leer una noticia, una de tantas, nada especial, debería ser especial, pero no lo es, porque pasa todos los días y ya no es noticia.  Eso creo, porque una vez leí que noticia no es cuando un perro muerde a un hombre, sino cuando el hombre muerde al perro. En Venezuela todos los días el hombre muerde al perro… ya no es noticia.

Un muchacho liceísta fue asesinado para quitarle su BlackBerry ¿verdad que no es noticia? Pasa todos los días, jóvenes, niños, ancianos, mujeres ¡hasta bebés! Mueren a diario, ya no es noticia.  Ya son las cosas que leemos sin que nos altere siquiera el pulso, las leemos en las mañanas mientras nos tomamos el cafecito y la arepita de la mañana.

Pero debe ser que estoy sensible, debe ser que tengo mucho trabajo, debe ser que.. no sé, no sé que debe ser, pero en el momento en que vi esa noticia que ya no es noticia, sentí en su pleno significado el sentido de una palabra muy usada y hasta abusada ¡FURIA!

Porque una cosa es conocer el significado de una palabra, y otra bien distinta es sentirla. Se me hizo un nudo en el estómago, como cuando pasas un susto, pero me subió por la garganta, y me empezó a hormiguear la cara, donde se me asomaron dos lágrimas que se niegan a salir aún ahora ¡FURIA! ¡que arrechera! ¡que dolor! ¡que impotencia! ¡que… FURIA!

¡Vaya! ¿quien lo hubiera dicho? Así que es esto, este sentir los músculos tensos, este estar listo para saltar, este temblor en las manos que me hace escribir mal y tener que darle a cada rato al backspace ¿como se puede estar tan tranquilo leyendo, sentadita cómodamente en una silla, disfrutando de un cigarrito y sentir que de pronto pasas de 0 a 100 un menos de un segundo?  Es que hace unos minutos hasta aletargada me sentía, con eso que conocemos normalmente como “ladilla”.

Yo me desahogo escribiendo, siempre lo he hecho, eso es lo que mejor sé hacer, volcar mis sentimientos y pensamientos en letras, unos pintan, otros hacen música, otros inventan cosas, y yo, escribo, a medida que las letras van saliendo, siento que me voy calmando.  A veces tengo que escribir más, otras veces menos, es que hay días que hasta con un Twitt me basta, otras siento que escribo tres páginas y aún me queda algo en el tintero.

Pero hoy me pregunto ¿y el día que escribir no baste? ¿y cuando no pueda deshacerme de todo esto que siento? ese día… ¿qué?

Y peor aún ¿estoy sola? ¿solo yo tengo estos accesos de rabia e impotencia? ¿solo yo siento esta furia? ¿y los padres de este niño que asesinaron hoy? ¿y sus compañeros, niños también, que lo vieron morir? ¿y sus maestros? ¿su novia? ¿tenía novia? Debía tenerla, a esa edad siempre se tiene.

Es más ¿que pasa si un día pasa algo que hace que nos pongamos furiosos todos al mismo tiempo y no encontramos desahogarnos a tiempo? Peor aún ¿y si no nos da la gana de desahogarnos de forma canalizada?

¿A quien le grito? ¿con quien y como disuelvo esto que siento? ¿donde puedo ir gritar mis quejas? ¿Donde está ese que me debería escuchar cuando le grite! ¡maldito seas! ¡no tienes derecho a matar a nuestros hijos! ¡no tienes derecho a robar el trabajo de años! ¡no tienes derecho a robarte nuestras casas ni nuestros negocios! ¡no tienes derecho a robarte la niñez de mis hijas! ¡no tienes derecho a amargarle la vejez a mis padres! ¡HIJO DE LA GRAN PUTA, NO TIENES DERECHO A ROBARTE MI VIDA!

Se suponía que yo tenía que darle a mis hijas una infancia mejor que la que yo tuve, no peor, se suponía que ellas disfrutarían de más parques, de más juegos, de más risas, y no que estarían confinadas a los centros comerciales para que no me las maten o me las secuestren.  Se suponía que mis viejos disfrutarían del trabajo de su juventud, no que vivirían con el alma en vilo, corriendo de un lado para otro pensando que es lo próximo que te vas a robar.  Se suponía que mi marido y yo gozaríamos de nuestro amor planeando juntos como prosperar, no como huir ni como defendernos de la barbarie.

Pero no, nada de lo que se suponía es.  Y ahí tienes, a los otros, los evidentes compinches de la oposición, hablándonos también de un país supuesto, como si fuera real, que no puedes hacer esto, ni lo otro, ni lo de más allá, porque como lo dice la ley, pues “se supone” que no puedes hacerlo, como si los demás, como si nosotros, el pueblo chambeante, no supiéramos que tú haces lo que te sale de los cojones.

¿Quien me va a escuchar? Y peor, ¿que va a pasar el día que todos reventemos y les obliguemos a escuchar? Así, sin guía, sin rumbo, sin escuchar razones, solo dominados por este sentimiento de furia ciega, que no mira, no escucha y no siente nada más que no sea su propia ira.

Solo se me viene a la mente una expresión que es bien común y bien criolla “como río en conuco” y otra que dice que cuando el llano coge candela, no hay palo pa’ encaramarse.

Bien, eso es todo ¿que si se me pasó? ¡no! Pero tampoco quiero abusar escribiendo una biblia, sería desconsiderado de mi parte.

Y pensar que todo esto es por una noticia que ya no es ni noticia, mataron a un liceísta para robarle un teléfono ¡ya se me pasará! Al menos por esta vez, la siguiente, ya veremos.  Un día a la vez.

¡Ah! Les debo la foto que pongo siempre para animar el texto, hoy no tengo ganas.