Alguna vez leí que el comunismo es semejante la gangrena, que basta un pequeño punto infeccioso para necrosar todo el tejido. Sin duda lo creo, es cierto, pero la libertad funciona de igual manera, basta un punto, una sola célula hambrienta de libertad para que empiece a multiplicarse.
En fin, vamos con la moda, hablemos de Egipto. En Junio de 2010 un joven estaba en un cibercafé en Alejandría, no era periodista, no era político, no era líder de nada, era simplemente un joven bloguero, que sufría los mismos padecimientos que la mayoría de los egipcios, desempleo, escasez, brutalidad policíaca, entre muchos otros males, mientras que una pequeña élite, ascendida por autogracia, se tomaba cada vez más y más libertades arrebatándoselas a los legítimos dueños, los individuos, los ciudadanos comunes.
Jaled Said escribía en su blog, como lo hago yo ahora, como lo hacen ustedes con mayor o menor frecuencia, como hacemos todos. Algunos lo hacemos desde casa, otros desde el trabajo, otros más desde un ciber, desde la casa de un amigo, desde centro de estudios, da lo mismo, Jaled lo hacía desde un ciber.
Nos ha tocado vivir tiempos distintos a los que vivieron nuestros padres y abuelos, ellos podía hablar, sí, en la calle, en el trabajo, y si les tocaba, como le tocó a la mayoría, hacerlo en dictadura, lo hacían a media voz. Algunos pocos afortunados podían accesar a los medios tradicionales, radio, televisión, prensa escrita, y llegar a más de una persona, pero esos eran apenas un puñado.
Hoy el lema es casi bíblico, ya no es un puñadito de personas, hoy somos legión, cualquiera, rico, pobre, mujer, hombre, adolescentes que son casi niños (y son los más), con cultura, sin ella, empresarios, estudiantes, amas de casa, con un conocimiento mínimo de la tecnología y sabiendo leer y escribir, se sienta frente a un computador en cualquier parte, o con un teléfono celular, y habla, denuncia, grita, convoca, moviliza, concientiza, a cientos, o miles, y hasta millones de personas.
En un mundo libre, por algunos minutos, que pueden ser horas, somos comunicadores de nuestra sociedad, sin gobierno que censure, sin leyes, ni limitaciones, hemos abrazado un mundo y lo ayudamos a construir, un mundo libre ¡libre! Un mundo donde todo es posible, donde las reglas no son otras que la propia moral que cada uno tenga.
Hay delincuentes, claro que sí, pero son pocos, y nos protegemos contra ellos, nos damos consejos para protegernos del robo, hemos creado sistemas para proteger a nuestros hijos de la pornografía. Y esto sin que nadie nos mande, nos ordene o nos regule. Lo hemos hecho voluntariamente.
Y bien, Jaled era un habitante más en este mundo. Un día Jaled estaba en un ciber, haciendo lo que hacemos todos, expresándose, viviendo su vida, denunciando que el gobierno era una mierda, que el sistema era una mierda, que esto no sirve, que duele, que amarra, que asfixia, cuando llegaron las “fuerzas del orden” lo sacaron a la calle, lo golpearon hasta la muerte, y no conformes, se lo llevaron para luego traerlo con una bolsa de droga en la boca, para justificar el asesinato.
Al poco tiempo otro joven, Wael Ghonim, usa un seudónimo, “El Mártir”, para abrir una página en Facebook, “todos somos Jaled Said” y en poco tiempo cientos de miles de personas se habían sumado al grupo, cientos de miles de personas, en un acto tan simple como decir “me gusta”, se sumaron a la causa. Pero no es solo decir “me gusta”, es que cuando decimos “me gusta” le decimos a nuestros amigos y conocidos que “me gusta”. ¡Me gusta decirte que es lo que me gusta!
Lo demás era previsible, entre tantas personas, alguna en algún momento va a decir que hay que llevar la batalla de lo virtual a lo real, y entre tantas personas habrán unas cuantas que digan “me gusta” pero no conformes le comunicarán a otras personas que le gusta, siendo muy probable que a otros también les guste.
Así los siempre despreciados “guerreros del teclado” (saludos Petkoff) sembraron el punto, ese punto que es necesario para que se empiece a extender el germen de la libertad… ¡Me gusta!
Lamentablemente, quienes nos dirigen no nos conocen, no saben que queremos, ni a que aspiramos, no entienden nuestro modo de vida, y no sabiéndolo se limitan a reprimir, a ahogarnos con leyes, con regulaciones, con tonterías, tan estúpidos son que cuando empezaron las revueltas en Medio Oriente, lo primero que hacen es bajar el precio de la comida y ¡oh sorpresa! ¡eso no bastó! ¿pero no es de eso que se quejan? ¿no se quejan de los precios de la comida? ¿entonces porque no dejan ya de molestar?
Si no fuera tan dramático, darían risa. Nos miran y tratan como si fuésemos niños malcriados que hacemos una pataleta porque nos quitaron la chupeta, como si nuestras quejas fuera pucheros.
No terminan de entender que Internet no es el problema, es simplemente el medio por el que expresamos el problema, el problema no es que no hay comida, o que es cara, es que no hay y es cara porque ellos son unos metiches que no cesan de planear formas de meterse en nuestras vidas, con sus cumbres de mierda que nos cuestan millones para acordar la forma de jodernos. El problema es que se reúnen para ver que ley sacan para hacernos difícil producir comida, que nos exprimen con impuestos que hacen la comida más cara ¿y para qué? Para sacarnos más dinero que les permita inventar y aplicar más formas de impedirnos producir.
Pero los muy mamomes creer que bajar el precio de la comida, que hacer reformitas pendejas, es la forma de calmarnos, como si no supiéramos que eso es el paso atrás para dar dos adelante en el recorte de nuestras libertades, como si no supiéramos que eso no es un retroceso, es la toma de distancia para agarran impulso. Y según ellos ¿de quien es la culpa? ¡de Internet!
A veces me gustaría tener en frente a personas como Petkoff, y decirle un par de cositas. Decirle por ejemplo, que ese grupo de gente que el acuñó como “guerreros del teclado” son personas, que no son, como dice otro ilustre, Juan Smith, “sumas de ceros y unos”, que son gente de carne y hueso, gente que tiene vida, que el cerebro y el alma que llevamos puestos en La Red, son los mismos que cuando salimos a la calle, cuando compramos, cuando nos montamos en el metro, cuando hablamos con los amigos, cuando votamos. Decirles que el desprecio y el asco que expresamos en nuestra vida virtual, es el mismo asco y desprecio que sentimos en la vida real.
Me gustaría decirles que somos un poco como esas mujeres maltratadas, a las que los maridos les pegan y humillan, que se quejan solo cuando nadie les ve, que expresan su dolor con sus amigas más íntimas, pero que frente al marido callan y soportan. Algunas siguen así por siempre, otras un día se cansan y terminan por matar al marido o cortarle la paloma.
Lo cierto es que esa comunidad que tan risible les parece, que se comunica infantilmente con emoticos de caritas felices o tristes, que le brinda a sus amigos con tazas de café en imágenes, que se suma a las causas diciendo “me gusta”, también tiene el botoncito de “ya no me gusta”, pero más allá de todo eso, más allá de lo tontos que les podemos parecer, lo cierto es que, somos miles, cientos de miles ¡somos millones!
Pues sí, en este medio que ellos no conocen ni quieren conocer, en este mundo que les parece risible y despreciable, nos comunicamos, conspiramos, nos divertimos, nos quejamos, nos organizamos y nos convocamos. Pero más allá de eso, alguna vez se nos cruzan los cables, sacamos el mundo virtual a pasear al mundo real, y en esos momentos de cruce de cables las cosas se pueden complicar, porque el problema es que no conocen como funciona nuestro mundo, y encima ¡SOMOS LEGIÓN!