Cuando mi padre apareció un día en la casa con la primera computadora que tuve en mi vida yo no sabía ni como se prendía. Ojo, que es de advertir que eso fue en la era pre-windows, así que la cosa no era fácil. Los textos se redactaban en un programa llamado WordStar, que para poner un subrayado corriente y moliente necesitaba de 10 pares de dedos (en cada mano) y puede que hasta el codo.
Como dicen que echando a perder se aprende, pues eso, yo la eché a perder, no una, sino varias veces, incluído un fatídico “format c:\” que me dejó un mal sabor de boca.
Bueno, así fui aprendiendo, poco a poco, hasta que un día decidí que tenía que tomar algún curso o algo, para aprender de verdad, porque cuanto yo sabía era solo producto de mi sentido común y experiencia, entonces me parecía prudente ir a aprender con “esos que saben”.
Así pasé una semana, donde no decían nada nuevo, y que me calé con el argumento de “es que estamos empezando, pero ya entraremos en lo serio”, fue mi forma de excusarme por pagar para que me enseñaran lo que yo ya sabía. Pero un día el profesor se vio en la necesidad de hacer una captura de pantalla, y como quiera que no sabía hacerlo, yo le enseñé a usar la tecla de “Impr Pant”. Ese día fue el de mi última asistencia.
Sin embargo no perdí mis reales, aprendí una lección muy valiosa. Uno a veces cree que hay cosas que son muy complicadas, que deben dejarse para “los que saben” del tema, y ocurre que ni las cosas son tan complicadas, ni “los que saben” saben tanto como uno puede creer. De hecho, es corriente que no solo no sepan tanto como aparentan, sino que uno, que se supone que no sabe, sabe más que “los que saben”.
Y esto viene, para variar, al tema político, porque he tenido en estos días una que otra reunión de ese tenor. Lamentablemente las noticias son malas, la mala nueva, es que no hay nada nuevo, por aquellos lares siguen más perdidos que la túnica de Cristo.
Digo yo ¿pero esta gente donde vive? Es decir, ¿sus mujeres no hacen mercado, no van a la peluquería, ellos no se montan en camionetica, en metro, taxi, no tienen vecinos, no llevan a los chamos al colegio y todo eso? Porque, vamos, cualquiera que salga a la calle, a estas alturas lo tiene clarísimo o es tonto del culo, porque en todos lados se dice lo mismo.
Me parece realmente insólito que algunos políticos estén todavía buscando “El Discurso”, y preguntándose que es lo que quiere la gente.
Más aún ¿que tienen en la cabeza? ¿como es posible que algunos anden todavía con la cantaleta de “es que la gente lo que quiere es que le den”? ¡bueno! Es que encima de que no tienen la más repajolera idea de que somos y que queremos como pueblo, tienen el tupé de llamarnos chulos y mantenidos ¡manda cojones!
Realmente no tenía pensado escribir sobre esto, pero es justamente ayer tuve una reunión de esas, hoy leo la prensa y me encuentro con la historia de los centros de la Misión Negra Hipólita y las dos cosas se me juntaron revolviéndome las tripas.
Parece que al menos uno de esos centros lo quieren cerrar, para darle otro uso, supongo, y uno de los indigentes se queja de que aunque agradece haber sido rehabilitado del alcohol y las drogas, él piensa que deberían facilitarle la reinserción al mercado laboral, para poder mantenerse por sí mismo, pero en lugar de eso le dicen que se vaya y le dan una nevera y 4 mil bolívares.
Se pregunta el indigente que cuando se le acaban los 4 mil bolívares que hace, que porque mejor no le facilitan la oportunidad de buscar trabajo. En dos platos, que no le den un carajo, que lo dejen chambear y ganarse el su vaina.
¡A ver señores políticos! La dificultad que tienen ustedes para encontar “El Discurso”, no es que este sea ningún misterio, el problema radica en que ustedes no lo quieren escuchar. Es el pueblo llano, el venezolanito de a pata, el que viene repitiendo el discurso día a día, como un mantra y a ustedes no les da la perra gana de escuchar y parar bolas.
A los venezolanos chambeantes y sufrientes, nos importa un soberano carajo el socialismo, el fascismo, el capitalismo, el liberalismo y todos los “ismos” por los que ustedes se pasean, porque nosotros no somos politólogos, y no tenemos tiempo ni ganas de andar estudiando al respecto. A nosotros, los venezolanos chambeantes y sufrientes, nos importa un pepino si Julio Borges manotea al presidente del congreso o si Diosdado se la saca frente a Borges para ver quien la tiene más grande. A nosotros, los venezolanos chambeantes y sufrientes, nos la suda si Maria Corina se limpia los mocos después de besar a una vieja o si Iris Varela cachetea al padre de su hija día por medio. ¡Esos no son nuestros problemas!
Nuestros problemas son bien sencillos y evidentes, el problema es que trabajamos como burros para ganar un dinero que cada día alcanza menos, el problema es que vas a al mercado y es como jugar lotería, primero que consigas lo que vas a buscar, y segundo, que los reales te alcancen.
El problema es que tienes hijos y vives con el alma en vilo hasta cuando cruzan la calle para comprar un perro caliente, porque no sabes en que momento le pegan un tiro o te lo secuestran.
El problema es que cuando trabajas vives con una angustia constante, sea de lo que sea que trabajes, desde buhonero hasta médico, porque no sabes quien es el elegido para joderte la chamba de hoy, empezando por los choros y continuando con el SENIAT; la alcaldía, la guardia, o el MINPOPO de turno.
El problema es que si tienes cuatro lochas que te sobren, no sabes que carajo hacer con ellas, porque comprarte algo medio bueno es exponerte a que te roben y/o te maten, si te compras un bien no sabes en que momento llega el desquiciado de Hugo I, El Felón, a decir que te lo expropia, que no puedes ni convertirlo en otra moneda porque eso es ilegal. Es decir, que lo que alguna vez fue un símbolo de progreso y bienestar, hoy es casi una maldición.
¿Que que es lo que quiere el pueblo? ¡PAZ, no joda! ¡PAZ! Que dejen de jodernos la vida, que nos dejen trabajar sin venir a jodernos, que uno pueda levantarse todos los días a chambear sin temer por si el choro de hoy será delincuencia común o gubernamental, ganar una platica y que alcance para vivir, que dejen de comerse nuestro trabajo con la inflación del coño, que podamos salir a comer o pasear con nuestra familia y que eso no signifique un riesgo para nuestra vida, que nuestros hijos puedan salir y vivir la vida como jóvenes que son.
Salgan y siéntense aunque sea en un taxi, hablen y pregunten, que los venezolanos no queremos siquiera hospitales, escuelas y mercados públicos, si a uno lo dejan trabajar y dejan de empobrecerlo ya se encarga uno de pagar su vaina, de pagar uno el colegio de sus hijos en el sitio que le provoque, de pagar un seguro para una clínica, de hacer el mercado.
Por que esa es otra, que no entienden que a NADIE le gusta pasar dos, tres y hasta cuatro horas parado en una cola a sol o lluvia para comprar comida, que todos queremos es ir a supermercado, con el dinero de nuestro trabajo, dinero no devaluado, y comprar con un carrito y aire acondicionado, queremos que nuestros hijos estudien en colegios bonitos y limpios, que no tengan que ir a baños que parecen de bares de carretera, queremos que cuando nos enfermamos nos atiendan como a seres humanos, con comodidad y comfort, y no tener que llevar hasta las sábanas y que la comida nos la tengan que llevar de la casa.
¡Eso es lo que queremos! ¿ven? Es sencillito. El sistema que nos brinde eso, es el sistema que nos gusta, y nos da muy lo mismo si se llama socialismo, comunismo, fascismo, imperialismo o gargarismo.
¿Esa vaina es muy complicada? ¡No! No es complicada, lo que pasa es que ustedes son una caterva de imbéciles tarados y egocéntricos que no oyen más palabras que las que salen de su propia boca. Que si practicaran el sexo como practican la política vivirían en un pajazo eterno de “yo con yo” y tendrían el tupé, encima, de preguntarse porque ninguna mujer les para bolas.