Opinión

Vida virtual, vida real

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He estado tentada a escribir muchas veces sobre este tema, porque las visiones al respecto, por parte de gente muy respetable y gente que no lo es tanto, son muy disímiles, y todas interesantes.

Primero que nada tengo que hacer una antesala a mi posición, del “yo soy” que tanto disgusta a la gente. Soy… digamos que escritora, cosa que suena muy pomposo, pero cierto, ojo, que no digo que soy una buena escritora, solo que soy escritora por cuanto escribo.

Escribo de todo, mis opiniones, cuentos, relatos ficticios o reales, chistes, y en realidad todo lo que sea “escribible”. Curiosamente, los escritos que más me gustan a mi pasan sin pena ni gloria, y los que más insulsos me parecen, son los que más gustan, verbigracia aquel de “Hugo, panita”, que miren que le he dado la vuelta y sigo sin verle la gracia.

En fin, cuando se escribe, sobre todo si es ficción, hay que crear personajes, que pueden sen muy distintos entre sí. En honor del equilibrio, en todo relato de ficción hay “buenos” y “malos”, aunque usualmente los buenos no son totalmente buenos, ni los malos totalmente malos, hay de todo.

Pero lo cierto y que no se puede esconder es que todos, absolutamente todos los personajes, llevan una carga, son una parte del escritor, llevan mucho de sus vicios, manías, costumbres, moral y sus gustos. Y siempre hay uno de los personajes (muchas veces, pero no siempre el protagonista), que es el niño mimado, el consentido, porque es el que más lleva del escritor.

Bien, cuando se interactúa en un medio virtual, llámese Internet, o lo que sea que permita el anonimato, se tienden a crear personajes, avatares, por medio de los cuales nos reflejamos, no solo en lo que realmente somos, sino en todo aquello que quisiéramos ser, porque el medio virtual es “flexible” es una realidad que podemos moldear a placer, y no hay límites. En realidad es “magia”.

Por ejemplo, yo estoy aquí en mi sala, sentada frente a mi PC, tengo a mi vista un juguete de una de mis hijas, es un dinosaurio, o como diría mi niña pequeña un “fifosario”, es morado, con manchas verdes y aspecto aniñado, como un bebé, ya saben, gordito y todo eso, tiene los brazos abiertos, en disposición de dar un abrazo.

Y quienes tienen hijos o nietos y conocen del tema se acaban de imaginar a Barney, yo no lo dije, pero ustedes lo pensaron. La verdad es que no, en mi casa no hay ningún Barney de peluche, aunque tampoco dije que fuera un peluche, bien podría ser un juego de mesa con un estampado bidimensional, pero es que tampoco ¡no existe un Barney en mi casa!, pero por un momento fue un imagen sólida hasta para mi, pude verlo y ustedes también ¡es magia!

Volvemos entonces al personaje. Cuando el creador de ese personaje no lleva una vida con la que esté conforme, entonces se crea un mundo mágico, donde todo lo que quiere es real, aunque sea por un instante, el instante en que esté conectado al mundo mágico.

Quienes tenemos una vida que nos satisface, o al menos no nos incomoda grandemente, nos creamos una vida que si bien también es ficticia, es muy parecida a la real, porque es donde nos sentimos cómodos. Eso buscamos siempre los seres humanos, sentirnos cómodos. Yo tengo, por ejemplo, dos hijas, un marido, padres que están, por gracia de Dios, vivos y sanos, no soy multimillonaria, tampoco pobre indigente, es mi vida y aunque claro que quisiera mejorarla, me gusta como está, no me incomoda. Eso es en la vida virtual como en la real, el día que me deje de gustar escribiré que me divorcié o me gané la lotería, y así tendría, al menos virtualmente, una vida distinta, por ahora, no es el caso, no descarto que pase a futuro.

En resumen, nuestra vida virtual es lo que queremos en la real, es la expresión de nuestros deseos, que pueden estar ya satisfechos o no, pero eso es otra cosa, esos son nuestros deseos, es lo que realmente queremos ser y hacer.

En este mundo virtual hay una persona, que no voy a identificar por respeto, más que a él, a mi misma, porque me parece una cosa bastante baja, que no está para nada feliz con su vida real. Entonces se nos presenta virtualmente en su papel de depredador, el hombre malo, malazo, que goza destruyendo otras vidas, un chico malo al que, como no podía ser distinto, todos los hombre poderosos se le abren de brazos y las mujeres, de piernas. Es que hasta algún presidente requirió de sus servicios alguna vez, porque el hombre se codea con lo más de lo más.

Pero en su vida real, en realidad es un hombre bonachón, rozando en lo tierno en razón de su extrema timidez, incapaz de tomar acción alguna. En dos platos, ese muchacho buena gente que siempre tiene todo grupo como mascota y al que todos cuidan y protegen en razón de su estado de indefensión.

Pero él no quiere ser mascota, él no quiere ser la presa que necesita ser cuidada de los depredadores, él quiere ser el depredador. Desata entonces en el mundo virtual esas características que en su mundo real no puede, porque las limitaciones que le son propias, en el mundo virtual, pueden ser modificadas, lo tangible puede ser intangible, y lo intangible, tan sólido como una plancha de hierro.

Ahora, y he aquí donde el mundo real tiene injerencia en el virtual, si en este mundo real pudiéramos desaparecer esas limitaciones tangibles que no le permiten ser lo que ese ser quiere ser ¿como se comportaría? ¿como lo hace en el mundo real o el virtual? Como diría mi padre ¡ahí ’ta la lapa!

Ojo, que también pasa a la inversa, en el mundo virtual podemos ser lo que no queremos, estar obligados, y en el real ser como realmente somos.

Por ejemplo, cuando vemos a Carreño en televisión hablando de revolución, pueblo, de reivindicación de derechos, de humildad y sacrificios, es muy distinto a cuando se va a las tiendas lujosas a comprar sus trajes de Ermenegildo Zegna o sus zapatos Gucci. En la vida virtual tiene limitaciones impuestas de buen revolucionario, que desaparecen en la vida real.

Entonces, veamos, cuando yo tengo a un forista de Internet, que sabe que el admin de un sitio es injusto y tuerce las reglas a placer, pero que anda de jalabolas de ese mismo admin para decirle “estimadísimo, queridísimo y nunca suficientemente ponderado admin, fulano dijo que usted es un solemne bolsa. Bótelo por desacatar a la moderación” y todo porque el forista le cae mal, ¿como actuaría en situación idéntica en la vida real, teniendo acceso a un ministro o juez chavista?. No sería algo así como “Mira Cabello, tú andas dándole contratos a fulano, y ese carajo vive hablando paja de la revolución, así que mira bien con quien hace negocios la revolución”.

Por otro lado, un administrador que no permite que se ataque a la moderación, so pena de expulsión, y tomando como ataque toda crítica o cuestionamiento ¿no sería el mismo que llegado a presidente mandaría a hacer una ley que de pena de prisión a cualquiera que cuestione las actuaciones presidenciales?

Yo tengo unas tendencias fascistas de méate, lo sé, sé que las tengo, el impulso de desaparecer a alguna gente que creo lesiva, lo tengo. Pero no lo ejecuto, porque el día que eso pase será porque la barbarie me ha consumido, como diría don Rómulo Gallegos, me tragó el tremendal. Y si alguna vez yo traspaso esa frontera de la autocontención en lo virtual, es porque también lo haré en lo real.

Bueno, esto ya toca a fin, que consumí todo el espacio, pero no quiero cerrar sin hacer un homenaje a un gran hombre, mi abuelo, y la lección más valiosa de cuantas me ha dado, el chiste no es, no abusar del poder cuando no se tiene, sino cuando se tiene. O como diría mi amado esposo: “no hay virtud sin tentación”.

No es virtuoso el que no pudiendo abusar no abusa, lo es aquel que aún pudiendo hacerlo, no lo hace porque él mismo no se lo permite. Y eso aplica a lo real y a lo virtual.