Opinión

¡Soy delincuente! ¿y qué?

Hace tiempo hubo en Noticiero Digital un tema muy revelador sobre que es este gobierno y sus seguidores, un señor (es un decir) que con el ánimo de defender al presidente manifestaba que el robaba palomas de niño, y hasta ahí más o menos normal la cosa, pero es que no solo robaba, sino que no le veía nada de malo, porque según el, eso lo hace todo niño. Claro, después enmendó la plana, que si era porque a él lo mandaban, que luego nunca se lo perdonó a su abuela (la promotora de delincuentes) y todo el bla bla bla.

Luego otro chavista, de forma mucho más reciente, reconoció que pidió la expulsión de una forista por un pase de factura, es decir, en realidad no fue por una cuestión de justicia, sino de reconcomio.

Unos chavistas desprecian a otros, o mejor dicho, se desprecian mutuamente, porque unos, lo más radicales, acusan a los otros de burgueses, mientras que estos últimos acusan a los primeros de “trolles”, vamos, terroristas que buscan asustar a la gente con el coco del terrorismo.

Y así tenemos que se cumple la máxima de la astrología: “Como es arriba, es abajo”.

Lo malo es que estos son foristas, personas comunes y corrientes, pero que reflejan perfectamente una forma de hacer gobierno, la delincuencia como una forma de vida, donde no se puede decir siquiera que son inmorales, son sencillamente amorales, porque no es que saben que está mal y lo hace, es que ni siquiera son capaces de distinguir el bien del mal.

Es la instrumentación de la ley como herramienta de represión y venganza, así tenemos que instituciones como el SENIAT, el INDEPABIS y hasta el Seguro Social, se han convertido en brazos represivos del estado. Los que son comerciantes conocen de primera mano los cierres por “incumplimiento de los deberes formales” que puede incluir hasta un cero choreto y que no es otra cosa que “te cierro porque me da la gana”. Al mejor estilo del Azaña español y su “para mis amigos, todo, para mis enemigos ¡la ley!”.

Luego el enfrentamiento revolucionario, que no es otra cosa que la exaltación al “yo no fui, fue Teté”, cuando las cosas salen mal en la revolución y es innegable que es culpa de un revolucionario, entonces es que ese revolucionario es un infiltrado, es un burgués o es un troll, todo sea por negar que la revolución lleva en su seno la semilla de su propia destrucción.

Así se destruyen un país, cientos de miles de toneladas de comida podrida, el Metro de Caracas, otrora orgullo, destrozado y arruinado, pestes que asolan la nación, incluso aquellas que ya creíamos superadas, la economía destrozada, la moneda devaluada, los hospitales en la ruina, proyectos fracasados a los que se les cambia el nombre en un intento vacuo de tapar el latrocinio y la ineptitud, así vimos en el Plan Bolívar 2.000, cambiar al Mercal, del Mercal pasar al PDVAL, y el PDVAL, en último suspiro por borrar las comida podrida, pasará a tener otro nombre, así como los niños de la calle pasaron a llamarse niños de la patria, para seguir durmiendo en las calles, así como vimos, y lamentablemente ya olvidamos, a un poder judicial servil y lamebotas, gritando “uh, ah, Chávez no se va” y que con la mayor desfachatez pretenden llamarse independiente. Un país donde en medio del escándalo de miles de toneladas de comida podrida, se exhibe como un logro la inauguración de dos areperas.

Y dentro de todo esto, lo más abyecto, lo más rastrero, la exaltación revolucionaria del ¡SOY UN DELINCUENTE! ¿Y QUE?

Lamento que este mensaje vaya sin foto y probablemente con mala calidad, pero he pasado el día de ayer en cama con fiebre y recién me he levantado un rato para escribirles.