No sé si alguna vez les ha tocado una reunión de esas donde de pronto se hace un silencio incómodo, ya saben, cuando alguien le pregunta por su amantísimo esposo a la mujer recién divorciada por razón de cuernos, o cuando se habla sin saber de la felicidad que dan los nietos en la presencia de la madre de una que salió con su domingo siete.
Entonces pasa algo muy curioso, la gente evita mirarse y dirigen la conversa hacia temas que en realidad a nadie le interesan, comienzan entonces los “¡pues sí!”, “y… ¡que calor! ¿verdad?!”, “¡puff, sí! ¡horrible!”, se hace de nuevo el silencio y otra alma caritativa (o la misma que es insistente) vuelve a decir “¡pues sí!” o “¡ay! ¡que vida esta!”.
Todos tienen en mente el mismo pensamiento, todos saben que es sobre “ese tema” que están pensando los demás, pero nadie lo dice, y a nadie se le ocurre algún tema con el cual desviar la atención, básicamente porque todos están pensando en “eso”.
Venezuela está hoy en uno de esos momentos, todo el país piensa lo mismo, pero nadie se atreve a hablar de “eso”.
Y “eso”, señores, es la hora de la verdad, ya no hay ni tiempo ni espacio para esconder la cabeza, no va a pasar otra cosa porque sencillamente todos estamos pensado lo mismo, se acabó lo que se daba, llegó la hora, o nos subimos o nos encaramamos, pero la verdad es que ya no hay para donde correr.
Los empresarios, que tanto tiempo pasaron en su “trinchera”, apostando a quedarse quietos o a ser serviles con el régimen, o tratar de que no los vieran o hacerse amiguitos del tirano, hoy ven como ninguna de estas cosas funcionan, ya no se está a salvo dedicándose solo a este o aquel negocio, ya no es que el problema es solo con los hacendados, o los que producen comida, ahora son todos, sin importar que hacen ni que tamaño tienen, no importa si eres rojo rojito, azul azulito o has tratado de ser gris, igual te cae.
Mezerhane vendió a su socio Ravell, pero eso no lo salvó, ya le cayó la guillotina, como tampoco se salvó Berruecos, a pesar de sus buenos nexos con la nomenklatura, ni se salvó Luis Pulido, que se creía salvo porque el muy pendejo creía que él era parte de la élite ¡pobre angelito inocente! En estos momentos, tanto en empresario de copete como el pendejo que tiene una fabriquita, pasando por el dueño de un kiosquito y el funcionario de medio pelo, saben que tienen en pico e’ zamuro la que no retoña.
Los militares, por su parte, saben que se acabó el cuarto de hora, llegó el momento de pisarse los dedos y agradecer “los favores recibidos”, los jugosos contratos y sueldos (para los de arriba) y los carritos y apartamentos (para los de abajo) ahora toca pagarlos. Como tuvieron los militares de Franco que pagar yendo a una guerra, o los de Fidel en Argelia y Nicaragua, o peor aún, tendrán que pagarlo aquí adentro, matando a su propio pueblo. Ya no más el cómodo oficio de repartidor de pollos o vendedor de verduras, ya no más soldaditos de cartón, ahora toca el ¡pum pum! A exponer el cogote también, a apostar la que no retoña.
En cuanto al pueblo simple y llano, tenemos los tres toletes.
Está el chavista pendejo, que bien porque cree que está mamando de la teta revolucionaria, se creía a salvo, ya ve que no, la teta se secó, la verdad es que los “mercalitos” clavaron el pico, ya no más harina, leche y azúcar a precio de marrana flaca. Ahora toca comer piche, mientras arriba comen caviar.
Pero la tienen complicada, porque la verdad es que mientras duró la bonanza, abusaron, pero con saña, no dudaron en humillar, matar y maltratar a sus hermanos opositores, les parecía poca cualquier burla para sentirse bien, y ahora, que ven que la podadora pasa para todos, defienden la revolución nerviosamente, ante cualquier comentario por el robo y saqueo de la nación, contestan patéticamente con un “jijijiji pero ahora los empleados de Globovisión son empleados público”, como si el hecho de que estén jodiendo a otro pueda hacer que la comida piche se reconstituya o las medicinas vencidas vuelvan al estado de precaducados.
Pero tienen que defenderla, porque saben que el abuso fue tan grande que la retaliación será acorde o mayor, saben que aunque la revolución los está matando a fuego lento, los hermanos opositores los están esperando como caimán en boca e’ caño. Así que aunque la revolución los mate, lo humille y los joda, les toca defenderla. Lo malo es que empiezan a no tener muy claro el rumbo de la revolución, y mucho se temen que esto va a un polvorín del que se sabe más o menos el inicio, pero ni idea del final, y no es la revolución lo que están e juego, es, de nuevo, la que no retoña.
Los políticos, que son los más chistosos y patéticos de todo esto, hacen como los carajitos cuando se esconden, que juran que cuando cierran los ojos, ellos desaparecen. Así andan calladitos, sin decir esta boca es mía, a ver si así desaparece el monstruo de debajo de la cama y tenemos nuestros curules tranquilos y resulta que todo esto es un mal sueño y más nada.
Por su parte, la oposición de a pie, tiene la piel erizada, sabe que lo que viene es feo, pero la verdad, es que no tiene ni zorra idea de cuando ni como viene, solo sabe que esto nos va a agarrar a todos, nos metamos o no en política.
La cosa es simple, señores, no hay real, así de simple, no hay plata, no hay cobres, no hay dinero, y como no hay dinero, no hay comida, no hay medicinas, no hay un coño. Ya no son rumores, no son comentarios o eventos aislados, el hecho es que TODOS los venezolanos, seamos e un bando o de otro, pobres o clase media, escuchamos todos los días la misma frase: “no hay”, da lo mismo si es porque fuimos a buscar un repuesto para el carro, una medicina, una materia prima para nuestro trabajo o simplemente fuimos al mercado, la frase es “no hay”.
Lo malo no es que tengamos tiempo escuchando esa frase, lo malo es que cada vez la escuchamos con más frecuencia y con respecto a más cosas. La frase “viene el hambre” ya no es una frase lejana, es algo tan tangible y cercano, que para los pelos de la nuca.
Sumado a esto, tenemos a una población armada, unos delincuentes con la intención firme de matar, y otra porción de población que se está armando con la firme intención de no dejarse matar, aunque para ello tengan que “sembrar” a más de uno. Ya no hablamos de malandros ni malvivientes, hablamos de padres y madres de familia, y no en urbanizaciones de alto rango, que esos tienen pendejos a los que les pagan por defenderlos, hablo de familias clase media y baja, hablo de El Valle, de Coche, y Petare, donde las comunidades se reúnen para hablar, como quien decide de que color se pinta la valla de la entrada, sobre como vamos a matar al hipotético malnacido y como nos deshacemos de lo que quede.
La verdad es que todos sabemos esto, lo sabe Hugo, lo saben la nomenklatura, lo saben los políticos, lo saben los empresarios, lo sabemos los ciudadanos, pero todos callamos, nos hacemos los locos, como si por el hecho de hablar de ello, en vez de prepararnos para lo que viene, hiciéramos una especie de conjuro que va a materializar algo que no pasará si no hablamos. Lo cierto es que va a pasar y todos lo sabemos, mientras tanto…
¡Pues sí! ¡que calorones están haciendo! ¿verdad? ¡ay! ¡que vida ésta!