Me gustaría empezar esta carta con un “querido compatriota”, pero ¿para que nos vamos a engañar? No te quiero, no me quieres y no compartimos la misma patria, el país que tú quieres no es el país que yo quiero, no tenemos una misma bandera, la mía tiene 7 estrellas, la tuya tiene 8, mi escudo tiene un caballo hidalgo que corre hacia la derecha, la tuya tiene un caballo bastardo que huye por la izquierda. Compartimos apenas una mismo espacio geográfico y un tiempo, nada más nos une.
Pero hay cosas que tengo que decirte, no porque pretenda hacerte reflexionar, para eso tendría que asumir que tienes cerebro y alma, y honestamente, no lo creo, el cerebro que tienes apenas da para cumplir funciones vitales, sabes, respirar y esas cosas, y el alma, hace tiempo que la regalaste, porque ni siquiera puedo decir que vendiste.
Mira, tengo hoy 39 años, nací en 1971, y mis primeros años de colegio los hice en un colegio público de Caracas. Recuerdo que llegábamos a las 7 de la mañana al salón, y después de dar los buenos días (cantando, así lo hacíamos en esa época) entraba una señora con dos ayudantes y junto con la maestra nos servía en desayuno. Así como lo escuchas ¡el desayuno! Que podía variar desde galletas con mermelada y mantequilla a unas arepas rellenas con queso o perico. Y lo que sí no cambiaba nunca, un vaso de leche, acompañado de un cuartico que nos daban “para la casa”.
Fui creciendo, y ya en la adolescencia la mayor preocupación de mi madre era la famosa “barriga”, no la atemorizaban los secuestros, ni los tiroteos en la calle, no, su preocupación era esa, que yo saliera con una barriga ¡ah! Y las drogas, porque mi madre estaba convencida de que en las puertas de los colegios gente mala regalaba droga a los niños, que digo yo, bien inocente mi madre, porque ¿de que iban a vivir los jíbaros si regalaban la mercancía?
Estudié el comunismo, ya sabes, el Marxismo y todo eso, de la misma forma que estudié el fascismo, en nazismo, y la democracia. Aprendía que en todos los países que tuvieran el remoquete de “República Popular” la gente vivía como la mierda, y que de popular tenía bien poco, porque en teoría popular es sinónimo de “manda el pueblo” pero en la práctica, quiere decir que el pueblo no tiene derecho a decir ni mu, mientras unos pocos compadres privilegiados viven muy bien.
Tuve una maestra que me enseñó que mi primer deber ante todo conocimiento nuevo, es dudar y cuestionar. Otra cosa que nos separa, porque tú no eres más que un albañal cuya única función es tragar cualquier mierda que decidan meterle.
Y justo por eso te escribo, solo para decirte y demostrar (no para que tú lo entiendas, porque es que no puedes) lo imbécil que eres.
Hace algunos pocos años se dieron cuenta que Venezuela importaba azúcar, así que el gobierno, TU gobierno, decidió expropiar plantaciones de caña e ingenios azucareros, y hoy, ¡hay menos azúcar!
Así han expropiado un montón de cosas, con tu anuencia, con tu aplauso, con tu risa, y hoy, tú país, que casualmente ocupa el mismo espacio geográfico que mi país, por desgracia, produce menos.
No hay una ¡ni una! Sola empresa que haya sido expropiada y que hoy funcione si no en mejores condiciones, el menos en las mismas que cuando tenía dueños privados.
Gracias a eso, entre otras cosas, no tienes azúcar, ni leche, ni café, ni harina PAN, ni carne, ni un montón de cosas, pero como a ti la mollera no te da más que para las funciones vitales, sigues aplaudiendo la destrucción de TU comida.
Porque eso sí, hay un sitio en Venezuela donde te apuesto lo que quieras a que no falta nada en la cocina, en Miraflores, La Casona y Fuerte Tiuna.
Eres tan imbécil que ni memoria tienes ¿te acuerdas de que el presidente no necesitaba tanto lujo y que podía despachar desde cualquier sitio? Miraflores sería una universidad “para el pueblo”, pero resulta que hoy no solo no es una universidad, sino que encima, cada vez que le sale del forro de las bolas a TU presidente, “el pueblo” no puede ni pasar por allí porque trancan el paso.
Te sientes bien porque el tirano que amas más que a ti mismo, ahora abre una cuenta en Twitter para que puedas comunicarte con él, y tú, pendejo, se lo crees, olvidando que hace algunos años te ofreció lo mismo con un buzón en todo el frente de Miraflores.
La cuentica de Twitter correrá la misma suerte, o ya la corre, al principio él leía todo (o eso decía) después eran muchas cosas, porque “el pueblo estaba en el piso por los efectos de la cuarta malvada”, y había gente que leía las carticas por él, igual que ahora dizque hay 200 tercios que leen los twitt, después, la cuenta desaparecerá, como desapareció el buzón famoso.
Entonces se inventará otra vaina, otro buzón, y tú, pendejo, vas a volver a caer en la trampa del “presidente que se comunica con su pueblo”.
Te quejas de los precios abusivos de las clínicas, pero lo cierto es que cobran unos impuestos, más el dinero que entra por petróleo, entre otras cosas para que los hospitales públicos estén dotados, pero eso no pasa, y te quejas porque sabes que sin clínicas te mueres como lo que eres, un pendejo.
Y ruega a Dios que no se le ocurra expropiar las clínicas, porque ahí si te jodes, porque sin café puedes vivir, sin leche, sin azúcar, sin arepas, pero si te enfermas y no hay medicinas y médicos, ahí si que te jodiste, y eso no retoña. Claro, pero te pusieron los “Barrio Adentro”, lástima que casi ninguno funciona.
Luego está el cuento de la luz ¡ah sí! Ya sé, “el niño”, pero resulta que en la despreciable cuarta, con y sin niño, con sequías más largas que estas, al “pueblo” no le faltó la electricidad ¿Sabes por qué? Porque Guri no fue hecho para abastecer toda Venezuela, sino apenas una parte, para lo demás estaban las plantas termoeléctricas, esas que hoy no funcionan.
Pero hay más, cuando TU presidente le dice al país que consuma menos electricidad ¿sabes que está diciendo?
Le dice a los molinos que muelan menos granos, que hagan menos harina, y que te den menos comida, le dicen al zapatero que haga menos zapatos, y a ti que gastes menos suela, porque como se te joda ese zapato, ni alpargatas vas a poder ponerte.
Cuando pide gastar menos electricidad, no le dice al rico que no use su piscina climatizada, no, le dice al industrial que produzca menos, que no produzca lo que necesitas para comer, le dice al comerciante que no te venda, te dice a ti que no vivas, o que vivas menos.
Fíjate, hoy expropian una hacienda de Diego Arria ¿tú crees que a ese señor se le acaba la vida por eso? ¡que va! Ese se va pa’l carajo, pero esas vacas que producían leche, leche que tú tomas, van a para al plato de algún militar panzón y cuatro burócratas que chupan de la teta del gobierno, y tú, reimbécil, te quedaste sin leche pa’ tus chamos. Que pa’ lo que importa, la verdad, porque criados por ti tampoco es que tengan futuro para ser la gran vaina.
Y te conformas y aplaudes que una vez a la semana te “permiten” comprar comida en un Mercal, después de hacer una cola de HORAS, con sol o lluvia, y que te permitan llevar no lo que quieres y puedes comprar, sino lo que ellos quieren.
¿Azúcar? Solo un kilo ¿harina? Dos kilos, ¿aceite? Un litro, ¿café? ¡no vino! Y de lo que vino, estíralo, porque pa’ la semana que viene no sabemos “si viene”.
Y mientras tú haces cola en tu Mercal (Mierda Endógena Revolucionaria Convertida en Alimentos Limitados) Maduro desvía su avión para comer en su restaurante preferido en París, Giordiani se pregunta porque solo puede tener un Ferrari y no dos como quisiera y Carreño balbucea que él quisiera una textilera Gucci para no tener que mandar a traer sus corbatas.
Mientras tú peregrinas y sufres por una medicina para tu hijo, Hugo viaja a Cuba a ver a Fidel, porque “está quebrantadito”, pero atendido por los mejores médicos y tratado con los mejores medicamentos que TU dinero puede comprar.
Y hay más, pero me da ladilla seguir ahondando en lo estúpido que eres. Sé que a estas alturas piensas que te odio y quiero destruirte, pero la verdad es que no, lo que me causas es asco y un poco de curiosidad, pero ¿destruirte? ¿pa’ que? Tú solo lo haces bastante bien, y eres tan considerado que no solo te destruyes tú sino que de paso destruyes a tus hijos, eso que los entendidos llaman “legado genético”.
Sí, ya sé, que piensas que yo también estoy jodida, tienes razón, lo estoy, pero tú, tú te jodes conmigo ¡GÜEVÓN!