Porque exijo mi libertad, me llaman fascista, porque busco la justicia, me llaman violenta, porque vivo según mis principios, me llaman enferma mental. Pero la única verdad, esa que reluce como un sol meridiano, es que me tienen miedo, a mi, a todos los que son como yo, a nosotros, nosotros que no tenemos armas, nosotros que luchamos con nuestras manos, nuestros dientes y nuestras almas, nos tienen miedo. Ellos, los tiranos, ellos, los que solo sirven para estar de rodillas en el indigno y vil oficio de lavar manos manchadas de sangre, los que justifican la injusticia, los que visten mentiras de verdad. Pero la verdad, la única verdad es que nos tienen miedo. Y nos tienen miedo porque saben que somos una amenaza para sus repugnantes vidas, pero se transforma en verdadero pánico cuando descubren que sin nosotros no pueden vivir. No pueden vivir porque somos nosotros los que producimos, somos los que cosechamos los alimentos que se llevan a la boca, somos los que hacemos las máquinas de las que se sirven, construimos las casas donde viven, creamos el arte con el que se recrean, porque somos el motor de la vida, somos los productores de la existencia, porque nacemos y vivimos para crea, para hacer, para abrir caminos, para ir siempre más allá. Y lo hacemos por una simple razón ¡porque podemos! ¡porque tenemos con que! Mientras que ellos son simplemente parásitos, solo sirven para consumir, su vida es eso, un arrastrase por la vida robando para subsistir, necesitan robar para comer, robar para tener techo, robar para divertirse, robar para vivir. Por esos sus armas, por eso su represión, por eso su violencia, por eso su odio, por eso nos quieren someter, sin entender que precisamente eso que quieren de nosotros, es lo que no permite que nos dobleguemos, eso es la columna de acero que no nos permite doblarnos. Cada vez que se derrama la sangre de uno de los nuestros, el aire se impregna del hedor insoportable del miedo, saben que cada gota de nuestros fluidos, sangre, lágrimas o sudor, son el abono perfecto para nutrir la semilla de su propia destrucción. Y lo que más miedo les da, es que somos venezolanos, somos cubanos, somos españoles, somos hondureños, somos de cualquier parte del mundo, ¡somos el pueblo libre! somos sangre, somos alma, somos corazón, somos ejército, somos sudor, somos gloria, somos indestructibles, no tienen armas para matarnos el alma, saben que por cada uno de nosotros que maten, saldremos cinco a tomar su lugar. Somos las manos y los callos del albañil que construye, somos las manos del orfebre que transforma metal en joyas, somos la mano de la madre que seca el llanto, somos la furia del padre que defiende a su hijo, somos el pincel del pintor, la pluma del escritor, somos los ojos del piloto, del marino que otea horizontes para fijar rumbos, somos la sabiduría del agricultor, somos el oro del capitalista que se arriesga para crear empleo y progreso, somos la máquina que abre los caminos, somos la voz del reportero que no calla, que denuncia, que protesta, somos la mente del científico que indaga, que aprende e investiga, somos el conocimiento del médico que cura, somos la valentía del bombero ¡somos legión, porque somos muchos! No tenemos amos, no tenemos dueño, a nadie más que a nosotros mismos, a nuestros principios, a la libertad y a la vida. Mientras más nos amordacen, más altos serán nuestros gritos, un grito tan alto que les hará sangrar los tímpanos, el de la libertad que les recuerda permanentemente que hacen bien en tenernos miedo, el grito que les recuerda que nos tumbarán al suelo y nos levantaremos para seguir luchando y dando ejemplo de vida. Todo lo que hagan para destruirnos, nos crece, nos fortalece, nos quieren atemorizar, pero el miedo nos hace valientes, matan a los nuestros, pero su sangre nos hace grandes, nos hacen llorar, pero la lágrimas nos hacen rebeldes. Con cada uno que nos maten, con cada lágrima que nos hagan derramar, cada golpe que nos den, solo escriben su nombre en un sentencia que, no les queda duda, será firmada y ejecutada. ¿Sienten miedo? ¡hacen bien! Sientan más miedo, sientan mucho, pero mucho miedo, porque aún no han visto como es la libertad cuando rompe los diques de la opresión, destruyendo todo a su paso para dejar solo una tierra lista para la nueva siembra. En memoria de Orlando Zapata Tamayo.