Opinión

De 11 metros a Noticiero Digital

Quizá porque otro año se va, o porque encontré un sitio de reunión de viejos amigos, me acuerdo de la historia de la comunicación, MI historia de la comunicación.

Porque alguien tiene que decirlo, aún cuando parezca insólito, inconcebible, y remoto, lo cierto es que Internet no ha existido siempre. Incluso, hemos seres prehistóricos que recordamos y usamos otros medios de comunicación.

Mi padre es comprador compulsivo de tecnología, aún cuando ni la usara ni la necesitara. Le recuerdo a mi padre hasta su primer celular, una pequeña maletita con su respectiva correa para cargar al hombro y que pesaba sus buenos 5 kilos.

En fin, que un día llega mi señor padre con un pequeño aparatejo, portátil por demás, que permitía comunicarse con otras personas en algo llamado “Banda Ciudadana” (que me enseñó que ciudadano no es sinónimo de civilizado), personas que no eran más que casi infantes, igual que yo, y que en conjunto reuníamos la madurez mental de un ratón con meningitis.

Al igual que hoy en Internet, teníamos nuestros seudónimos y una jerga propia, así en vez de nick era QRZ, o cuando uno se retiraba un momento pero seguía escuchando era QAP. El que se dedicaba solo a escuchar pero no hablaba, era un cangrejo, quien entraba solo a conquistar mujeres era un buitre, y los que tenían buena voz, que no emparejaba con el físico, eran barrancos.

En fin, todo un submundo, una subcultura, con reglas, lenguaje y comportamiento propio, éramos, sin saberlo, eso que hoy llaman “comunidad”. Una comunidad, que todo hay que decirlo, un poco destructora y bastante cabeza hueca.

Las reuniones, lo que en Internet se conoce como quedadas, se llamaban “antenazos” y se hacían en sitios que se terminaban convirtiendo en tradicionales y con fecha fija, usualmente los sábados, se hacían en la Plaza Altamira o el Centro Comercial El Marqués, donde iban los chicos a lucir sus pantalones tubito y las chicas sus hombreras sobredimencionadas.

Habían, como no, romances, chismes, y hasta leyendas. Los romances eran de los más cómicos, porque se coqueteaban, se enamoraban, se celaban y separaban, todo esto sin haberse visto en toda su cochina vida. Y claro, estaban las “telenovelas” donde los amores contrariados dejaban a Delia Fiallo como una soberana pendeja.

Un amigo se enamoró de una que tenía una seria afección del corazón, sentenciada a muerte, así el pobre muchacho lloraba amargamente la suerte de su amor querido, que no podía conocer porque sus padres la tenían prácticamente recluida con motivo de su afección cardíaca y la única ventanita al mundo que tenía la desafortunada Julieta era su radio. Así la muchacha fue enviada a Houston, para ser operada, aunque desafortunadamente falleció para desconsuelo de mi amigo que la lloró amargamente. De todo esto se enteró por una gran amiga de la muchacha. Al final, ni la muchacha estaba enferma ni se había ido a ningún lado, sencillamente no lo quería conocer, porque era más fea que Picio, y como quiera que la cosa no se podía alargar más en el tiempo, pues decidió morirse.

Había otro cuyo pasatiempo era tirarse a la novia con “la portadora pisada” es decir, con el micrófono abierto, para gloria y regocijo de todos los carajitos que se dedicaban a escuchar el asunto. Pa’ que vean, hasta precursores de la pornografía tuvimos. Quien sabe si ese niño tenga hoy un sitio WWW donde hace más o menos lo mismo.

En lo personal estuve involucrada en una situación donde en un grupo de 6 fue un milagro que nos nos enredáramos con las cornamentas, porque todos teníamos un novio/a oficial, y un cuerno, cuerno que por supuesto era el oficial de otro/a. Creyendo que solo nosotros montábamos cuernos, cuando lo cierto era que montábamos y nos montaban.

Nunca vi, o al menos no supe, de asuntos de droga, aunque si tengo que decir que bebían como cosacos, digo bebían porque a mi esa nota si no me gustó nunca, y los desastres era apoteósicos. Algunas coñiza, donde el código de honor decía que había que darle la gloria al vencedor y respetarle el honor al vencido.

La reuniones casi siempre terminaban con una patrulla de la PM diciendo: “Todo el mundo pa’ su casa”, poco más, excepto que hubiera algún rebelde y un bolsa que lo secundara, cosa que poco pasaba y que acababa en un módulo policial por unas pocas horas sin mayor consecuencia.

Por supuesto, como sigue siendo, habían manadas, mascotas de manadas, líderes, y solitarios, depredadores y presas. Sin embargo, me he dado cuenta que en regla general terminamos siendo la mayoría personas de bien. Todo lo anterior a esto excusable, si tomamos en cuenta que a los 20 años ya se era un venerable ancianito.

Sin embargo, más de una nueva familia estable salió de allí, de hecho, de ahí saqué a mi esposo (o me sacó él a mi, a saber).

Todo aquello pasó, y vuelve mi padre otro día, con otro aparatejo, esta vez una computadora, de la cual sabía lo mismo que sé yo hoy de física cuántica. Sabía, y gracias al técnico que la instaló, donde estaba el botón de prender y apagar, más nada.

Una maravilloso y modernísimo 386, con un disco duro de 40 megas, espacio más que suficiente para un usuario promedio, al punto que comprarse un disco de 80 megas era toda una extravagancia cuando más de uno sobrevivía perfectamente con 20. Para escribir el programa por excelencia era el Word Star, un programita para el que era necesario tener 10 dedos (en cada mano) para poner una cochina negrita. Y el precursor de Excel se llamaba Lotus, tan engorroso de usar como su hermano procesador de texto.

Pero faltaba el punto clave: comunicación. Supe entonces de una cosa que se llamaban BBS, que eran más o menos como Noticiero Digital, simples foros, muy básicos en su funcionamiento y presentación. Igual, más o menos, los mismos romances, amistades y demás. Se conectaba uno a ellos por teléfono vía módem. Y estaban reservados, por supuesto, para una elite tecnológica, ya que en aquellos tiempos solucionar problemas no era tan fácil. Pero aún dentro de esa elite habían manadas, líderes y solitarios.

Llegó Internet, en una forma que no es ni parecida a lo que hoy se conoce, bajar y subir archivos a la red no era, como hoy, cosa de pisar un botón, sino complejos y engorrosos comandos que terminaba uno por saber de memoria. Hasta que llegó el WWW y la cosa dejó de ser de elites, cualquier bicho de uña podía acceder a la red, aún cuando fuera bastante tapón, después de todo, era simplemente pisar botones y escribir direcciones, algo tan simple como saber escribir “doble ve, doble ve, doble ve, palito inclinado, talcosa punto com”. Y no tardaría mucho tiempo para que empezaran a florecer como hongos los foros, que reflejaban, por supuesto, el pulso del país, la política.

Así que el primer foro en el que participé fue el de CANTV, donde un forista, o un grupo de ellos, dio nacimiento a un foro conocido como COMACATES, que tuvo hasta un chat que era mucho más popular que el mismo foro. Después fue COMACATEX, y otros muchos foros, de mayor o menor relevancia. Igual, en los foros pasó lo mismo, se formaron las manadas, los líderes y los solitarios, nuevamente depredadores y presas.

Hasta llegar a ND, donde no necesitan ustedes que les eche cuentos, hay romances, novelas a lo Delia Fiallo, muertos que están vivos, enfermos que están sanísimos, hombres con tetas y mujeres con cojones (literalmente), y por supuesto, las manadas, los líderes y los solitarios. También hay, como en mi génesis de la comunicación, cangrejos, esos que leen pero nunca dicen nada, los buitres, a los que lo que menos les importa es la política y que entran a hacer vida social.

El problema, y lo que realmente preocupa, es el tema de la evolución, porque cuando yo era “oncemetrista” era poco más que una niña, todos éramos unos cagaleches que recién habíamos aprendido a limpiarnos solos el rabo, con las hormonas revueltas y las braguetas recién descubiertas. Hoy somos adultos, peor aún, somos ese eufemismo que se ha dado en llamar “adultos contemporáneos” por no decir simplemente que somos una caterva de viejos, o mejor dicho, ancianos en vías de desarrollo… donde lo que preocupa es precisamente eso, que desarrollo, lo que se dice desarrollo, no hay.

Se siguen formando las manadas, atacando a todo aquel que sea distinto, que piense distinto, no importa si en el fondo sabemos que dice verdades y lleva la razón, se le ataca, y se le ataca por una razón simple, como lo ataca la manada, pues es que hay que atacarlo, no sabemos por que, ni si es o no correcto, ni lo sabemos ni nos interesa.

¿Cual es el problema de Venezuela? Ahí tienen la historia, desde mis 12 años a los 38, 26 años donde han cambiado los medios, se ha modernizado la tecnología, ha avanzado la ciencia, y nosotros… seguimos siendo los mismos. Quizá, sea, y eso es una reflexión que me hago ahora, que el problema no viene de afuera, el problema no está en el exterior, quizá el problema sea portátil, lo llevamos dentro, quizá el problema sea que no queremos cambiar. ¿O será que no podemos?